En tiempos de anacronismo patológico donde el militarismo y el proteccionismo comercial vuelven a ser moneda corriente en las noticias globales, corrientes impulsadas por las grandes potencias, principalmente por Estados Unidos, insistir en la necesidad de una inserción internacional inteligente de nuestro país es clave.
Las contradicciones del gobierno estadounidense que, por un lado, históricamente ha abogado y promovido la economía de mercado y el libre comercio y ahora levanta extraordinarias barreras proteccionistas, podrían ser materia para otra reflexión. Como spoiler alert, esta vuelta al proteccionismo desnuda las dificultades de Estados Unidos para competir en un mundo que ha migrado notablemente en su enfoque industrial en la era de lo intangible y la inteligencia artificial.
Pero debemos hacer foco y entender, en este contexto, por dónde debe ir la estrategia de inserción de nuestro país. Como economía pequeña, carente de un sólido mercado interno que impulse nuestra actividad, dependemos en gran medida de la capacidad que tengamos de colocar nuestra producción en el exterior. Que el mundo demande lo que producimos.
No poseemos grandes ventajas competitivas en cuanto a producir bienes únicos y especializados. Nuestra producción debe competir con otros países con similar perfil productivo. Esto nos exige el diseño y ejecución de un plan que no es delegable. Le toca al Uruguay tomar las riendas de su inserción procurando más y mejores oportunidades para el trabajo nacional.
Claro que no es "soplar y hacer botellas". Los compromisos asumidos a nivel de Mercosur, por un lado, han sido un notable impulsor del comercio regional para nuestra producción. La relevancia del bloque comercial no la vamos a descubrir ahora. Ha tenido y tiene "mala prensa", pero en números es el principal socio comercial de Uruguay, siendo además solo Brasil en este 2025, el principal destino de nuestras exportaciones de bienes y principal origen de nuestras importaciones.
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Última cumbre del Mercosur
Foto: Leonardo Carreño
Además, el perfil de los bienes que nos compran nuestros vecinos, en general algo más industrializados de lo que conseguimos colocar en otras latitudes, generan la oportunidad de avanzar en agregar valor en las cadenas productivas.
Ahora bien, el Mercosur que cumple 30 años de vigencia plena, debe redefinirse, debe repensarse. Tiene la oportunidad de soltar el pasado y empezar a abrazar el futuro. Aunque los vientos actuales parezcan un abrupto corte del proceso globalizador, será una simple brisa que enlentezca un proceso que continuará avanzando de forma inexorable.
Los patrones de consumo se han globalizado ya y en las sociedades actuales donde el consumo es sinónimo de bienestar, los gobiernos han perdido herramientas para encerrarse y por tanto, aislarse.
Por eso debemos insistir, porque la estrategia de inserción internacional es de largo plazo, excede cualquier gobierno y excede a coyunturas. Debemos trabajar para encontrar huecos de inserción que nos permitan mayor penetración en mercados internacionales.
Como las decisiones en Mercosur deben tomarse por consenso, hay que aprovechar los vientos de cambio sin hipotecar los equilibrios en materia política. Sin embargo, nuestros dos hermanos mayores, Argentina y Brasil, parecen tener agenda propia y recurren al bloque cuando este puede ser funcional para esa agenda.
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Autoridades del gobierno de Brasil y Argentina en la última cumbre del Mercosur
Foto: Leonardo Carreño
Días pasados, frente a un rebrote inflacionario en Brasil, el gobierno local decidió eliminar aranceles a la importación de alimentos de primera necesidad. Argentina ha hecho anuncios públicos sobre un potencial Tratado de Libre Comercio (TLC) bilateral con Estados Unidos, aunque en las últimas horas ha matizado esta idea y propondrá en el ámbito una novedosa fórmula de apertura que, sin llegar a conformar zonas de libre comercio con terceros mercados, tiene como objetivo acordar rebajas arancelarias para sectores específicos con socios comerciales específicos.
Como sea, creo que ambos andariveles de las principales economías regionales tienen como objetivo dinamizar la actividad local a través del comercio internacional. En tiempos donde Uruguay tiene notorios desafíos en materia de competitividad y la mejora no vendrá por el artificio de adecuar tipos de cambio, la búsqueda incansable de mejores condiciones de acceso a mercados resulta imprescindible e impostergable.
