Sobre el segundo semestre del año pasado, Ancap había comenzado a delinear una estrategia para rematar el tercer horno de portland que se compró en 2012 para la planta de Paysandú con un costo de US$ 53 millones, pero que nunca se instaló debido a la fuerte inversión (unos US$ 130 millones) que se requería para hacerlo.
La idea que se habían planteado los representantes del oficialismo en el Directorio de la empresa era subastarlo en distintos lotes de piezas y lo producido del remate volcarlo a inversiones para esa área de negocio de la estatal.
Esto luego de descartar el remate como horno de cemento, porque difícilmente podía tener atractivo para algún comprador internacional. En cambio, sí se hacía por partes podría llegar a despertar interés de compra en algunas industrias locales.
Como parte de ese proceso, Ancap le solicitó a la Asociación Nacional de Rematadores, Tasadores y Corredores Inmobiliarios (Anrtci), que realizara un análisis de los equipos para tasarlos. Desde que fueron comprados permanecen embalados en 286 contendores ubicados en la planta sanducera, aunque algunas partes han sido utilizadas como repuestos para las plantas de cemento en funcionamiento. Una auditoría de 2020 había constatado que 90 contenedores habían sido abiertos.
¿Por qué la decisión de remate quedó en suspenso?
Cuando desde Ancap se planteó a la gremial de rematadores la idea de subastarlo por partes, la estatal suministró un listado de todas las piezas guardadas en los contenedores, y en la que se detallaba para cada uno de esos contenedores las que se querían rematar y las que se pretendía preservar como repuestos.
El secretario general de Anrtci, Alfredo Ramos Mastalli, explicó a El Observador que el remate se volvió algo “inviable” si lo que se buscaba era venderlo como horno o algunas de sus partes. "Era viable solo como chatarra, no teníamos problema en rematarlo así", indicó.
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Vista aérea de la planta de Ancap en Paysandú donde están los contenedores con las piezas del horno
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“Había que empezar a abrir los contenedores, (Ancap) iba a quedarse con lo que les servía y lo demás, por las condiciones en que está, se iba a vender como material en desuso al peso, porque eran piezas muy específicas. Entonces nosotros dijimos, esto es bien claro, o vendemos todo o no vendemos nada. Lo que nos quedaba para rematar eran unos 40 contenedores, pero con todas las piezas desparramadas por todos lados”, detalló Ramos Mastalli.
El remate a precios de chatarra no redituaría más de US$ 100 mil o US$ 200 mil, según estimaciones.
De ahí en más, el proceso no continuó y la idea de remate que había surgido en el Directorio nunca se concretó. Desde el punto de vista contable de la empresa el valor del horno hoy es cero.
Tiempo atrás, cuando en 2024 Ancap buscó –sin éxito– incorporar un socio privado al negocio del portland, el directorio del ente decidió excluir el horno tres del pliego de licitación dada la falta de interés de las empresas privadas que habían participado de la fase de diálogo competitivo de la asociación. Distintas fuentes coinciden en que el armado e instalación del horno tres no es viable dado el deterioro de algunos componentes y también el paso del tiempo.
La unidad de producción de cementos acumula pérdidas por alrededor de US$ 810 millones desde el año 2000 a la fecha, según datos procesados por El Observador. Esto entre pérdidas operativas y de valor de las inversiones realizadas en ese tiempo.