Hace más de cien años, un ingeniero llamado Frederick Taylor transformó la manera en que se trabajaba en las fábricas. Antes de Taylor, un obrero fabricaba un producto entero: por ejemplo, si hacían zapatos, cada persona fabricaba el zapato completo, desde el primer corte del cuero hasta el último detalle. Taylor pensó que esto era muy poco eficiente, entonces propuso dividir el trabajo en pequeñas partes que cada obrero hiciera una y otra vez. Uno ponía los cordones, otro cosía suelas, otro pegaba el cuero. Y además, Taylor medía todo con un cronómetro para controlar cuánto tiempo exacto tomaba cada acción. A esto se le llamó “Taylorismo”.
Hoy, un siglo después, ocurre algo similar, pero ahora el Taylorismo ya no está en las fábricas de zapatos ni en las cadenas de montaje. Está en las oficinas, frente a computadoras y pantallas. Este fenómeno se llama "Taylorismo digital". Por ejemplo, imagina una empresa cualquiera donde tu trabajo consiste en estar sentado frente a la computadora. Hasta hace poco, podías trabajar sin mucha vigilancia, cumpliendo objetivos generales. Ahora, con el Taylorismo digital, la computadora registra cada clic, cada pausa, cada correo que envías. En un call center, por ejemplo, un programa escucha cada conversación telefónica, analiza las palabras que usas, el tono de tu voz y los segundos exactos que tardas en responder para medir y evaluar tu rendimiento. Así, los trabajadores se sienten constantemente observados, evaluados y presionados.
Naturalmente, esta vigilancia genera miedo y estrés, los empleados sienten que son juzgados a cada segundo por un jefe invisible. Esto preocupa, pero en realidad no tiene demasiada importancia a largo plazo. ¿Por qué? Porque el Taylorismo digital no es más que un paso intermedio, algo pasajero, antes de que el trabajador humano sea completamente reemplazado por la inteligencia artificial (IA). La batalla real no es entre empleados vigilados y máquinas, sino directamente entre humanos y máquinas inteligentes. Y esta batalla ya está perdida.
Imaginemos a un empleado cuyo trabajo es revisar contratos todo el día. Con Taylorismo digital, cada contrato revisado se mide en tiempo y calidad para mejorar la eficiencia. Pero pronto, una IA hará el mismo trabajo, revisando miles de contratos por minuto, sin errores ni cansancio. ¿Puede un humano competir con eso? No, es imposible.
Esto ya pasó antes en la historia: cuando apareció el automóvil, las personas intentaban competir mostrando que los caballos podían ser tan rápidos como los autos. Al principio parecía posible, pero rápidamente quedó claro que no lo era. El automóvil era superior en todo sentido, y así desaparecieron los carruajes. Lo mismo sucede ahora: podemos intentar competir contra la IA, demostrar que somos tan buenos o mejores, pero simplemente no lo somos. El ser humano no puede competir con una máquina que no se cansa ni se distrae.
El Taylorismo digital hoy nos da la ilusión de que podemos competir con la tecnología, nos obliga a mejorar constantemente y a medir cada segundo. Pero no importa cuánto lo intentemos: al final, la IA nos superará.
Las cosas como son
Mookie Tenembaum aborda temas de tecnología como este todas las semanas junto a Claudio Zuchovicki en su podcast La Inteligencia Artificial, Perspectivas Financieras, disponible en Spotify, Apple, YouTube y todas las plataformas.