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6 de febrero 2025 - 5:00hs

El contador José Pedro Damiani solía decir que "los números no mienten, mienten quienes hacen los números” o los interpretan. Y es cierto. Más allá de la fotografía del resultado fiscal, lo relevante es entender qué se esconde detrás de los números y cómo se llega a ellos. No existe contribución alguna al desarrollo nacional al jugar al límite de la gestión de caja para ir detrás de una cocarda siniestra (mostrar una mejora de dos décimas).

Este gobierno asumió con un mandato claro: mejorar sustancialmente el resultado fiscal. La gran apuesta era la reducción del gasto y cortar con el “despilfarro”. Con el estreno de una regla fiscal se prometía disciplina. Sin embargo, la foto final del quinquenio muestra, en el mejor de los casos, una situación prácticamente estática en las cuentas públicas. ¿Por qué? Porque el gasto sigue teniendo una rigidez estructural difícil de romper, que se acelera en el año electoral. Mientras, la deuda pública crece.

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Pero, insisto, la discusión sobre las décimas del déficit es inocua. ¿Es esa la discusión que nos debemos? Lo esencial no es argumentar si el rojo es 4,1% o 4,3%. Lo que realmente importa es cómo sacudimos las estructuras para que la economía crezca y cómo rompemos con los statu quo presupuestales que perpetúan algunas ineficiencias públicas.

Ser eficiente es reorientar el gasto pensando en las generaciones que vienen y no en las elecciones que vienen. Significa priorizar recursos escasos hacia políticas públicas de impacto, eliminando inercia y capacidad ociosa. Pongamos un ejemplo concreto: tenemos el gasto militar per cápita más alto de América Latina, sin que haya un conflicto bélico en el horizonte. ¿Uruguay no tiene allí una asignación humana y. material con capacidad ociosa? En ese preciso instante, al responder por acto reflejo esta última pregunta retórica, me urge cuestionarnos la vigencia de una de nuestras fortalezas, la ausencia de conflictos internos, aunque sean en grado incipiente. ¿No los tenemos? ¿O aparentemente no los tenemos?

¿Qué está ocurriendo en nuestros barrios? Estamos muy lejos de aquello de “nunca más uruguayos contra uruguayos”. La violencia ha entrado en espiral incremental, y el peor escenario es normalizarla. Lo sucedido en Plácido Ellauri en estos días, es el trágico botón de muestra de una realidad que golpea cada vez más fuerte.

Este conflicto interno no viene con los ropajes de otras épocas. No es la intelectualidad con la imaginación al poder, no es jaquear patrimonios pomposos ni actos violentos en barrios de ingresos altos. Es otra cosa, en otro medio, por otras causas. ¿Será por eso que cuesta reaccionar? Una tragedia social que exige sensibilización, acción y eficiencia en la gestión. Y para eso es clave la decisión política pero también se necesita un buen diseño de abordaje integral y asignación de recursos.

En economía pública, bien entendida, las cuentas siempre tienen tres variables: ingresos, gastos y deuda. Si queremos romper la trampa del crecimiento mediocre, debemos salir de la lógica de la asignación presupuestal por inercia y del “porque siempre se hizo así". Estas horas exigen ingenio y determinación para cambiar una tendencia preocupante. Y colocar en agenda pública discusiones profundas de fondo, intercambios que sean fermento de políticas de desarrollo. La realidad lo exige.

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