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17 de diciembre 2024 - 5:00hs

Sansón Carrasco, personaje de la novela Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes, tenía una frase que decía así: “Nunca segundas partes fueron buenas”. Hoy el EWZ, índice que replica la bolsa de valores de Brasil, acumula una caída del 25% en lo que va del año, mientras que el real se deprecia y opera en torno a los 6.00, por encima de los máximos alanzados al dar inicio al COVID-19 en 2020.

El driver principal de esta performance es sin lugar a dudas el deteriorado panorama fiscal del país.

Según las cifras disponibles más recientes, en el acumulado de los últimos 12 meses, el sector público consolidado registró un déficit fiscal primario de 1.95% del PIB, con el gobierno central registrando un déficit mayor de 2.03% del PIB.

Mientras tanto, el déficit fiscal global del sector público (superávit primario menos los pagos netos de intereses) hoy se sitúa en el 9.52% del PIB, frente al 7.8% de hace un año y al 8.9% en diciembre de 2023.

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En casi cualquier otro país emergente este rojo descomunal de las cuentas públicas derivaría rápidamente en un aumento del riesgo país y sustanciales caídas en los precios de los bonos. Sin embargo, el riesgo país de Brasil se mantiene bajo, en torno a unos 200 puntos básicos, con pérdidas muy limitadas en los bonos soberanos/corporativos. ¿Cómo se explica? Por un lado, el país cuenta con más de US$ 350 mil millones en reservas internaciones que sirven para convencer a los escépticos de que su capacidad de pago es alta.

En paralelo, contar con un mercado de deuda muy profundo y en moneda domestica proporciona otro buffer que permite capear la tormenta. En detalle, el 85% de la deuda en Brasil está denominada en reales, lo que proporciona un alivio importante.

Sin embargo, la deuda doméstica está en buena medida atada a la tasa SELIC (tasa de política monetaria). En paralelo, sin una perspectiva fiscal clara, y con la inflación todavía por encima de la meta que fue fijada en 3%d con un margen de +- 1.5%, el banco central debe mantener las tasas altas, de hecho, acaba de sorprender con una suba de 100 puntos básicos.

Dado que Brasil tiene una de las tasas reales en moneda doméstica más altas del mundo, se genera una retroalimentación negativa, donde la falta de ancla fiscal presiona a la autoridad monetaria a ser más restrictiva en su política (tasas altas).

Esto a su vez impacta en el costo de la deuda, por lo cual el déficit financiero crece sostenidamente. Y este es el ciclo que venimos observando en lo que va del año. En paralelo, el triunfo de Trump (que ha generado un fortalecimiento del dólar) y la debilidad de la economía china (destino de exportación de primer orden para Brasil) han echado más leña al fuego.

Todo lo anterior, sumado a la desconfianza del mercado en el gobierno, generaron trágicas consecuencias para el real brasileño (una de las monedas más depreciadas del mundo este año) y las acciones de las compañías de ese país que cotizan en la bolsa.

Sin embargo, no cabe duda de que estamos ante un problema que es esencialmente doméstico. La respuesta de esta semana de parte del gobierno fue muy floja, con anuncios de medidas fiscales destinadas a cambiar la combinación de gasto obligatorio y discrecional, sumado a preservar las débiles metas fiscales para 2025-26.

Dicho paquete generaría un modesto ahorro fiscal de R$ 70 mil millones de reales entre 2025 y 2026, aproximadamente el 0.25% del PIB por año. En general, la visión del mercado es que este paquete no implica recortes del gasto y es muy poco ambicioso.

En paralelo, la iniciativa de instaurar una tasa mínima a los más ricos (impuesto mínimo del 10% para quienes ganen más de R$ 50 mil al mes) disgustó todavía más a los inversionistas.

Es claro que el ministro de Economía de Brasil, Fernando Haddad, debería apuntar a generar un superávit primario de 0.5-1.0% del PIB a la mayor brevedad posible, con el mayor énfasis puesto en la moderación/recorte del gasto, más teniendo en cuenta que la economía se ha sobrecalentado al tiempo que las expectativas de inflación siguen deteriorándose y están cada vez más desvinculadas de la meta de inflación. Con el real depreciándose a este ritmo y con altas chances de que el BCB (Banco Central de Brasil) suba nuevamente las tasas, la dinámica de la deuda se está deteriorando rápidamente, incluso en un contexto en el que Brasil se beneficia (producto de las muchas reformas estructurales que se hicieron en administraciones anteriores) de un muy decente crecimiento (Moody's espera que la economía crezca un 2.5% este año).

¿Consecuencias para Uruguay? La depreciación de la moneda brasileña ya se ha hecho sentir en nuestro país, particularmente septiembre, donde el dólar cotizaba en torno a los $ 40 pesos en la plaza local y hoy ya supera los $44. De continuar la presión sobre el real, el peso uruguayo debería en mayor o menor medida, acompañar a su par brasileño. En ese sentido, estas semanas serán decisivas para el ministro Haddad, quien deberá convencer a los mercados de que está seriamente comprometido con la consolidación fiscal. Hasta ahora, hemos tenido muy poco ajuste y además a destiempo. Veremos cómo sigue…

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