4 de octubre 2024 - 10:57hs

Lamentablemente Ema, una adolescente del conurbano bonaerense, con tan solo 15 años terminó con su vida 24 horas después de que un video íntimo se viralizara sin su consentimiento. El video la mostraba manteniendo relaciones sexuales con otro menor de edad.

Cyberflashing, trolling, upskirting, sextortion, cyberbullying o pornovenganza parecen términos lejanos, de los que probablemente Ema no escuchó nunca; o quizás sí, pero que al igual que su mamá no tuvo a dónde acudir para pedir ayuda y manejar la crisis a la que fue sometida y que desencadenó su decisión. Probablemente una avalancha de sentimientos negativos, vergüenza, sorna, comentarios hirientes y dolorosos la atravesaron y cooptaron, sumiéndola en la desesperación, sin contención ni respaldo que le explicara que en solo dos días se viralizaría otro contenido y su video íntimo desaparecería instantáneamente de la escena para siempre.

Cada vez es más obvio, más marcado: estamos conectados el 45% del tiempo que permanecemos despiertos. Este patrón se acentúa más en los menores, que encuentran en la pantalla un medio de vida y de aceptación social. Todo lo experimentan allí, incluso en “sexting” que consiste en fotografiarse y filmarse en situaciones de desnudez, eróticas o sexuales, sumamente extendido y común entre jóvenes de entre 13 y 21 años. Esta es la base de la práctica de voyerismo digital y las posteriores consecuencias de su viralización.

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En algunos países el suicidio está aumentando entre los jóvenes sin respuestas claras. En Estados Unidos el joven Ben Salas, de 21 años y aspirante a atleta olímpico, se suicidó en abril de 2023. Su muerte fue una de las 50.000 por suicidio ocurridas en ese país en el año 2023, la cifra más alta jamás registrada en la historia.

En 2022, el director general de Servicios Sanitarios de Estados Unidos emitió un aviso de salud pública sobre el creciente número de jóvenes que intentaban suicidarse, destacando las redes sociales y la pandemia, que exacerbaron las tensiones sin precedentes al que ya enfrentaban. Las llamadas a una línea nacional de ayuda para el suicidio con más de 200 centros, aumentaron en 100.000 por mes solo en un año. Muchas llamadas provienen personas desde los 15 años hasta los 40, y de estudiantes universitarios.

En la Argentina el suicidio es la segunda causa de muerte entre adolescentes. Los problemas familiares, el acoso escolar, el cyberbullying, la depresión, la identidad sexual, la ansiedad y el consumo de drogas son algunas de las causas de esta problemática social, afectando a chicos de entre 15 y 19 años. Es una de las principales causas de muerte entre los adolescentes de esta edad en todo el mundo, en promedio, un joven menor de 20 años muere por suicidio cada semana en los Países Bajos.

Una investigación de los EEUU sugiere que un aumento en las conductas suicidas entre los adolescentes puede atribuirse en parte a un aumento en el tiempo frente a las pantallas de los nuevos medios pero, además, ser víctima de cyberbullying está asociado con la autolesión y el intento de suicidio. A los jóvenes la muerte les produce inquietud y curiosidad, indagan y buscan imágenes sobre autolesiones en internet, comparten su dolor y buscan ayuda en las redes. Muchos de ellos se expresan y plantean un diálogo interno autodestructivo -“nadie me quiere, no le intereso a nadie, si no existiera nadie lo notaría”- y pueden llegar a pensar que lo mejor es quitarse la vida.

Aquellos que evidencian y expresan dependencia y uso excesivo de las redes sociales suelen ser descriptas como personas socialmente inseguras. Sus interacciones con usuarios en las redes afectan su estado de ánimo tanto como las interacciones en la vida real.

Hoy una familia promedio tiene entre 4 y 6 dispositivos en su hogar. El uso de la tecnología cambió radicalmente la forma en que vivimos: el 80% de las personas reconoce que pierde horas de descanso y sueño a manos de la dependencia que genera el sentimiento de permanente alerta y, en ocasiones, urgencia por saber y conocer las notificaciones que llegan. Además, revisar el celular durante los primeros 3 minutos al levantarse y antes de iniciar cualquier actividad provoca un bombardeo de estímulos generando una dinámica de ansiedad y estrés.

Estamos pendientes de las redes sociales, todo el día, todo el tiempo, durante la cena y a altas horas de la noche, pasando hasta ocho horas al día navegando. Muchos jóvenes tienen factores comunes: comportamientos sedentarios, sentimientos de ansiedad y soledad, una reducción de las interacciones físicas, cara a cara, problemas para dormir y problemas escolares. El contenido que provoca sentimientos de angustia en los adolescentes está a la orden del día: desde citas y “memes” deprimentes hasta representaciones gráficas de autolesiones y suicidio.

Es demasiado fácil encontrar información sobre cómo morir por suicidio, algunos sostienen que los jóvenes podrían obsesionarse con la autolesión y las conductas suicidas al verse constantemente reflejados en las experiencias de otros usuarios.

El cyberbullying, los desafíos, la comparación social y la imitación pueden provocar y agravar los pensamientos negativos. La influencia de las redes sociales en la salud mental y los pensamientos y comportamientos suicidas fueron ampliamente estudiados, sin embargo, según algunos especialistas no hay evidencia empírica de su posible vinculación con los suicidios de adolescentes. En el caso de Ema, el recurso tecnológico y la ausencia de conciencia sobre las posibles consecuencias fueron determinantes para el desenlace.

Las redes sociales son omnipresentes y están estrechamente relacionadas con la vida de las personas. Mientras que en los adultos existe una clara dicotomía entre las interacciones sociales online y la real, esta distinción es menos evidente en los jóvenes.

Es necesario fomentar la concientización y educación de los padres y las instituciones educativas en el uso de las redes sociales por parte de los jóvenes. Las plataformas y su responsabilidad de “moderación” debe ser analizada y regulada, y las fuerzas vivas deben pugnar por la creación de instrumentos legislativos acordes a una nueva problemática.

La falta de educación, la obsolescencia de las leyes y la no fiscalización de las plataformas son definitivamente la raíz del problema. Los hechos de violencia online parecen pasar desapercibidos para todos menos para las víctimas. Utilizar la tecnología para cualquier tipo de violencia debe ser un delito.

Lo vemos y experimentamos a diario. Las víctimas lo sienten, desde haters, hasta el abuso de menores y el acoso y la violencia contra las mujeres. El principal agresor de Ema tendría 14 años, pero una cadena interminable de participantes facilitó el contenido en redes sociales y en grupos de Whatsapp, sin registro del daño que causaban, dando rienda suelta a un impulso “tech”, una invitación liviana y superficial, que no tiene vuelta atrás y es tristemente irreversible.

Datos útiles:

- 0800 999 0091: Línea nacional de Argentina para orientación y apoyo en urgencias de salud mental. Gratuita, disponible las 24 horas, los 365 días del año y confidencial.

- 135: Desde CABA o GBA.

- 0800 345 1435: Centro de asistencia al suicida (CAS), ONG atendida por voluntarios durante más de 50 años. Gratuito, disponible todos los días del año, de 8 a 00:00 hs y confidencial.

- 0800 333 1665: Salud mental responde. Solo para personas de CABA, gratuito, disponible las 24 horas, los 365 días del año y confidencial.

- 0800 222 5462: Subsecretaría de Salud Mental, consumos problemáticos, provincia de Buenos Aires. Para la provincia de Buenos Aires, gratuito, disponible las 24 horas, los 365 días del año y confidencial.

Temas:

salud mental suicidio depresión cyberflashing

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