En una entrevista en El Observador 107.9, Jorgelina Paula Molina Planas, nieta restituida número 25, compartió detalles de su historia personal y su perspectiva sobre la política de derechos humanos en Argentina. Hija de desaparecidos, Molina Planas cuestionó el relato oficial sobre los derechos humanos, subrayando que la historia del país no puede ser contada desde una única perspectiva. En su relato, abordó la vida clandestina de sus padres, su secuestro y su restitución, así como las implicancias políticas y personales de las decisiones tomadas por sus progenitores y las instituciones que estuvieron involucradas.
Una historia marcada por la violencia política
Jorgelina nació en agosto de 1973 en un contexto democrático, pero su vida cambió drásticamente con el accionar de la dictadura. Su padre fue fusilado en la masacre de Capilla del Rosario, y su madre, militante y en clandestinidad, desapareció junto con ella cuando Jorgelina tenía solo tres años y medio. A partir de entonces, fue separada de su familia y adoptada por otra familia bajo una identidad falsa.
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“Mis padres tomaron decisiones que pusieron en riesgo nuestras vidas, no solo la de ellos. No es solo una cuestión política, sino humana, porque se tomaron decisiones sin pensar en las consecuencias para los menores involucrados. Es una responsabilidad que, hoy con el tiempo, veo con mayor claridad", expresó Jorgelina, añadiendo que la ideología de sus padres, aunque fundada en la lucha por un ideal, no tuvo en cuenta las consecuencias que acarreaba para su hija.
La visión crítica de Jorgelina hacia la militancia de sus padres la lleva a cuestionar las decisiones políticas de su tiempo, lo que considera una muestra de ingenuidad por parte de los adultos. Para ella, la violencia nunca es la respuesta, independientemente de la causa por la que se luche. "No se puede construir un país a través de la violencia, como pensaron mis padres. Hoy, por mis hijos y por el futuro de mi país, entiendo que la violencia solo engendra más violencia", reflexionó.
El difícil camino hacia la identidad
A los tres años y medio, Jorgelina fue separada de su madre y llevada a un hogar, donde su identidad fue completamente alterada. “Me cambiaron de nombre, apellido, DNI, incluso mi lugar de nacimiento. Me hicieron vivir una vida completamente diferente, ajena a lo que yo era realmente”, relató. La familia que la adoptó, la familia Sala, fue clave en su vida durante su infancia, pero Jorgelina nunca pudo hablar abiertamente de su pasado.
Durante años, vivió en una burbuja, con una vida aparentemente normal, pero sin poder conocer su verdadera historia. "No podía hablar con mis compañeros sobre lo que estaba viviendo. Me educaron bajo una identidad falsa, mientras mi abuela paterna me buscaba incansablemente desde Suecia", recordó. La búsqueda de su abuela fue un proceso largo y doloroso, que incluyó cartas y cartas enviadas desde Suecia, pero la familia adoptiva se encargó de negar el contacto.
El reencuentro con su verdadera identidad no fue inmediato. Recién en 1984, cuando tenía 12 años, la verdad sobre su identidad comenzó a salir a la luz gracias a una denuncia de un ministro que reconoció su imagen en una foto que circulaba entre las Abuelas de Plaza de Mayo. “Fue un proceso largo y difícil, porque la familia adoptiva se opuso a todo. Se negaron a que me encontrara con mi abuela o con mi hermano biológico”, relató Jorgelina.
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La crítica al relato oficial y el apoyo a Milei
A pesar de haber vivido una historia marcada por las violaciones de derechos humanos, Jorgelina se mostró crítica del relato oficial sobre la dictadura y la política de derechos humanos promovida por gobiernos anteriores. En la entrevista, expresó su apoyo a las declaraciones de Javier Milei, quien propone una revisión más amplia y completa de la historia argentina, que incluya no solo lo ocurrido durante la dictadura, sino también las violaciones a los derechos humanos ocurridas durante la democracia.
"Me costó tanto encontrar la verdad, que cuando la encontré, entendí la importancia de que toda la historia, no solo una parte, sea conocida. No se puede seguir ocultando la violencia que hubo también en democracia. Si se habla solo de un pedazo, no estamos viendo la historia completa", afirmó, resaltando que durante los años previos al golpe de 1976 también hubo terrorismo de Estado y represión.
Jorgelina cuestionó, además, el argumento de que si no gobernaban los kirchneristas o los peronistas, vendría la dictadura. "Eso es falso. Nos han engañado con ese relato durante muchos años, y el 56% de la gente votó a Milei porque tiene derecho a elegir el rumbo que quiere para el país. Yo apoyo esa idea, porque es importante que se conozca toda la verdad", sostuvo.
En relación a la crítica que recibe por su postura política, Jorgelina afirmó que, como alguien que vivió en carne propia el dolor de la violencia política, su perspectiva debe ser respetada. "Nunca acepté ser parte de un relato único. No fui diputada, ni senadora, ni acepté cargos políticos. Mi espacio es el arte, y lo que yo expresé desde allí fue siempre mi verdad", explicó.
El arte como refugio y sanación
El arte ha sido una de las herramientas más importantes para Jorgelina en su proceso de sanación. Hoy, a través de una muestra en el Palacio Otamendi de San Fernando, presenta una recopilación de su historia personal, junto con obras de arte que reflejan su recorrido hacia la identidad y la restitución. "El arte fue lo que me permitió hacer este recorrido y sanar. No desde la violencia, sino desde la reflexión y el cuestionamiento", expresó.
La muestra, que estará abierta hasta el 8 de abril, incluye documentos, cartas y obras que dan cuenta del largo proceso de búsqueda de su identidad, una historia que, como ella misma destacó, no puede ser contada desde una sola perspectiva, sino que debe incluir todas las voces.