El 20 de enero de 2025 marcó el inicio de un nuevo capítulo en la historia política estadounidense y también a nivel global, con la segunda asunción de Donald Trump a la Presidencia. Su regreso al poder, tras un intervalo político tumultuoso, y pandemia mediante, reafirma su influencia y su compromiso con un discurso que busca desafiar los paradigmas de statu quo y corrección política.
Un rara avis de la política que vuelve recargado. De las tantas definiciones y mensajes que emitió en los actos inaugurales, rescato dos como base de este escenario2—la política arancelaria y la reivindicación de la meritocracia (y por derivada su política migratoria)— que creo invitan a una reflexión crítica.
Retorno al proteccionismo: aranceles y sus consecuencias
Trump prometió una profunda reforma del sistema comercial para proteger a los trabajadores estadounidenses. En su discurso dijo: “Voy a comenzar inmediatamente a reformar nuestro sistema de comercio para proteger a los trabajadores estadounidenses y sus familias. En lugar de poner impuestos a nuestros ciudadanos para enriquecer a otros países, pondré aranceles e impuestos a países extranjeros para enriquecer a nuestros ciudadanos”.
Este enfoque representa un refuerzo al proteccionismo, que por cierto contraviene los postulados fundamentales del liberalismo económico, promovido por Estados Unidos durante décadas, y presente en los discursos liberales. Aunque la narrativa busca mostrarse como una medida de justicia para los trabajadores nacionales, sus efectos potenciales son más complejos y, en muchos casos, contraproducentes.
La economía global está interconectada, es interdependiente y el aumento de aranceles tiende a trasladarse a los consumidores finales a través de precios más altos. Los bienes importados encarecidos afectan a quienes Trump asegura proteger: las familias trabajadoras estadounidenses.
Además, la política arancelaria desnuda una realidad incómoda para Estados Unidos: su dificultad para competir en el escenario internacional frente a una China que se ha consolidado como “la megafábrica mundial”. Y no solo China, México, Canadá y otros países sufrirán la resurrección proteccionista. Ver para creer. Los niveles de productividad, combinados con una inversión sustancial en investigación, innovación y desarrollo, han situado a China en una posición de liderazgo.
El proteccionismo no solo no resuelve estas desventajas estructurales, sino que puede intensificar las tensiones comerciales, perjudicando a las economías de ambas partes y generando incertidumbre a nivel global. Hay un escenario2 en esta coyuntura. Supongamos la no alejada posibilidad que Estados Unidos y China acerquen posiciones y alcancen un acuerdo. En esta hipótesis, China podría comprometerse a intensificar compras de productos de origen estadounidense, de modo de equilibrar un intercambio absurdamente deficitario para la primer economía mundial.
De hecho, el déficit comercial de Estados Unidos con China alcanzó su máximo histórico en el cierre de 2024. Si esas conversaciones suceden en estos términos, podría haber una redirección de las compras de productos agrícolas que realiza China en la región (Brasil, Uruguay, entre otros), para priorizar las de origen estadounidense de modo de mitigar la política arancelaria de Trump.
En cualquier caso, la política arancelaria podría llegar a ser un nuevo germen inflacionario para la economía estadounidense.
Reivindicando la meritocracia
En otro pasaje de su discurso, Trump declaró que el país "se basará nuevamente en el mérito”, reivindicando, en buen romance, a la meritocracia como base del progreso social y económico. Este concepto, atractivo en su simplicidad, (quien se esfuerza, progresa) ha sido objeto de críticas profundas desde diversos ámbitos.
Michael Sandel, en el libro "La tiranía del mérito", sostiene que la meritocracia no solo perpetúa desigualdades, sino que también socava el tejido social al generar una arrogancia moral en los éxitos individuales y una desmoralización en los que quedan relegados. La narrativa meritocrática supone que los logros son exclusivamente el resultado del esfuerzo y el talento, ignorando los factores estructurales como el acceso desigual a la educación, las redes y contactos sociales y las oportunidades económicas. Por no referir también a minorías sociales que pueden ser objeto de discriminación o segregación por el simple de hecho de pertenecer a esa minoría.
En todo tiempo y espacio, la clave difícil es administrar el equilibrio. Sin embargo, son notorios los avances en materia de normas y regulaciones que han sido orientadas a contemplar situaciones que provocan un comienzo desigual en la carrera de la vida. Habrá quienes creen que han sido insuficientes, y habrá de los que creen que han sido demasiadas contemplaciones, y el valor del mérito (que lo tiene) ha quedado menoscabado.
Los primeros pasos dados por la nueva administración Trump, parecen desandar rápidamente un camino históricamente complejo para quienes se han sentido relegados por el imperio de la meritocracia.
La frase de Trump parece ignorar las barreras sistémicas que limitan a amplios sectores de la población, reforzando una forma de humillación hacia quienes no logran “éxitos”, culpándolos implícitamente de su situación y erosionando la solidaridad social. Como efecto colateral, la estigmatización de amplios sectores, como los inmigrantes indocumentados, quienes en general realizan las tareas de menor calificación y paga en una economía, muchos de los cuales se encontraran ya integrados a la sociedad bajo diferentes canales, incluso emocionales o familiares.
Reflexiones finales
La administración de Trump en 2025 comenzó con un llamado a reformar el comercio y a reivindicar la meritocracia como base del progreso de la sociedad estadounidense. Sin embargo, estas propuestas plantean más interrogantes que respuestas. Para los gustos de lo políticamente incorrecto, será miel para los oídos. La anacrónica política arancelaria, corre el riesgo de encarecer bienes, desatar represalias comerciales y agravar la situación de los trabajadores. La reivindicación de la meritocracia, por su parte, exige un análisis crítico para no perpetuar desigualdades ni consolidar narrativas excluyentes.
En última instancia, estos debates no solo reflejan las tensiones internas de Estados Unidos, sino también su papel en un mundo crispado. Como un rara avis en la Casa Blanca, Trump ha desafiado paradigmas de corrección, dejando una huella que continuará siendo objeto de debate y análisis en los próximos años.