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30 de marzo 2025 - 5:00hs

Con una amplia experiencia como consultor del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), así como su rol actual en la Red Internacional de Investigación Fiscal de la OCDE, Reuven S. Avi-Yonah dio su visión sobre los avances y retos del nuevo régimen fiscal Internacional impulsado por la OCDE y el G-20.

En el marco de su visita a Uruguay y de una conferencia que brindó a estudiantes en la UCU Business School, Avi-Yonah dialogó con El Observador sobre el estado actual de la implementación del Impuesto Mínimo Global; las tensiones que provocó la asunción del presidente de Estados Unidos, Donald Trump; los desafíos para las grandes economías y las emergentes; y los dilemas a los que se enfrentan países pequeños como Uruguay.

Lo que sigue es un resumen de la entrevista:

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El Impuesto Mínimo Global propuesto por la OCDE representa un cambio significativo en la tributación corporativa internacional. ¿Cuáles considera que son los principales desafíos de este nuevo régimen y cómo influye la decisión de Donald Trump de retirar a Estados Unidos del acuerdo?

La gran pregunta es si se debe continuar implementando el Impuesto Mínimo Global, dada la oposición de Estados Unidos, que ahora se ha vuelto mucho más fuerte y dado que el gobierno de (Donald) Trump ha declarado que cualquier país que adopte el Impuesto Mínimo Global puede enfrentar aranceles o represalias fiscales. Actualmente, hay 54 países, incluidos los 27 estados miembros de la Unión Europea (UE) que han adoptado alguna parte del doble impuesto mínimo y eso incluye a países en desarrollo, algunos de los hubs de inversión como Suiza y Singapur y también algunos países de América Latina, como Brasil, por ejemplo.

Estamos entrando en un período diferente de guerras comerciales y aranceles, etc., entonces hay que ver cómo los impuestos figurarán en eso. Cada país debe decidir qué hacer, pero en la UE, por ejemplo, el impuesto mínimo global es una directiva, lo que significa que se necesita unanimidad para cambiarlo, y es difícil imaginar que vayan a abandonar por completo el acuerdo.

Y una vez implementado, significa que el Impuesto Mínimo Global también aplica a los países en desarrollo. Desde la perspectiva de estos países, algunos ya han adoptado la parte nacional del impuesto mínimo global y básicamente, si un país adopta su propia tasa impositiva efectiva del 15%, entonces desactiva la posibilidad de que otros países apliquen el impuesto mínimo global.

Países como Uruguay tienen que decidir ahora si siguen adelante o no y eso depende, en cierta medida, de cuál sea la reacción de la UE y de otros países desarrollados.

Teniendo en cuenta la alta dependencia de la inversión extranjera, ¿cómo cree que, países como Uruguay, deberían responder a estos cambios para evitar impactos negativos en sus economías?

Si adoptan el impuesto mínimo global, entonces la pregunta es cómo afectará esto a la inversión de las multinacionales en su país, porque antes de eso (de la aplicación del nuevo régimen) era posible dar incentivos fiscales que ahora son más difíciles de ofrecer. Si el país no grava (a las multinacionales) entonces otro país lo hará, pero si lo grava, la pregunta es si las multinacionales van a llegar a su país. Ese es el principal dilema que enfrentan hoy los países desarrollados y en desarrollo.

Latinoamérica es un continente extenso y cuenta con diferentes países con perfiles diversos. Por ejemplo, un país como Brasil, que tiene sus propias multinacionales que invierten en el extranjero, tradicionalmente ha tenido políticas que gravan los ingresos extranjeros de estas multinacionales, lo cual encaja perfectamente en el contexto del impuesto mínimo global. Por lo que no sorprende que Brasil lo haya adoptado.

Pero un país pequeño como El Salvador o Uruguay, con poca inversión extranjera y pocas multinacionales propias, pero con mucha inversión entrante, debe decidir cómo seguir atrayendo a las multinacionales dado este impuesto.

¿Cómo podría hacerlo?

Las directrices de la OCDE que se están desarrollando incluyen algunas maneras de seguir haciéndolo. Se trata de un concepto llamado crédito fiscal reembolsable cualificado. En resumen, se otorga a una multinacional un crédito fiscal que se paga en efectivo durante cuatro años y se paga incluso si la obligación tributaria es cero, aunque se trate de un "cheque" del gobierno, se puede hacer incluso si el objetivo principal es desviar la inversión de otros países.Así, países como Singapur, por ejemplo, o cantones suizos como Lucerna han estado adoptando este tipo de crédito fiscal reembolsable cualificado para seguir atrayendo inversión. En esencia, la competencia fiscal continúa, pero debe ajustarse ligeramente para cumplir con las condiciones, ya que si se aplica este impuesto mínimo interno, se desactiva la aplicación del resto del segundo pilar entonces ya no tienen que preocuparse por ello.

