“¿Es la estabilidad política y económica de Uruguay un obstáculo para su desarrollo futuro?”. Esa es la pregunta que se hizo The Economist en su editorial acerca de las elecciones del domingo en la que Yamandú Orsi le ganó en el balotaje a Alvaro Delgado.
“‘Un cambio seguro que no sea radical’. No es un eslogan político para acelerar el pulso, sino una campaña centrada en ese mensaje, que fue suficiente para que Yamandú Orsi, del Frente Amplio, de izquierda, ganara la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Uruguay el 24 de noviembre”, comienza el artículo del diario británico, que destaca palabras del próximo ministro de Economía, Gabriel Oddone: “La fuerza centrífuga [en la política uruguaya] va hacia la moderación, hacia la convergencia”.
Según The Economist, el mensaje de Orsi de "cambio seguro", sin propuestas radicales fue suficiente para ganar la confianza de los votantes. La promesa de estabilidad, lejos de ser una propuesta revolucionaria, resultó ser una de las más efectivas en un contexto político donde la moderación predominó.
“La estabilidad está en el corazón mismo de la política uruguaya. Ambos candidatos la prometieron repetidamente. Los analistas sostienen que es la gran virtud del país. De hecho, ha ayudado a que el país de 3,4 millones de habitantes se convierta en uno de los más prósperos de América Latina, con una desigualdad relativamente baja y un estado de bienestar en gran medida funcional. Sin embargo, Uruguay demuestra cada vez más no solo los beneficios de la estabilidad, sino también sus límites como estrategia de desarrollo”, sostiene el editorial.
“Oddone y Diego Labat, que habría sido ministro de Hacienda si Delgado hubiera ganado, parecen a menudo como si pudieran estar en el mismo partido, dice The Economist. "‘La estabilidad macroeconómica es una condición fundamental que debe preservarse”, dice Oddone. El derrotado Labat está de acuerdo fervientemente. Los uruguayos son tan conscientes del valor de la estabilidad económica que el mes pasado, en un referéndum, rechazaron la tentadora posibilidad de jubilarse cinco años antes porque hubiera inflado el déficit. Todo esto le da a Uruguay una baja inflación y los costos de endeudamiento soberano más baratos de América Latina. Comparado con Argentina, una pesadilla de inflación y controles de capital, Uruguay es un paraíso económico’”, agrega.
La falta de ambición: ¿un freno al progreso?
Sin embargo, el artículo sugiere que esta estabilidad económica, aunque valiosa, también ha tenido sus límites. Desde la caída del superciclo de las materias primas en 2014, Uruguay ha experimentado un crecimiento económico mucho más modesto. A pesar de la estabilidad macroeconómica, la economía del país se ha estancado, con un crecimiento per cápita de solo el 7% en los últimos nueve años, una cifra inferior a la de varios países de la región. Según The Economist, "La falta de impulso económico es más aguda en comparación con Bolivia, Paraguay y Colombia, que nadie considera superestrellas económicas”. El artículo subraya que la pobreza se ha mantenido estancada en torno al 10% de la población.
Falta de ambición económica
The Economist también señala que los candidatos no ofrecieron propuestas de gran alcance para resolver los problemas estructurales. La publicación cita las declaraciones de Álvaro Delgado, quien prometió hacer de Uruguay "el país más desarrollado de América Latina en cinco años", una promesa que The Economist considera un tanto vacía, ya que Uruguay ya ocupa esta posición en varios índices internacionales .
Educación: áreas críticas sin soluciones radicales
Otro de los problemas señalados en el artículo es el sistema educativo de Uruguay, que enfrenta graves deficiencias. Según los resultados de las pruebas PISA, el rendimiento de los estudiantes uruguayos se ha estancado desde 2015, y la tasa de abandono escolar es alarmantemente alta, con alrededor del 50% de los estudiantes dejando la secundaria antes de graduarse. A pesar de esta situación, Orsi evitó propuestas radicales en el área educativa, prometiendo solo "no hacer reformas importantes", lo que, según The Economist, refleja una falta de urgencia para enfrentar este desafío.
En cuanto a la seguridad, la situación es igualmente preocupante. Aunque la tasa de homicidios en Uruguay sigue siendo baja en comparación con muchos otros países de la región, ha aumentado en los últimos años. Según The Economist, "la tasa de homicidios en Uruguay ha subido a 11 por cada 100,000 habitantes, mucho más que en España, y sigue siendo un tema delicado a pesar de la alta tasa de encarcelamiento". A pesar de los esfuerzos por reducir la criminalidad, el artículo apunta que ni Orsi ni Delgado presentaron propuestas novedosas o suficientemente ambiciosas para mejorar la seguridad pública .
Según The Economist, "la falta de propuestas audaces, tanto de la izquierda como de la derecha, deja a Uruguay a merced de los mismos problemas que han afectado a su desarrollo durante los últimos años". Los economistas y analistas citados en el artículo sugieren que, si bien la estabilidad es crucial para el país, esta no es suficiente para afrontar los desafíos que Uruguay tiene por delante. "Es necesario un enfoque más audaz y ambicioso para garantizar el crecimiento y el progreso sostenibles a largo plazo" .
“El truco está en encontrar ambición y radicalismo de tipo centrista, no del tipo inflacionario que es popular en el resto de la región. Las reformas radicales impulsadas por los sectores más a la izquierda del partido de Orsi podrían ser preocupantes. Sin embargo, la lección de la última década en Uruguay no es sólo que la estabilidad es crucial, sino también que la estabilidad por sí sola no es suficiente”, cierra el artículo.