22 de abril 2025 - 15:25hs

Dicen que los queremos más que los que ellos a nosotros. Dicen que Gardel y el dulce de leche nos enfrenta, claro, porque “somos rivales y hermanos” como escribe y canta Jaime Roos. A veces parecidos, a veces diferentes. Como los presidentes que tuvieron ellos, los uruguayos y nosotros, los argentinos. Ellos a Yamandú Orsi y nosotros a Javier Milei. Ellos con los partidos más viejos del mundo y una izquierda integrada al sistema unificado en el Frente Amplio. Nosotros, nosotros……

De Orsi es que vamos a hablar. A veces a los argentinos nos cuesta entender que el mundo no funciona siempre en blanco y negro, que entre el día y la noche está la tarde. Bien claro, en Uruguay, el gris se vende en las pinturerías y la tarde existe. Por eso no es llamativo, para nada, que el presidente del país vecino se tomara unos días en su primera crisis de gobierno para aceptar la renuncia de su ministra de Vivienda, Cecilia Cairo, militante del MPP, el sector del jefe de Estado.

Estuvo 45 días en el cargo y dimitió tras una información difundida en un radio. Cairo dejó el cargo tras reconocer que su casa y la de sus hijos estaba construido en un terreno que le pertenecía. Pero que nunca había regularizado ni el terreno ni las obras de las casas, la de ella y las de sus hijos, que allí se habían construido. Es decir, no había pagado los aportes a seguridad social por esas construcciones, tampoco el Impuesto a Primaria. La jerarca reconoció de inmediato su “error”.

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Cairo – que retomará su banca en Diputados- adujo en su defensa que la situación de ella era la misma que la de decenas de miles de uruguayos. Desde la oposición, pero desde la propia izquierda también, se dijo que como funcionaria a cargro del área de Vivienda y con responsabilidades anteriores en esa cartera ella debería predicar con el ejemplo.

Ahí los hechos. En una rueda de prensa que dio en su casa Cairo dijo, al comienzo de este episodio, que no pensaba renunciar. Tres días después el presidente Orsi le aceptó la dimisión. Si renunció o la “renunciaron” quedará para más ver, pero lo concreto es que el presidente resolvió. Será tema de los periodistas uruguayos indagar los contornos y los ejes de este caso.

Los que conocen a Orsi saben –lo volvió a demostrar ahora- que el presidente uruguayo no funciona en base a impulsos primarios ni opera en base a “manija” de colaboradores cercanos. Se toma su tiempo, procesa, mide y actúa con la precisión propia de un cirujano, de esos que no fallan.

El contraste con Argentina es notorio. Hace menos de 12 horas, en medio de la madrugada, el gobierno que comanda Javier Milei despidió a Francisco Sánchez Gamino, funcionario de la Jefatura de Gabinete, que fue salpicado por un supuesto escándalo de corrupción que tiene como epicentro a San Lorenzo y que sacude al fútbol argentino.

Las diferencias están claras. Orsi actuó como reclama la historia y con los tiempos que impone la tradición política uruguaya. Sintonizó con la opinión pública, ejerció la autoridad. Se mostró lejos de la impronta de una monarca y sentenció que era “tema resuelto”. Acciones como las tomadas por Orsi, no a la ligera, no hacen más que corroborar que es el capitán del barco que el Uruguay eligió porque lo necesita.

Para quienes invierten, para quienes arriesgan, para quienes generan trabajo es la confirmación plena que el barco transita por aguas calmas y que cuando osan embravecerse hay respuesta clara y segura. Ahh… les dejamos el dulce de leche pero Gardel es nuestro, es argento.

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