Por un lado, marca un mes bisagra porque el riesgo climático ha vuelto. Parecía que la amenaza de La Niña se iba sin pasar de un susto luego de un 2024 muy favorable en cuanto a lluvias. Pero finalmente las bajas temperaturas del Pacífico parecen hacerse sentir. En cualquier caso, la sucesión de días sin lluvias en enero va encendiendo luces amarillas que tienen implicancias relevantes tanto en Uruguay como en Argentina, tanto en la ganadería como en la agricultura. Además, los riesgos que se instalan pueden tener consecuencias para todo 2025.
La ganadería por ahora resiste bien, pero lo hace mientras se suceden dos fenómenos que suman preocupación: la calidad de las pasturas se deteriora y el volumen de ganado pronto para faenar se acumula sin estar claro cuando se podrá vender. Es que a la ausencia de lluvias en este año se suma un problema grave que se arrastra desde hace meses pero que ahora está en su peor momento: un conflicto sindical al que no se le ve salida.
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La faena de diciembre cayó marcadamente respecto a la de noviembre. Fueron faenados 20% menos de vacunos y 25% menos de novillos. La salida está trancada como en un embotellamiento de tránsito, algunos días se puede faenar otros no y como los paros son sorpresivos nunca se sabe. Los animales que se envían a faena a veces son devueltos, cansados estresados enflaquecidos, una grave pérdida.
El panorama al respecto difícilmente mejore en enero. Al menos por ahora no se ve una solución a un conflicto que no es estrictamente salarial sino por una serie de reclamos más vinculados a condiciones laborales especialmente en plantas donde la sindicalización es baja y para el personal de menos ingresos hace que la resolución sea compleja.
Por un lado, la industria sabe que la productividad laboral es menor que en otros países de la región y el ausentismo mayor. Se niega a aumentar los premios por presentismo que han reclamado los trabajadores. Pagando al final del año mucho más por kilo de hacienda que sus pares brasileños y mucho más por salarios también, no había ambiente para flexibilidades.
Por el otro los trabajadores sindicalizados saben que el 1 de marzo llega al ministerio Juan Castillo, alguien de extensa trayectoria sindical, que puede inclinar la cancha a su favor y pueden sopesar que llegar a esa fecha con el conflicto sin resolver puede mejorar su posición negociadora.
En otros tiempos, los ovinos eran un seguro para la sequía, porque están mejor adaptados y porque podrían tener vías alternativas de salida. Pero la población ovina ha caído drásticamente y exceptuando en las zonas de Basalto y en algunos sitios
En el medio de ambas trincheras el productor es una víctima colateral que no puede vender y enfrenta en esta época del año compromisos financieros y familiares. Pero además si el verano es seco, esperar tres meses para vender puede ser realmente muy grave. En las reuniones que las gremiales mantuvieron con el sindicato, los trabajadores plantearon un acuerdo por el cual se dejara de enviar ganado a las plantas más problemáticas donde se centran los reclamos laborales. Esa idea no fue aceptada por las gremiales del agro. Entonces tanto la Asociación Rural como la Federación Rural apuntaron a una declaración de esencialidad que no prosperó en el Poder Ejecutivo.
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Un panorama a fojas cero, en el que el laudo que decretó el aumento salarial parece haber llevado a los sindicatos a las cuchillas. La solución no parece estar cerca, aunque se anuncia una mediación del PIT CNT, al menos la semana próxima continuarán los paros intermitentes que dejan a los productores inmersos en la incertidumbre.
La combinación de falta de lluvias y conflicto tiene otra ramificación inesperada. Se conecta con la tormenta de los fondos ganaderos que originó la cesación de pagos de Grupo Larrarte y de República Ganadera. Una situación en la que pagan justos por pecadores. Los fondos que siguen trabajando enfrentan una necesidad fuerte de caja para hacer frente a una corrida que no es capaz de distinguir matices. No contar con una venta fluida seguramente es un dolor de cabeza adicional para esos esquemas empresariales.
Los riesgos agrícolas
Para el cultivo principal por área de Uruguay, la soja, una sequía de verano puede ser un golpe muy duro. Porque se da la situación paradojal de un clima muy favorable en Brasil donde se va a una producción récord cercana a 170 millones de toneladas y una guerra comercial entre EEUU y China que puede desplomar los precios en Chicago que son referencia para Uruguay. Luego de varios años con una cotización entre US$ 400 y US$ 500 por tonelada, el precio actual no llega a US$ 350 por tonelada.
