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12 de octubre 2024 - 5:00hs

Las perspectivas de precios al momento de la siembra y pronósticos climáticos no del todo favorables provocarían una disminución de un 18% en el área de siembra de soja para la próxima zafra en Uruguay, lo que equivale a unas 240 mil hectáreas menos que el año pasado, afirmó el director de INIA La Estanzuela, Enrique Fernández.

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Soja, el grano más producido en Uruguay.

Soja, el grano más producido en Uruguay.

Jornada de la MTO

El dato causó sorpresa entre buena parte del público que asistió a la jornada anual de la Mesa Tecnológica de Oleaginosos (MTO) este miércoles.

Y además de mostrar las divergencias entre distintas estimaciones de área para el cultivo más sembrado de Uruguay reaviva la preocupación de muchos sobre el estancamiento de la productividad del cultivo que contrasta con la situación de Brasil y Estados Unidos.

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De concretarse, es una disminución importante, de 1,34 a 1,1 millones de hectáreas, “pero sigue manteniendo un área relevante”, dijo el técnico.

Con rindes iguales al promedio de 2.050 kilos por hectárea de las últimas cinco zafras -incluida la desastrosa cosecha del año 2023 con 640 kg/ha- y a un precio estimado de US$ 400/ton, el margen promedio sería de US$ 172 por hectárea, proyectó Fernández, un resultado económico que “volvería a no cubrir la renta”.

Y los US$ 400 son un precio que hoy no está disponible.

Los números mejoran algo con un rendimiento más esperable en torno a los 2.500 kg/ha, pero si esa productividad no crece es difícil que Uruguay pueda competir con Brasil o Estados Unidos donde los agricultores logran en promedio una tonelada más por hectárea.

El estancamiento de los rendimientos de soja por los desniveles de producción con variaciones de más de 40% entre un año y otro, se están volviendo un problema mayor que se acentúa con un escenario de precios bajos y clima desfavorable.

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Contraste: el despegue de los cultivos de invierno

Los rendimientos de los principales cultivos de invierno, trigo y cebada, se han incrementado sostenidamente en los últimos cuatro años.

  • En la última zafra los cultivos de trigo alcanzaron una productividad promedio de 5.037 kilos por hectárea, récord histórico. En solo cuatro años saltó de menos de 3.300 kilos por hectárea a superar las 5 toneladas.
  • La cebada muestra una trayectoria similar. Cruzó los 4 mil kilos por hectárea por primera vez en 2021 y lleva cuatro zafras por encima de ese piso, dos de ellas incluida la última en el eje de 4.800 kg/ha de promedio nacional.
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“Si bien es cierto que tuvimos condiciones meteorológicas que nos acompañaron para este crecimiento, también hay rotaciones muy equilibradas, avances en nutrición y genética sumado a capacidad de plantar en momentos correctos los distintos ciclos que establecen sinergias para lograr este incremento sostenido”, afirmó Diego Guigou, responsable de Producción Agrícola de ADP.

Trigo y cebada no tuvieron en lo que va de esta década quiebres importantes de rendimiento, lo que suma a la alta productividad una menor variabilidad, de entre 15% y 20% interanual.

Eso contrasta con la soja porque tras la sequía había expectativa de una buena cosecha que no se concretó.

En la última zafra el rendimiento de la soja fue de 2.421 kilos por hectárea. Un desempeño dentro del promedio histórico y algo superior al del último lustro.

Es “preocupante” el marcado incremento de la variabilidad de la productividad en la última década “para la sostenibilidad del cultivo a largo plazo”, expuso Fernández.

Si bien el clima ha sido menos favorable para los cultivos de verano que para los de invierno en los últimos años, no es el único factor. “Es un debe para la investigación”, afirmó, “que debe estar en la agenda”.

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La siembra de soja explotó en la zafra 2003/04, cuando saltó de 80 mil a 250 mil hectáreas. Ese año se cosecharon 1.526 kilos por hectárea. Luego de casi 10 años de experiencia el promedio anual había subido a 2.450 kilos por hectárea hasta que en la temporada 2016/17 se registró un récord de 2.951 kg/ha que aún se mantiene.

El año siguiente la cosecha fracasó por la sequía del verano de 2018: el rendimiento cayó a 1.214 kilos por hectárea. Desde entonces la variabilidad ha sido la norma, con diferencias anuales de más de 40% en los rindes.

“En los últimos cinco años tuvimos récords máximos y mínimos de producción por hectárea, determinados por variabilidad”, afirmó el presidente de la Asociación Uruguay de Siembra Directa (Ausid), Luciano Dabalá.

La sorpresa que apareció en la ADP Zone

Este jueves, el director ejecutivo de ADP, Marcos Guigou sorprendió al comparar a la soja con el girasol en la exposición con la que abrió la jornada anual de su empresa, ADP Zone.

El girasol llegó a ocupar más de 100 mil hectáreas anuales entre 1995 y 2005 para luego caer significativamente y virtualmente desaparecer, básicamente sustituida por la soja.

Guigou planteó la necesidad de mejorar la productividad en soja y consideró que se requiere insistir en la tecnología de procesos, porque “los negocios se van debilitando y uno hace más de lo mismo, la reacción a veces es más insumos”.

