Diego Aguirre se había hecho cargo de generar expectativas que no se ajustaban a la realidad entre el mejor equipo del fútbol brasileño y el del uruguayo. No solo se había hecho cargo, sino que también permitió que los hinchas volvieran a creer y a soñar. Que, aunque parecía exagerado, se ilusionaran con que el entrenador aurinegro sería capaz de todo. Sin embargo, este miércoles en Río de Janeiro, Botafogo abusó de Peñarol y forzó un duro llamado a la realidad. Goleó 5-0 a los aurinegros en el partido de ida de las semifinales de la Copa Libertadores, cerró la serie, aseguró su lugar en la final, incluso cuando aún resta la revancha en Montevideo, y apagó de la forma que más duele este sueño copero mirasol.
De todas formas, y en esto es importante detenerse, aunque por estas horas resulte difícil para el hincha asimilar lo que ocurrió este miércoles de noche, Aguirre y este plantel de Peñarol consiguieron volver a despertar ilusiones, promovieron la esperanza de un fútbol que se había olvidado de lo que era ingresar en la definición de la Copa Libertadores y se plantaron, aunque fueran chiquitos frente a este gigante brasileño, con esa autoridad propia de los equipos uruguayos de otros tiempos.
Diego Aguirre hizo creer otra vez al pueblo aurinegro, y también generó en el fútbol uruguayo ese entusiasmo que estaba olvidado y que cada día se veía más alejado.
Andá a decirle hoy al hincha de Peñarol que se detenga en todo esto, después de perder con goleada en este partido en el que imaginaba volver con el mejor resultado posible (incluso una derrota por exiguo margen) para definir el próximo miércoles en el Campeón del Siglo.
Andá a decirle a aquellos que agotaron las entradas en un ratito, porque querían estar en la revancha ante Botafogo en Montevideo cuando soñaban con ver a Peñarol peleando, como en sus mejores tiempos, por un lugar en la final de la Copa Libertadores, que valoren el camino que recorrieron en este torneo de Conmebol.
Andá a decirle hoy, después que jugó los primeros 40 minutos con su mejor versión futbolística, que desplegó en el campo el carácter y autoridad con el que sorprendió a Botafogo, que este equipo de Aguirre fue capaz de volver a hacer soñar a los hinchas.
Y andá a decirle al hincha que no entendió los cambios de Aguirre, porque la Fiera siempre jugó para adelante y se terminó llevando un tremendo revolcón, que de esta Libertadores se va acordar por algunos años, igual que de la final de 2011.
Perdió Peñarol en un escenario similar al que River Plate sufrió el martes frente a Atlético Mineiro en la otra semifinal y que refleja la diferencia entre los clubes brasileños y el resto de Conmebol, incluidos los argentinos.
Perdió Peñarol, que sufre un llamado a la realidad que duele, pero si hay algo que el tiempo se encargará de valorar es que este 2024 será recordado como el año que el equipo de Aguirre volvió a despertar ilusiones en un nivel en el que el fútbol uruguayo se había distanciado sin dejar rastros.
Porque los aurinegros volvieron a la elite, se pararon con autoridad frente a los poderosos del continente con un equipo obrero y sacrificado, sin grandes lujos en contrataciones y lleno de las miserias del fútbol de cabotaje, y salieron en la foto de los cuatro mejores.
Parece poco hoy para Peñarol quedar eliminado en semifinales, incluso cuando lastima el 0-5 y le duele más al hincha las gastadas que se multiplican en los grupos de Whatsapp, en las redes sociales y en charlas de amigos, y no alcanza como consuelo estar entre los cuatro mejores de América para esos fieles que se encomendaron a Aguirre y a la ilusión de ganar la sexta Copa Libertadores, que se había prendido en la piel del hincha. Sí, parece poco, pero no lo es. ¡Es mucho, cuando la realidad se interpreta y analiza sin engaños!
