Lo que presenciamos hoy miércoles no tiene precedentes en la historia de la Argentina: la primera condena firme a una ex presidente y vicepresidente en ejercicio. Cristina Fernández de Kirchner ha sido sentenciada a seis años de prisión en suspenso e inhabilitación para ejercer cargos públicos. Un fallo que marca un antes y un después en nuestra historia y que, más allá de los argumentos de sus defensores, deja claro que los delitos de corrupción no quedan impunes.
Cristina no irá a prisión de inmediato, dado que le queda una apelación ante la Corte Suprema, pero hoy, este hecho quedará registrado en los manuales. No hay marcha atrás: cuando nuestros nietos estudien la historia argentina, leerán sobre una ex presidenta que, además de sus obras, terminó condenada por hechos gravísimos de corrupción.
Este fallo abarca mucho más que su inhabilitación: también impone el decomiso de 84.300 millones de pesos, unos 83 millones de dólares, que deberán depositarse en la Justicia en diez días. Y eso no es todo: la condena alcanza a varios miembros clave del Ministerio de Planificación y Vialidad, mientras que Julio De Vido, para variar, queda fuera de la sentencia.
El escándalo Lázaro Báez: un entramado de corrupción descarada
Para quienes aún dudan de la validez de las pruebas o repiten como loros que no las hay, los hechos están sobre la mesa. Lázaro Báez amasó una fortuna que le permitió adquirir 400.000 hectáreas de tierras en Santa Cruz, el equivalente a 20 veces la Ciudad de Buenos Aires o siete ciudades de Madrid. Además, sumó a su patrimonio 3.000 inmuebles y 1.000 bienes muebles, un nivel de opulencia difícil de justificar para un simple monotributista cuyo único mérito era ser amigo de Néstor Kirchner.
Este entramado comenzó con la fundación de Austral Construcciones apenas 20 días antes de que Néstor Kirchner asumiera como presidente. Desde ese momento, y con la ayuda estatal, Lázaro absorbió competidores y monopolizó las licitaciones públicas, a veces ganándolas por decreto. No importaba si su empresa tenía la capacidad para cumplir las obras. Los registros viales mostraban maquinaria "construyendo" en dos rutas diferentes al mismo tiempo en dos puntos opuestos del país, una clara evidencia de fraude.
No fueron una ni dos las operaciones comerciales entre los Kirchner y Lázaro Báez. Hubo al menos 18 intercambios documentados, incluyendo permutas, alquileres, concesiones y préstamos. Este nivel de relaciones financieras no es casual, es parte de un esquema deliberado de cooperación corrupta, o como lo llamaba el fiscal Diego Luciani, el "Plan Limpiar Todo". La idea era clara: borrar cualquier evidencia comprometedora para garantizar la impunidad.
Los mensajes entre José López y otros altos funcionarios muestran cómo se organizaba este plan para blanquear los fondos robados. Basta recordar la bóveda pintada que Lázaro mostró en una conferencia en 2013 o los 300.000 dólares en efectivo escondidos en la casa de Víctor Manzanares, el contador de los Kirchner, en un episodio digno de una novela de suspenso.
Complicidades y encubrimientos: una red de impunidad extendida
Este sistema de corrupción no habría sido posible sin un encubrimiento sistemático. Funcionarios de la AFIP que investigaron el origen de la fortuna de Báez fueron apartados, y en 2008 se promulgó una ley de blanqueo que permitió lavar buena parte de los fondos desviados. En ese mismo momento, el juez Julián Ercolini se negó a actuar en la causa, dilatando el proceso y permitiendo que los involucrados cubrieran sus huellas.
Sin embargo, el cerco judicial finalmente se cerró. Hoy, esta sentencia pone fin a 20 años de corrupción institucionalizada y es el resultado de un trabajo de investigación periodística y judicial incesante. Como periodistas, fuimos testigos y denunciantes de estos hechos, enfrentando obstáculos y ataques, y recordando siempre a quienes se jugaron la vida y la reputación en esta lucha.
Quiero destacar el trabajo de periodistas como Jorge Lanata, cuya coherencia y valentía mantuvieron viva la investigación. Lanata, a quien respeto y admiro, nunca dudó en enfrentar a los poderes más oscuros, aun cuando su propia vida estuvo en juego. Hoy, la historia le da la razón.
Este es un día histórico para Argentina, un día que marca un mensaje claro: la corrupción no será tolerada. Cristina Fernández de Kirchner y sus cómplices no escaparán del juicio de la historia, porque la Justicia finalmente ha hablado.