La aplicación de nutrientes, potasio y fósforo registra aumentos a partir de la zafra 2019/20, según los estudios de INIA.

“Tenemos que replantearnos cómo hacer la soja”, sostuvo en Tiempo de Cambio de Radio Rural, “los ciclos, el uso de variedades, no hacer soja sobre soja que sabemos que rinde 15% menos, y ver cómo la ganadería puede ser un gran aliado en la rotación”.

Entre las principales aplicaciones destacó el riego, que lleva el potencial de la soja hasta los 6 mil kilos por hectárea, aunque lo relativizó como única solución: “Hay productores con riego que cosechan entre 3.500 y 4.000 kilos; el agua es fundamental pero no resuelve todo”.

El riego, además, implica importantes inversiones que no son viables en campo arrendado que es el caso de la mayor parte de los agricultores.

El encalado de los suelos, que corrige el Ph del suelo y lo hace más productivo, es otra de las alternativas que Guigou defiende. “Hace ocho años estamos encalando, ¿cuánto mejor sería la productividad hoy si muchos más campos tuvieran el tema del Ph en el suelo resuelto?”, se preguntó el titular de ADP.

Los microgeles que se aplican al suelo y regulan el agua se agregan a la paleta de herramientas, aunque se requieren más estudios sobre sus posibles impactos ambientales y efectos secundarios, advirtió Guigou: “Hay que investigar cosas diferentes, adelantarse y hacerlo rápido”.

Varias decisiones que toma un productor pueden explicar hasta un 40% de la diferencia de rinde entre un campo de punta y otro que no invirtió en buscar y utilizar la mejor información para tomar decisiones, según Rodrigo Iglesias, gerente de Desarrollo de Don Mario, el principal semillero de soja del Mercosur.

“Fecha de siembra, grupo de madurez, genotipo, distancia entre hileras, densidad, distribución y qué tecnología de soja usar, son puntos centrales para sacarle todo el jugo posible al cultivo”, apunta. Y “tomar la decisión correcta con respecto a ellos requiere evaluar información que está al alcance del productor, a costo cero”.

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Soja, en un campo próximo a Dolores, en Soriano.

Soja, en un campo próximo a Dolores, en Soriano.

Un escalón abajo

Suelo, ambiente, genética y manejo son las cuatro variables que influyen en los cultivos.

“En términos regionales tenemos menores condiciones de calidad de suelos que los vecinos y con un régimen hídrico variable que, combinado con las diferencias en la profundidad y el drenaje de los suelos, hace que tengamos esos vaivenes de rendimientos en soja”, afirmó Roberto Verdera, presidente de la MTO.

De acuerdo a Dabalá, titular de Ausid, si uno compara Uruguay con Entre Ríos no hay tanta diferencia porque las unidades de suelo y el ambiente son similares, “pero en la zona núcleo de Argentina los suelos son clase A y en Uruguay los suelos son clase C”.

Allí “Argentina tiene suelos comparables con los de Ucrania y el cinturón maicero de Estados Unidos, lo esperable son 4.000 kilos; suelo, ambiente y genética se juntan”, indicó.

En el total país el promedio de la soja en Argentina es de 3.200 kg/ha.

En Uruguay, señaló, “podemos tener buena genética, pero el clima y el suelo no son los más favorables”.

El caso de Brasil es diferente. En los últimos 10 años promedia 3.350 kilos de soja por hectárea. “Tienen buen régimen hídrico en estación de crecimiento de la soja”, apuntó Dabalá, “han logrado que los cultivos sean sostenibles, pero están consumiendo mucha materia orgánica porque no es un centro de alto rendimiento”.

Con respecto al trigo y la cebada, una diferencia que señala el titular de Ausid es la experiencia y el desarrollo aplicado a lo largo de los años. La soja creció de 10 mil a más de 1 millón de hectáreas en menos de 10 años.

“La evolución ha estado en mejora genética, manejo de los cultivos, control de plagas y de malezas, grupos de madurez, se le agarró la mano a la fecha de siembra”, detalló, “pero hay otro tipo de restricciones ambientales”.

Según un estudio de INIA y CREA presentado en 2023, titulado “¿Qué define el rendimiento de soja?”, si bien se registra un “avance consistente pero pequeño en el rendimiento”, es probable “que se mantenga a este ritmo si no se levanta la restricción hídrica”.

Entre sus conclusiones también se destaca que “hay margen para estrategias de manejo adaptativas según calidad de suelo y pronóstico climático estacional para soja de primera” y que el doble cultivo “permite aumentar la productividad del sistema y sostenibilidad en largo plazo”.

Si las lluvias del fin de semana y la semana próxima se concretan para los cultivos de invierno se confirmará una quinta buena zafra consecutiva.

Para los de verano y especialmente para la soja empezará una zafra que intentará revertir una imagen de asignaturas pendientes o de una persistente “mala suerte climática” que por primera vez en este siglo genera preocupaciones sobre su futuro en Uruguay.

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Soja Uruguay Cultivos de invierno ADP Zone INIA

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