El papa Francisco, quien falleció a los 88 años, deja un legado marcado por sus profundas reformas, particularmente en el ámbito económico. Desde su elección en 2013, tras la histórica renuncia de papa Benedicto XVI, Francisco implementó una serie de cambios en la gestión financiera del Vaticano con el objetivo de hacerla más transparente, austera y socialmente responsable. Su visión de una Iglesia sencilla, cercana a los más vulnerables, también se reflejó en su gestión de los recursos de la Santa Sede.
Desde el principio de su papado, Francisco adoptó una postura crítica contra el “capitalismo salvaje” y se comprometió a hacer del Vaticano un modelo de gestión ética. En línea con sus convicciones, comenzó a auditar el Banco Vaticano (el Instituto para las Obras de Religión), ordenando el cierre de unas 5.000 cuentas sospechosas. Además, fundó el Secretariado para la Economía en 2014, con el propósito de establecer un marco de inversión más riguroso y medidas anticorrupción dentro de la Santa Sede.
A pesar de los obstáculos internos y las resistencias dentro de la Curia, Francisco continuó impulsando reformas que buscaban reducir el gasto y hacer más eficiente la administración de los fondos del Vaticano. Su determinación fue clave, y en varias ocasiones recortó salarios y suprimió bonos para los cardenales, buscando un control más estricto de los recursos.
Reformas clave en la gestión financiera del Vaticano
Una de las iniciativas más innovadoras del papa fue la creación del Secretariado para la Economía en 2014, que se encargó de reorganizar las finanzas del Vaticano, con un enfoque en la transparencia y la ética. Este organismo implementó un conjunto de reglas para las inversiones vaticanas y adoptó medidas para prevenir la corrupción dentro de la Iglesia.
El balance financiero de 2023 del Vaticano reflejó un déficit operativo de 83 millones de euros, cifra que superó el saldo negativo de 33 millones de euros en 2022. Estos números rojos, que se acumularon a lo largo de los años, se intentaron equilibrar mediante los dividendos de las inversiones, el patrimonio inmobiliario y los ingresos generados por los Museos Vaticanos. Sin embargo, la situación económica del Vaticano siguió siendo un desafío importante para el papa, quien insistió en la necesidad de alcanzar un déficit cero.
Un papado marcado por la austeridad
Uno de los mayores legados de Francisco en el ámbito económico fue su enfoque de austeridad. A pesar de las dificultades económicas, el papa se centró en reducir el gasto de la Santa Sede. En 2021, Francisco rebajó en varias ocasiones los salarios de los cardenales y suprimió los bonos que tradicionalmente recibían como parte de su sueldo. En una carta dirigida a más de 250 cardenales, Francisco expresó que el déficit cero no era solo un objetivo teórico, sino una meta alcanzable, y reclamó rigor y transparencia en la gestión de los recursos del Vaticano.
Además, Francisco se mostró muy preocupado por la situación del fondo de pensiones del Vaticano, que en 2022 registró un pasivo estimado en 631 millones de euros. Este creciente déficit del fondo de pensiones fue un tema central de su gestión económica, y el papa insistió en que era necesario tomar medidas para garantizar su sostenibilidad a largo plazo.
El esfuerzo por sanear el Banco Vaticano
Una de las reformas más significativas fue la limpieza del Banco Vaticano (Instituto para las Obras de Religión). Durante su papado, Francisco ordenó la auditoría interna de las cuentas del banco, lo que resultó en la eliminación de cuentas sospechosas y la reorganización de su estructura financiera. A través de este proceso, también se implementaron nuevas normas de inversión y medidas anticorrupción para asegurar una mayor transparencia en las operaciones del banco vaticano.
El trabajo de Francisco en este sentido no solo buscó mejorar la administración de los recursos del Vaticano, sino también establecer un modelo que sirviera como ejemplo de gestión ética y responsable. Sin embargo, este proceso no estuvo exento de dificultades, ya que algunos sectores de la Curia mostraron resistencia a los cambios que el papa promovió, en parte por el impacto que estas reformas tuvieron en los privilegios tradicionales de algunos miembros de la Iglesia.
El difícil contexto financiero y la contención de gastos
La situación financiera del Vaticano se complicó aún más en los últimos años del papado de Francisco. En 2023, el déficit operativo alcanzó los 83 millones de euros, lo que evidenció la dificultad para equilibrar las cuentas de la Santa Sede. A pesar de los esfuerzos por mejorar la gestión financiera, el Vaticano sigue enfrentando desafíos económicos importantes, como el creciente déficit del fondo de pensiones y la reducción progresiva del Óbolo de San Pedro, la tradicional colecta que recibe donaciones de los fieles de todo el mundo.
Uno de los momentos más difíciles en el ámbito económico fue el enfrentamiento que Francisco protagonizó con algunos miembros de alto rango de la Curia. A pesar de las resistencias internas, Francisco continuó impulsando reformas, como la creación de una nueva comisión para fomentar las donaciones a la Iglesia, con el fin de mejorar la financiación externa y aliviar las tensiones financieras.
A pesar de sus esfuerzos por sanear las finanzas vaticanas, el papa Francisco dejó al Vaticano en una situación financiera delicada. Los números rojos continúan siendo una constante en las cuentas del Vaticano, y los crecientes pasivos en el fondo de pensiones siguen siendo una preocupación para la Iglesia. Sin embargo, el papa logró sentar las bases para un sistema de gestión más transparente y responsable, y su enfoque en la austeridad y el control del gasto continuará influyendo en las políticas económicas del Vaticano.