El presidente de Rusia, Vladímir Putin, otorgó en secreto la Orden al Valor a Anna y Artiom Dulcev, una pareja de espías rusos detenidos en Eslovenia en 2022 y posteriormente canjeados en agosto pasado en el mayor intercambio de prisioneros entre Rusia y Occidente desde 1985. La pareja tenía ciudadanía argentina y se manejó encubierta por años. Así lo reveló recientemente el canal de Telegram Agentsvo, citando una entrevista publicada en la revista Espía del Servicio de Espionaje Exterior ruso.
Conocidos en Eslovenia bajo los nombres de Ludwig Gisch y Maria Rosa Mayer Muños, llevaban una vida aparentemente normal en Ljubljana, donde administraban una galería de arte y un negocio informático. Ambas actividades servían como fachada para sus operaciones de inteligencia. En la publicación, los Dulcev relataron cómo en 2009 fueron reclutados por los servicios secretos rusos y sometidos a un riguroso entrenamiento de tres años antes de ser enviados al extranjero en 2012.
Tras ser arrestados por las autoridades eslovenas bajo cargos de espionaje y falsificación de documentos, los Dulcev admitieron su culpabilidad, lo que resultó en sentencias de prisión equivalentes al tiempo que ya habían pasado detenidos. Fueron liberados en agosto de este año como parte de un complejo intercambio de prisioneros que involucró a 15 personas retenidas en Rusia, entre ellas extranjeros, así como a un ciudadano alemán condenado a muerte en Bielorrusia.
La historia de la pareja que fingía ser argentina
La pareja rusa que usó las identidades de María Rosa Mayer Muños y Ludwig Gisch, miembros del Servicio Federal de Seguridad (FSB), vivió durante años en Liubliana, Eslovenia, haciéndose pasar por argentinos. A finales de 2022, fueron descubiertos y detenidos. A principios de agosto de este año, fueron incluidos en un histórico intercambio de prisioneros entre Rusia y Estados Unidos, el más significativo desde la Guerra Fría, según reconoció el gobierno estadounidense.
El intercambio de prisioneros incluyó a 24 personas, entre las cuales se encontraban los hijos de esta pareja, quienes habían pasado varios años en Argentina antes de ser liberados por Eslovenia. Entre los prisioneros también se contaban periodistas, opositores, agentes de inteligencia, varios condenados por espionaje y, por primera vez, activistas y defensores de derechos humanos.
En realidad, los nombres verdaderos de Muños y Gisch son Artem Dulcev y Anna Dulcev, quienes admitieron los cargos de espionaje, reconociendo su rol como "agentes encubiertos". El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, explicó que Rusia decidió incluirlos en el intercambio debido a la "amenaza real de privación de la patria potestad" que enfrentaban si permanecían en Eslovenia.
En 2012, Artem y Anna se establecieron en la Ciudad de Buenos Aires, donde se casaron nuevamente (su primer matrimonio fue en Rusia) y tuvieron a sus dos hijos. Hasta 2017, vivieron en el barrio de Belgrano, llevando una vida discreta: pagaban impuestos y enviaban a sus hijos a la escuela, como cualquier otra familia.
Obtuvieron la ciudadanía argentina tras residir en Buenos Aires y porque sus dos hijos nacieron en el país. La niña nació el 14 de junio de 2013, y el niño el 5 de agosto de 2015, ambos en el Hospital Italiano. Los pasaportes argentinos de la familia eran auténticos y sin irregularidades.
En 2017, la familia se trasladó a Eslovenia, donde se hicieron pasar por expatriados argentinos. Durante años, su vida allí pasó completamente desapercibida. Los niños asistían a la British International School, mientras que Ludwig dirigía una empresa de informática y María Rosa gestionaba un negocio de galerías de arte en línea. Sin embargo, las investigaciones revelaron que ambas empresas eran solo fachadas.
En diciembre de 2022, las autoridades eslovenas detuvieron a la pareja, quienes fueron condenados a 19 meses de prisión en Liubliana tras declararse culpables de espionaje. Tras cumplir su condena, fueron liberados el miércoles pasado. Este viernes, ambos oficiales de alto rango del servicio de inteligencia exterior ruso fueron recibidos con honores por el presidente Putin.
Una operación con impacto familiar
El regreso a Rusia de Anna y Artiom Dulcev fue recibido con gran simbolismo por el Kremlin. En el aeropuerto de Moscú, el presidente Putin saludó personalmente a los ocho prisioneros liberados. En un momento especialmente emotivo, Anna Dulceva se abrazó llorando al mandatario, quien le entregó un ramo de flores en presencia de sus dos hijos. Según el Kremlin, los menores, nacidos y criados en el extranjero, no sabían que eran rusos ni conocían quién era Putin hasta el vuelo de regreso desde Ankara.
En la entrevista para Espía, Artiom Dulcev destacó las dificultades que enfrenta su familia tras el retorno a Rusia, incluida la necesidad de que los niños se adapten al idioma y al entorno cultural. “Ahora lo importante es ayudar a los niños a adaptarse y a aprender el idioma. También queremos enseñarles nuestro precioso país. Después, evidentemente, estaremos preparados para continuar el servicio. Aún hay muchas cosas que queremos hacer”, expresó.
El sacrificio personal y familiar fue una constante en la vida de los Dulcev como agentes clandestinos. Según revelaron, el mantenimiento de su identidad falsa fue una prioridad, incluso a costa de la inocencia de sus hijos, quienes crecieron como católicos hispanohablantes y estuvieron inmersos en la cultura latinoamericana durante su vida en el extranjero. Este nivel de compromiso subraya la complejidad de las operaciones de espionaje internacional y las repercusiones en las dinámicas familiares.
Red de espionaje y tensiones internacionales
La detención de los Dulcev en 2022 y su posterior intercambio pusieron de manifiesto la sofisticación y el alcance de la red de espionaje ruso en Europa. Eslovenia, un país estratégico debido a su acceso a otros estados del continente, fue un punto clave en las operaciones de inteligencia rusas, lo que generó preocupación en la comunidad internacional.
El caso de los Dulcev no es un hecho aislado. Entre los liberados por Rusia en el intercambio de agosto figuró el ciudadano español de origen ruso Pablo González, quien trabajó como periodista en Polonia y fue encarcelado durante dos años bajo sospecha de espionaje. Este episodio refuerza las tensiones entre Rusia y los países occidentales, que intensificaron sus medidas de contrainteligencia frente a una Rusia cada vez más activa en la arena del espionaje global.
En el contexto geopolítico actual, donde las tensiones entre Moscú y las capitales occidentales alcanzaron niveles críticos, el caso de los Dulcev es un recordatorio del continuo enfrentamiento en el ámbito de la inteligencia. Mientras el Kremlin celebra el retorno de sus agentes como un triunfo, las preocupaciones sobre la efectividad de las medidas de seguridad en Europa persisten, dejando entrever la complejidad de las dinámicas de poder y las estrategias detrás del espionaje internacional.
Anna y Artiom Dulcev, reconocidos ahora como héroes en su país, expresaron su gratitud hacia Vladímir Putin por su liberación y afirmaron su disposición para continuar sirviendo a Rusia. La confesión tardía a sus hijos sobre su verdadera identidad, sin embargo, deja un desafío personal para esta familia que, tras años en el extranjero, debe ahora reconstruir su vida en un entorno profundamente diferente al que conocieron durante su clandestinidad.