Como Kill Bill, Terminator o Shrek, Donald Trump retornó para su secuela. Nuevamente estará a cargo del destino político de los Estados Unidos y, por qué no, del mundo. Un estilo de liderazgo personalista, áspero en su vocabulario y sin medias tintas en sus posturas políticas triunfó en las elecciones norteamericanas. ¿Cómo interpretar este suceso desde la teoría del liderazgo? Vamos a ensayar algunas reflexiones sobre el tema.
Una primera mirada está vinculada a los valores. Hablamos en ocasiones anteriores de cómo el liderazgo adaptativo tiene muchísimo que ver con gestionar el cambio en el ADN de las organizaciones o, en este caso, del país. Trump, parecería ser, logró representar para los votantes estadounidenses una reafirmación de la imagen más tradicional y arraigada de la nación; un reaseguro de que America seguirá siendo America frente a la incertidumbre global y el avance de la cultura woke (que, dicho sea de paso, Kamala Harris y el gran arco de figuras de Hollywood que la apoyaron se encargaron de resaltar).
Trump, hombre, blanco, padre de familia, exitoso bajo las reglas del capitalismo más puro, cocinando papas fritas en un McDonald’s para burlarse de Harris, es sin dudas el epítome de la imagen, casi caricaturesca, de lo que es el ser nacional estadounidense.
Incluso viendo las estadísticas entre los más jóvenes, a los que Harris apostó fuerte con su defensa del aborto legal, podemos afirmar que temáticas como llegar a fin de mes, alquilar, o cualquier otra situación material terminaron siendo más fuertes. Tanto es así que Harris sólo sacó un 13% más de votos entre los jóvenes que Trump, comparados a los 24 puntos de diferencia que había sacado Biden en 2020. Viendo esta situación desde el liderazgo adaptativo, es claro que Kamala no logró empatizar con los verdaderos miedos que los votantes estadounidenses sintieron al momento de ir a las urnas; mucho menos ofrecerles soluciones concretas.
Alexandria Ocasio-Cortez
Alexandria Ocasio-Cortez, del ala más radical del Partido Demócrata, mostró en sus redes cómo variosvotantes que la votaron a ella como diputada votaron a Trump para presidente, exactamente en el otro extremo ideológico. Tanto ella como Trump eran percibidos como reales y cercanos a las clases trabajadoras, mientras que los candidatos demócratas eran percibidos como parte de una élite, lejana en ideas, preocupaciones y hasta vocabulario.
AFP
En una segunda línea de análisis, podemos hablar de un concepto con el que ya estamos familiarizados en la Argentina: la casta. Alexandria Ocasio-Cortez, dirigente del ala más radical del Partido Demócrata, mostró en sus redes cómo varios de sus votantes (es decir, que la votaron a ella como diputada) votaron a Trump para presidente, exactamente en el otro extremo ideológico. La matriz de análisis de la Ciencia Política, en llamas.
Sin embargo, los votantes de AOC esgrimieron sus argumentos: tanto ella como Trump eran percibidos como reales y cercanos a las clases trabajadoras, mientras que los candidatos demócratas eran percibidos como parte de una élite, lejana en ideas, preocupaciones y hasta vocabulario. Harris, en estos términos, era la representante de la casta, obsesionada por el poder en lugar del bienestar de los ciudadanos. Siguiendo esta mirada, los estadounidenses buscaron un líder que pudiera propiciar un cambio de fondo: barrer a la casta y completar el “drenaje del pantano” prometido por Trump en su primera presidencia. Otra forma de decirlo: dime a quien apoya el establishment, y te diré a quien no apoya el pueblo.
En tercer lugar, es necesario ampliar el foco más allá del día de la elección y mirar cómo llegaron ambos líderes a la campaña. Es fundamental reconocer que el liderazgo de Trump en el Partido Republicano no se construyó de un día para el otro (o en 107 días como la campaña de Kamala Harris). Por el contrario, Trump barrió con sus oponentes en la primaria del partido luego de cuatro años de construcción sostenida de apoyos, centralidad en los medios incluso aprovechando sus numerosas causas judiciales y posicionamiento en la agenda política como opción polarizante contra los demócratas. ¿Nos suena a alguien en Argentina?
El ejercicio del liderazgo, claro está, requiere de legitimidad y Harris, opción improvisada frente al declive de Joe Biden, inició su campaña llena de cuestionamientos. Nuevamente, el foco en las internas palaciegas de Washington versus la recorrida sin cesar de los estados en disputa, mano a mano con los votantes.
A la luz de las teorías del liderazgo, hay muchísimos aprendizajes si los líderes políticos desean no solamente ganar elecciones sino, fundamentalmente, movilizar apoyos para lograr mejores resultados para el bienestar general.