¿Cuál es su idea de una vacaciones ideales? Paisajes paradisíacos, cápsulas de aislamiento sensorial, clases de yoga, fiestas excitantes, meditación, pastillas para dormir o tomar hasta quedar dormida, chapuzones bajo la luz de la luna llena, besos entre hermanos y alguna infidelidad. Ah, y muerte. Porque parece que las estadías en la cadena de hoteles de lujo White Lotus siempre tienen un poquito de homicidio incluido en el precio. Un verdadero all inclusive.
Después de unas vacaciones oscuras en Mauiy una estadía en la apasionada Taormina, la serie desembarca en la tercera isla más grande del golfo de Tailandia, Koh Samui, para completar la triada original que el director y productor de la serie, Mike White: riqueza, sexo y espiritualidad. La bacanal desbocada de Italia se contiene en Tailandia, pero aún así las cosas están a punto de tomar un giro.
El elenco de esta tercera temporada llega para transformar sus privilegiadas vidas en una semana de sanación en la más acabada comercialización del wellness y la conexión espiritual para dejar de ser –por unos días– quienes volverán a ser cuando regresen a casa: infelices, insensibles o irritables, pero siempre ricos. Una pastilla de bienestar en una vida de hiper-producción capitalista.
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Bienvenidos a White Lotus
La premisa es la misma hace tres temporadas: un nuevo grupo de huéspedes hace el check in en un hotel despampanante, desde el comienzo sabemos que alguien debe morir, y en ocho episodios deberemos averiguar de quién se trata y quién lo hizo.
Esta vez la lista de visitantes/sospechosos/posibles víctimas está encabezada por la familia Ratliff. Timothy Ratliff (Jason Isaacs) es un patriarca financiero seguro de si mismo casado con Victoria (Parker Posey), una madre desconectada que vive en un frasco de ansiolíticos. Tres hijos: Saxon (Patrick Schwarzenegger) un gym-finance bro cuya única aspiración parece ser la pornografía y parecerse a su padre, Lochlan (Sam Nivola) un muchacho dulce y tranquilo que trata de entender qué lugar ocupa en una familia que se rige por los códigos del country club y Piper (Sarah Catherine Hook), la hija cuya tesis sobre el budismo llevó a la familia entera de viaje a un exclusivo resort tailandés.
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El segundo grupo incluye a Jaclyn (Michelle Monaghan) una estrella de televisión que llega a la isla con Kate (Leslie Bibb), una republicana conversa que votó por Donald Trump, y Laurie (Carrie Coon), una abogada divorciada que aspira a ser socia de una firma y toma algún trago de más.
Tres historias de vida que se han separado en la vida adulta, pero vuelven a encontrarse en un viaje para crear "nuevas anécdotas" y dejar de vivir de los recuerdos. Tres amigas de “toda la vida” que se aman en público pero se sacan el cuero a destajo cuando alguna no está cerca en una convivencia que despierta una dinámica prácticamente adolescente en la que la belleza, las familias, el éxito y el sexo -por ausencia o exceso- son puntos focales.
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También llegan en el barco que los deposita en la isla la extraña pareja de Rick (Walton Goggins) y su (mucho más) joven novia Chelsea (la espléndida Aimee Lou Wood). Él, un hombre atormentado por los traumas de su pasado que busca venganza; ella, una mujer que materna a un tipo de 50 años. "Voy a ayudarte a recuperar la alegría aunque me vaya la vida en ello", le dice ella entusiasta a un hombre que parece vacío.
Pero no estarán solos, la isla está repleta de hombres mayores que se instalan del otro lado del mundo, ya sea en busca de algo o escondiéndose de alguien, junto a una jovencita a su lado. Quizás el mejor exponente es Greg –¿O Gary?– (Jon Gries) el sugar daddy de Chloe (Charlotte Le Bon), que definitivamente es de los que se esconden.
Esta temporada tiene un regreso especial: Belinda Lindsey. La directora del spa del resort de la primera temporada interpretada por Natasha Rothwell, aquella a la que Tanya McQuoid (el icónico personaje de Jennifer Coolidge) le había prometido una vida nueva, mejor, más fácil, llega a Tailandia para un programa de intercambio y quizás algo de amor.
Todos quedan bajo el cuidado de Gaitok (Tayme Thapthimthong) un agente de seguridad que está profundamente enamorado de Mook, una asesora de bienestar interpretada por la superestrella del pop koreano Lalisa Manobal.
"Lo que pasa en Tailandia se queda en Tailandia"
Los primeros episodios de la nueva temporada de The White Lotus se despliegan lentamente, quizás demasiado. Los personajes empiezan a tomar vidas propias, desenvolver traumas personales o crear algunos nuevos en el seno familiar.
Ya sobre la mitad de la temporada la sensación es de vértigo, de estar al borde del abismo, de que algo siempre está a punto de suceder es tangible en una noche de excesos en la ciudad. Sin embargo nada desencadena el complejo mecanismo preparado para explotar.
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En su lugar, todo se va desgastando. La vida del patriarca financiero empieza a desmoronarse con una llamada telefónica del otro lado del mundo que despliega un esquema fraudulento. Su hija busca su fe en el budismo mientras su madre cree que la captará un culto (y aunque no tenga tenga claro dónde está parada es uno de los personajes más divertidos de una temporada con más drama que comedia), los hijos se envuelven en una trama propia que los acercará más que nunca. Las amigas se divierten, se traicionan y se sienten amenazadas por la juventud. Rick abre su historia a una terapeuta y Chelsea esquiva la muerte dos veces.
Entonces una pregunta los atraviesa a todos: ¿quiénes son en realidad? ¿Cuánto de lo que dejan ver los define? ¿Cuánto de lo que los define es lo que no muestran a los demás?
Una de las claves de la serie ha sido la habilidad de sus creadores al componer personajes complejos, humanos y desesperantes, reclutar un grupo de actores y convertirlos en piezas de un juego dispuestas en el tablero. Sólo falta jugarlas. Pero antes, un recordatorio: no se puede confiar en nadie.
