Un número creciente de investigadores y filósofos explora una hipótesis que cuestiona la naturaleza de la realidad: la teoría de la simulación. Esta idea sugiere que vivimos en un universo artificial, dentro un programa de computadora controlado por una civilización superior. Aunque pueda parecer ciencia ficción, tiene adeptos en círculos académicos y científicos, y plantea numerosas preguntas sobre nuestra existencia.
El físico y astrónomo estadounidense, George Smoot, expone que, dada la velocidad del avance tecnológico, no es descabellado pensar que en algún momento será posible crear simulaciones tan detalladas como la vida real. “¿Los humanos producirán simulaciones realistas? La respuesta es sí”, afirmó Smoot en una charla TED, explicando que el progreso de la computación podría llevarnos a replicar la complejidad de la existencia humana en entornos virtuales. El ganador del premio Nobel de Física en 2006 observa que la evolución de los videojuegos, desde el simple Pong hasta experiencias inmersivas actuales, ilustra lo rápido que avanzan las tecnologías y que en el futuro podríamos descargar nuestras mentes en computadoras y experimentar una “realidad artificial”.
Smoot también describe versiones populares de la hipótesis de la simulación, como la imagen de un alienígena adolescente que “juega” con los seres humanos en una consola como nosotros lo hacemos con “Los Sims”, o de un científico que observa a una civilización simulada desde un laboratorio. Sin embargo, su enfoque científico va más allá de estas imágenes anecdóticas. “A menudo pienso que la hipótesis de la simulación es trivialmente cierta en el sentido de que la realidad es obviamente el resultado de una operación de cálculo en la que el universo se procesa a sí mismo de acuerdo con las leyes físicas”, explica Smoot. La verdadera incógnita, añade, es si existe “un agente, una inteligencia, una mega-conciencia o algo parecido detrás de la simulación, y si ese mega-algo interviene intencionadamente”.
El filósofo sueco Nick Bostrom, en su ensayo “¿Estás viviendo en una simulación de computadora?”, propone que, en un futuro, las civilizaciones avanzadas tendrán la capacidad de simular la existencia de sus antepasados de forma tan detallada que las "personas" en esas simulaciones podrían ser conscientes de sí mismas. “Supongamos por un momento que estas predicciones son correctas. Una cosa que las generaciones posteriores podrían hacer con sus computadoras superpoderosas es ejecutar simulaciones detalladas de sus antepasados o de personas como sus antepasados”, escribe Bostrom. La probabilidad de que un ser humano forme parte de una de estas simulaciones, sugiere, aumenta con la multiplicación de simulaciones. “Entonces podría darse el caso de que la gran mayoría de mentes como la nuestra no pertenezcan a la raza original sino a personas simuladas por los descendientes avanzados de una raza original”, explica.
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Según algunos investigadores, el cerebro humano podría estar "conectado" a una simulación.
Según Bostrom, aceptar que estamos en una simulación tiene implicancias filosóficas profundas. “Si no pensamos que actualmente vivimos en una simulación por computadora, no tenemos derecho a creer que tendremos descendientes que ejecutarán muchas simulaciones de este tipo de sus antepasados”, concluye el filósofo, invitando a cuestionar nuestra percepción de la realidad.
La teoría de la simulación: entre la ciencia y la filosofía
La científica argentina Gladys Vanesa Fernández, en diálogo con El Observador, compartió su análisis sobre la teoría de la simulación a la luz de los argumentos de Bostrom. Fernández observa que el avance en la capacidad computacional permitiría a las civilizaciones simular realidades enteras, lo cual podría significar que hay más universos simulados que reales. “Estadísticamente, tendríamos más posibilidades de vivir en una de esas simulaciones que en un único universo original”, explica, quien además menciona que esta idea conecta con el concepto de John Wheeler de que el universo podría estar hecho de información en lugar de materia, lo que el físico denominó “It from bit”. Según la profesora adjunta de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata, algunos fenómenos de la física cuántica podrían interpretarse como límites de una simulación.
El empresario Sam Altman, líder en el desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA), se adhiere a las ideas relacionadas con la teoría de la simulación desde una perspectiva transhumanista. “La fusión de los seres humanos con la tecnología ya ha comenzado. Y una fusión es nuestro mejor escenario. Porque cualquier versión sin fusión tendrá conflictos: esclavizamos a la IA o ella nos esclaviza a nosotros”, sostiene el actual director ejecutivo de OpenAI. Y en una interpretación más audaz, plantea: “La versión más loca de la fusión es que subimos nuestros cerebros a la nube”.