Analistas meteorológicos como el asesor del Instituto Uruguayo de Meteorología plantean que la probabilidad de lluvias por debajo de lo normal. Una proyección que abarca a febrero y marzo. Esto es así porque finalmente La Niña es un hecho. Aunque débil y breve, llega en un momento especialmente sensible, cuando las temperaturas son las más altas del año.
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En cambio, la perspectiva de enero es de buenas lluvias en Brasil, por fenómenos que ocurren en el océano Atlántico pero cuyos efectos no llegarían a Uruguay buena parte de Argentina. Si la productividad en el sur es baja el efecto será muy grave para ambos países. En Uruguay la inestabilidad de los resultados de los cultivos de verano es muy grave. Luego de tres años de sequía, la cosecha pasada fue buena, pero paradojalmente fue afectada por el exceso de lluvias que obligó a gastos adicionales en secado de granos y en la corrección de las huellas que dejó cosechar en el barro. Sumar lo que en algunos casos sería una quinta cosecha floja, ya sería más que mala suerte. En contraposición Brasil con un dólar alto, si logra una buena cosecha acelerará la expansión sojera y será muy competitivo a la hora de exportar. Los mismos US$ 340 que son negativos para un productor uruguayo pueden ser muy positivos convertidos a reales para un agricultor norteño.
Pero la sequía tendría otro efecto de más mediano plazo. En Uruguay varias organizaciones de productores vienen reclamando una mejor cobertura de seguros, la que en lugar de mejorar ha disminuido por el retiro de empresas privadas que no están dispuestas a asumir el riesgo de pérdidas y sobre todo de las reaseguradoras, empresas mayoristas de seguros que no están dispuestas a cubrir riesgos climáticos.
Eso se agravaría cualitativamente no solo por la sequía actual sino por los incendios que están cercando Los Angeles y otras zonas de California donde las pérdidas suman más de US$ 50 mil millones cuando todavía el fuego sigue descontrolado.
Mientras negar el cambio climático es una moda que promoverán varios gobiernos, liderados por EEUU, las pérdidas por clima no pararán de crecer, porque las leyes de la física y la química no cambian por opiniones políticas. En el incendio de Los Angeles no solo preocupa su magnitud inédita sino que suceda en invierno, que además de ser más frío es la estación lluviosa de esa zona.
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El año 2024 marcó un nuevo récord de temperatura mundial y el primer año en el que se cruzó el 1,5º C que los meteorólogos y el Acuerdo de París pidieron no se cruzara. Un límite que se suponía podría superarse recién en la próxima década. Y el ascenso muy fuerte de 2024 se produjo a pesar de que el océano Pacífico se estaba enfriando.
"Un récord tras otro: las consecuencias son devastadoras. Las fuerzas destructoras del cambio climático son cada vez más evidentes", afirmó esta semana Thomas Blunck, miembro del consejo de administración de Munich Re, la principal empresa reaseguradora del mundo.
Las pérdidas totales por catástrofes naturales, incluidas las que no están cubiertas por seguros, ascendieron a 320.000 millones de dólares en 2024. Esta cifra representa un aumento con respecto a los 268.000 millones de dólares de 2023 y por encima de los promedios a largo plazo, informó la empresa en su primer informe sobre el año que acaba de cerrar. Este comienzo de 2025 no augura un apetito importante por el mercado de seguros para el clima, algo que ya genera problemas inmobiliarios en el oeste de EEUU donde las empresas se niegan a asegurar casas. Los seguros agrícolas seguirán como un desafío fuerte, especialmente si este año las aseguradoras tienen que volver a compensar a los agricultores de Uruguay y Argentina.
Por otra parte, en el país vecino, la sequía también es un golpe duro que puede tener consecuencias macroeconómicas y políticas. Con retenciones y bajo precio internacional las cuentas siguen sin cerrar para los productores argentinos que reclaman con cada vez más insistencia un final de las retenciones que no parece estar cerca.
El clima en verano siempre es un riesgo, pero el hecho de que se cierre la primera quincena sin ninguna lluvia y que en EEUU se de el incendio récord en daños, que se sume a ello un conflicto que traba las ventas de ganado y que el precio de la soja sea el más bajo en varios años está constituyendo un combo complicado. Y cada día sin lluvia y con conflicto se complica un poquito más.