14 de octubre 2024 - 20:31hs

El Premio Nobel de Economía 2024 fue otorgado a James A. Robinson, Daron Acemoglu y Simon Johnson por sus investigaciones sobre el impacto de las instituciones en el desarrollo de las naciones. El trabajo de estos economistas se ha centrado en explicar cómo las instituciones, ya sean fuertes o débiles, influyen en la prosperidad de los países. En particular, el británico James A. Robinson, coautor de libros clave como Por qué fracasan los países y El pasillo estrecho, ha estudiado en profundidad la situación de Argentina, brindando una mirada crítica sobre los obstáculos que enfrenta el país para su desarrollo económico.

Robinson ha visitado en varias ocasiones Argentina y ha dedicado gran parte de su análisis a explicar la persistente debilidad institucional que caracteriza al país. En su obra El pasillo estrecho, escrita junto a Daron Acemoglu, Robinson introduce el concepto de "leviatán de papel" para describir a Estados como el argentino. Según el economista, aunque Argentina presenta las estructuras formales de un Estado moderno, con burocracia, un sistema judicial y programas sociales, en la práctica no logra cumplir eficazmente con su función básica de proveer bienes y servicios públicos.

Este fracaso se explica, en parte, por la histórica manipulación política del Estado, que prioriza la distribución de favores y patrocinios a cambio de apoyo político, un fenómeno conocido como clientelismo. Robinson explica que este modelo argentino no encaja completamente en los tipos de Estados despóticos, ausentes o equilibrados que él y Acemoglu proponen en sus teorías. En lugar de un Estado fuerte que domina a la sociedad, como el de China, o de un Estado débil e inexistente como en Yemen, Argentina representa una combinación de un Estado débil y una sociedad débil, donde las decisiones políticas se centran en ganar lealtades en lugar de servir al interés público.

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Este clientelismo, según Robinson, está profundamente arraigado en la historia argentina, especialmente desde los primeros gobiernos de Juan Domingo Perón. La lógica detrás de esta manipulación, señala el economista, se mantiene vigente en la política actual, tanto en gobiernos peronistas como no peronistas.

Un ejemplo concreto que Robinson utiliza para ilustrar esta disfuncionalidad es el fenómeno de los "ñoquis", empleados estatales que acceden a sus puestos gracias a contactos dentro del gobierno, pero que no cumplen efectivamente con sus funciones. "Es la manipulación política del Estado, algo en lo que los peronistas son expertos, aunque también lo son todos en Argentina", afirmó Robinson en una entrevista con el Diario Perfil en 2022.

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Este fenómeno no es exclusivo de Argentina, pero, según Robinson, en países como el nuestro tiene un peso particularmente significativo. La distribución de favores y empleos públicos no solo distorsiona la economía y afecta la eficacia del gobierno, sino que también perpetúa la inestabilidad y la ineficiencia. "El Estado argentino se ve contaminado por la asignación de favores y patrocinios a cambio de apoyo político", aseguró el economista.

La paradoja de Argentina: un país con potencial, pero atrapado

A pesar de este diagnóstico crítico, Robinson mantiene que Argentina no está condenada al fracaso. De hecho, comparada con países que carecen de instituciones mínimamente funcionales, como Somalia, Yemen o la República Centroafricana, Argentina se encuentra en una mejor posición para avanzar. Sin embargo, el economista advierte que, para lograr un verdadero progreso, el país necesita reformas institucionales profundas que permitan un equilibrio entre el Estado y la sociedad, lo que él denomina un "leviatán encadenado", donde las instituciones sirvan como un contrapeso efectivo al poder político.

Robinson sostiene que una de las claves para resolver los problemas estructurales de Argentina es fortalecer las instituciones para que no sean utilizadas como herramientas políticas. Solo de esta manera se podrán crear los incentivos correctos para promover el crecimiento económico y la productividad. En su análisis, el principal obstáculo para el desarrollo de Argentina no es la falta de trabajo o esfuerzo por parte de sus ciudadanos, sino el entorno institucional que falla en generar incentivos para que ese esfuerzo se traduzca en progreso.

En cuanto a la cultura del trabajo en el país, Robinson ha sido claro: los argentinos trabajan tan duro como cualquier otra sociedad que ha estudiado. "Los argentinos trabajan igual de duro que los ciudadanos de otras naciones, pero el entorno institucional en el que se desenvuelven no está diseñado para fomentar el desarrollo económico", afirmó en la misma entrevista.

El economista sostiene que la paradoja de Argentina radica en que, a pesar del esfuerzo y el potencial de su gente, el país permanece atrapado en una estructura institucional que no promueve la competitividad ni la productividad. En cambio, perpetúa las desigualdades, dificulta el crecimiento económico y contribuye a la inestabilidad política y social.

¿Cambio o repetición?

Un punto importante que destaca Robinson en su análisis es la dificultad de romper con la lógica política tradicional en Argentina. Aunque el expresidente Mauricio Macri llegó al poder con la promesa de acabar con el clientelismo y promover un cambio en las instituciones, en la práctica repitió los patrones de sus predecesores. Robinson pone como ejemplo la designación por decreto de los jueces Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti a la Corte Suprema de Justicia en 2015, una medida que, según el economista, siguió la misma lógica que las decisiones del peronismo en el pasado.

Para Robinson, este tipo de acciones demuestran la dificultad de construir instituciones sólidas y diferentes en un entorno donde la manipulación política y el patrimonialismo están profundamente arraigados. "Macri jugó con la misma lógica de todos los demás, lo que demuestra por qué no hubo mucho progreso institucional en la Argentina durante su gobierno", afirmó el economista.

Este tipo de repetición institucional explica, en parte, por qué, a pesar de los intentos de cambiar la política argentina, el país continúa enfrentando los mismos desafíos estructurales que lo han limitado durante décadas. A juicio de Robinson, las fallas institucionales en Argentina no son solo un obstáculo para el progreso económico, sino que también reflejan un problema más profundo: la incapacidad del país para generar un entorno de incentivos que favorezca el desarrollo.

Pese a esta realidad, el economista británico sigue siendo optimista sobre el futuro de Argentina. En su análisis, el país cuenta con las bases estructurales necesarias para crecer y desarrollarse, siempre que se realicen las reformas institucionales adecuadas. "Argentina está en una posición mucho mejor que otras naciones del mundo en desarrollo, pero necesita un cambio profundo en su estructura institucional para liberar todo su potencial", concluyó Robinson.

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