David Chalmers, uno de los filósofos contemporáneos más influyentes, sostiene que los mundos virtuales, a pesar de su creación digital, pueden considerarse reales. “Los mundos virtuales son reales. Los objetos virtuales son reales. No son lo mismo que los objetos no virtuales, pero una silla virtual se crea por procesos digitales, al igual que una silla física está hecha de átomos y de quarks”, explica. Además, señala que cualquier intento de demostrar que no vivimos en una simulación hecha por computadora podría resultar inútil, ya que “cualquier evidencia de la realidad ordinaria podría simularse”.
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Científicos y filósofos plantean la posibilidad de que nuestra realidad es solo una entre muchas otras simuladas.
La física Zohreh Davoudi, de la Universidad de Maryland, analiza la teoría de la simulación desde una perspectiva empírica, sugiriendo que, si nuestro universo fuera simulado, podríamos detectar "fallos" en la reproducción de la realidad. La científica plantea que “si el universo es una simulación, los cambios en las constantes fundamentales de la física podrían ser detectables”. Por ejemplo, si una simulación debe corregirse periódicamente, podría haber ligeras variaciones en las constantes de la naturaleza o en el espacio-tiempo, aunque hasta el momento las limitaciones como la escala de Planck dificultan la observación a niveles más profundos.
El transhumanista italiano Giulio Prisco también aporta su visión sobre la teoría de la simulación, comparándola con un juego en el que los humanos somos personajes de un mundo ficticio. “Creo que, por un lado, la hipótesis de la simulación es una simple metáfora intuitiva de una realidad que probablemente sea mucho más extraña y esté irremediablemente más allá de nuestra imaginación actual. Pero, por otro lado, la hipótesis de la simulación es una imagen mental coherente y útil de la realidad”, sostiene Prisco. Además, para apoyar este pensamiento, argumenta que la realidad virtual está en una etapa temprana, similar a la de internet en sus inicios: “La realidad virtual está en una fase similar a la de la web de los primeros años noventa, cuando solamente las empresas más innovadoras y con más conocimiento de la tecnología habían entendido la inmensa capacidad de la nueva tecnología”.
Implicancias éticas y filosóficas de una realidad simulada
Si bien la teoría de la simulación es puramente especulativa, sus implicancias éticas y filosóficas invitan a una profunda reflexión. Gladys Vanesa Fernández destaca que, si vivimos en una simulación, podrían surgir preguntas sobre el valor de nuestras acciones y el peso moral de nuestras decisiones. “Si nuestras vidas son solo parte de un programa, ¿nuestros valores y nuestras decisiones siguen teniendo peso moral?”, pregunta. La investigadora advierte que, aunque podamos estar en una simulación, la ética no debería verse comprometida, ya que las experiencias y el sufrimiento que vivimos son reales para nosotros. “La confirmación de una simulación cambiaría la forma en que entendemos la realidad. La percepción de realidad se fragmentaría y surgiría una dualidad entre lo que vemos y lo que es real”, añade, observando que nuestra identidad y autonomía se verían cuestionadas, planteando dilemas sobre la responsabilidad moral de nuestros "creadores".
Aunque no existen pruebas concluyentes que demuestren que vivimos en una simulación, esta teoría desafía nuestra comprensión de la realidad y nos invita a imaginar que podrían existir verdades aún más profundas sobre el universo. Explorar esta hipótesis, en la intersección entre la ciencia y la filosofía, representa no solo un ejercicio intelectual, sino también una invitación a expandir los límites de nuestro conocimiento y a considerar hasta dónde pueden llevarnos nuestros descubrimientos sobre la existencia misma.
En definitiva, la teoría de la simulación plantea interrogantes filosóficos y éticos sobre el valor de la conciencia, de la libertad y del propósito de nuestras vidas. Si la existencia fuese el resultado de una simulación, deberíamos confrontar la posibilidad de que el vasto y complejo universo que habitamos sea un experimento de una inteligencia superior. Esta idea, aunque especulativa, impulsa la reflexión sobre el significado de ser humano y sobre los límites de nuestra percepción de la realidad. Y en última instancia, invita a cuestionarnos hasta qué punto realmente comprendemos la naturaleza de lo que consideramos "real".