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10 de octubre 2024 - 14:26hs

Escribe Verónica Raffo

Tuve el honor de haber sido una de sus Fundadoras y Presidenta y cuando empezamos con esta aventura, nunca imaginé el efecto tremendamente transformador y el impacto personal que recorrer este camino iba a generar en mi vida y en la de tantas otras mujeres.

Hoy parece casi una obviedad sostener la importancia de avanzar en el liderazgo y las oportunidades para las mujeres en el mundo del trabajo y los negocios. Sin embargo, hace 15 años, para Uruguay eran ideas novedosas por no decir casi revolucionarias.

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Existía en ese momento una especie de convencimiento general y conformista de que nuestro país había sido de avanzada al consagrar tempranamente el voto de la mujer y que era suficiente con tener una legislación de igualdad de derechos evolucionada, para lograr equidad en la vida real. Poco se hablaba de la equiparación salarial, de oportunidades económicas y de desarrollo profesional y empresarial de las mujeres. No existía en el sector privado una consciencia de las barreras externas e internas que las mujeres enfrentaban a la hora de trabajar o emprender y sobre como esto estaba impactando en la participación de las mujeres en el mundo empresarial y en forma agregada, en la economía del país.

Por eso no fue fortuito que la decisión de fundar OMEU vino de la mano del contagio positivo de entusiasmo de una organización internacional y pionera como FCEM, de origen francés y que está presente en más de un centenar de países. Casi como sin darnos cuenta, nos vimos influenciadas por mujeres que nos iniciaron en el manejo de datos y conceptos que nos permitían hacer un análisis más realista sobre el estado de avance de Uruguay en estos temas y que, principalmente, nos convencían de la importancia de generar sororidad. La sororidad entendida como ese lazo solidario entre mujeres capaz de impactar en la dimensión personal y sobre todo, capaz de generar un avance colectivo en términos de empoderamiento y participación económica de la mujer.

Esta iniciación influyó en mí a varios niveles. Primero, me hizo tomar consciencia profunda de la desigualdad de oportunidades que existían entre hombres y mujeres a nivel social y de las organizaciones y también, de las barreras externas e internas que las mujeres enfrentábamos a la hora de emprender. Segundo, me hizo obsesionar con la búsqueda y análisis de datos y estudios internacionales que mostraran esa realidad desbalanceada en forma objetiva, explicaran sus razones, mostraran los riesgos asociados a la lentitud social del cambio y nos ilustraran sobre buenas prácticas a ejecutar y difundir. Aprender y profundizar sobre estos temas fue lo que me permitió llevar adelante una tercera dimensión: la decisión consciente de convertirme en un agente de cambio de la realidad que me rodeaba. Y ser un agente de cambio implica entusiasmar a otros y generar un movimiento, porque entre más personas convencidas más acción y aceleración.

Para lograrlo utilicé todas las herramientas que estaban a mi alcance: escribir, conversar, hacer presentaciones, ser oradora en eventos, participar de grupos de trabajo en diferentes organizaciones, generar espacios de networking entre mujeres, sumarme a iniciativas de mentoreo y coaching, participar en iniciativas de regulación y animarme a dar la pelea usando argumentos objetivos aún con los interlocutores más cerrados.

El enfoque frontal y firme pero a su vez objetivo y profesional, el uso de los ejemplos prácticos y del sentido del humor así como insistir en que la participación de los hombres es clave, fueron mis aliados. Las increíbles mujeres que fui conociendo todo a lo largo del camino, fueron mis fuentes de energía e inspiración.

Estoy convencida que cada vez que una mujer asume un rol de liderazgo en una empresa o en una organización, no solo está haciendo historia personal, sino que está marcando el camino. Está desafiando los estereotipos arraigados sobre lo que significa ser mujer en el ámbito laboral, demostrando con cada decisión y cada logro que la diversidad de género no es solo una cuestión de equidad, sino una estrategia empresarial poderosa.

El impacto de estas líderes va más allá de los confines de sus oficinas o de sus negocios. Son modelos a seguir para las generaciones más jóvenes, que ven en ellas la posibilidad de un futuro donde el género no sea una barrera para el éxito. Son catalizadoras de cambios estructurales, promoviendo políticas de igualdad, programas de conciliación laboral y familiar, y culturas organizacionales inclusivas.

Llevar adelante una agenda que transforme la cultura empresarial desde sus cimientos es una tarea monumental y, a la vez, profundamente inspiradora.

Por eso, nada más adecuado que agradecer a todas las mujeres que han sido parte de OMEU hasta ahora y gracias a todas las que seguro van a seguir siendo parte de este movimiento a futuro.

Por eso ¡GRACIAS!, con mayúscula y signos de exclamación

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