Uruguay ha jugado un papel moderado en las discusiones de la OCDE, ¿considera que el país tiene algún margen para negociar excepciones o adaptaciones que le permitan seguir ofreciendo incentivos fiscales atractivos?

Creo que es difícil para un país pequeño o en desarrollo negociar realmente en el contexto de la OCDE. Una de las críticas a todo el proceso ha sido que ha estado dominado por el G-20 y sus necesidades. Por lo tanto, no se ha prestado mucha atención a las preocupaciones de los países en desarrollo. Sin embargo, creo que la forma en que se han adoptado las normas ha sido relativamente favorables para los países en desarrollo, ya que incluso las grandes economías ofrecen incentivos fiscales significativos.

¿Estados Unidos, por ejemplo?

Sí. Estados Unidos cuenta con su propio conjunto de incentivos fiscales. Ofrece créditos "verdes" diseñados para proteger el medio ambiente y para impulsar las exportaciones. También tiene créditos diseñados para atraer inversión en alta tecnología, como chips, por ejemplo. Y, dado que las normas están redactadas para complacer a Estados Unidos, algo que se mantuvo durante la administración de (Joe) Biden, otros países pueden aplicar las mismas normas. La idea de un crédito fiscal reembolsable calificado no surgió de Uruguay, sino de Estados Unidos. Además, se permite vender este crédito; es decir que si una empresa no puede usarlo, puede vendérselo a otra, y eso sigue siendo aceptado. Por lo tanto, gracias a estas excepciones, impulsadas principalmente por Estados Unidos durante la administración anterior, los países en desarrollo también pueden utilizar estas normas que los benefician.

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Algunos sectores argumentan que la implementación del Impuesto Mínimo Global podría perjudicar la competitividad del país y su capacidad para atraer inversiones, mientras que otros argumentan que el impacto no sería tan significativo y que Uruguay daría una buena imagen a nivel internacional en términos de transparencia fiscal ¿cuál es su lectura?

Creo que esta es, en gran medida, una cuestión empírica que cada país debe resolver basándose en su propio análisis de costo-beneficio. Es decir, existen básicamente dos maneras de considerar este tipo de incentivos. Quienes redactaron el "Pilar 2" lo consideran un mecanismo para tratar de atraer inversión de otros países. La forma en que esto funciona, y he participado en algunas de estas negociaciones, es que la multinacional llega a un país y pregunta: "¿qué me darán si instalo una fábrica aquí?". Y no hay mucho que el país pueda hacer en términos de infraestructura, educación, ubicación geográfica, etc., pero sí pueden decidir cuántos impuestos van a recaudar. Entonces les dicen: "te daremos equis cantidad en devoluciones de impuestos", y la multinacional les dice "pero este otro país, que también me conviene, me dará más por ese concepto".

Entonces ahí se da una especie de "subasta", en la que la multinacional crea una lista de países en los que les conviene instalarse, en términos de educación, infraestructura, ubicación, estabilidad política, etc., y luego los enfrenta entre sí. Yo he participado en algunas de estas negociaciones y he visto que es así como sucede. Y, por lo general, el resultado es que ambos países le dan a la multinacional lo que quiere, razón por la cual muchas de ellas no pagan impuestos en ningún lugar, básicamente.

Así que eso era lo que el Pilar 2, el impuesto mínimo global, pretendía evitar. Se diseñó para crear igualdad de condiciones donde un país no tuviera que temer que las multinacionales amenazaran con irse a otro lugar, porque, independientemente del lugar al que vayan, tienen que pagar el 15%.

Esa es solo una forma de verlo...

Sí. La otra forma de verlo es pensar que no se trata realmente de enfocarse en lo que ofrecen otros países sino de pensar en cómo me puede beneficiar que la multinacional se instale en mi país en otros aspectos, como por ejemplo, en términos de creación de empleo, o en investigación y desarrollo y otras cosas que benefician a mi economía. Si ese es el caso, entonces querría dar el incentivo independientemente de lo que hagan otros países, y entonces el impuesto mínimo global es perjudicial para mi país.

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Así que realmente la discusión depende en gran medida del perfil de cada país en cuanto a por qué quiere atraer inversión: ¿el beneficio es mayor que el costo? ¿Lo hace solo porque otros países lo hacen? Y si solo lo hace porque otros países lo hacen, entonces preferirían tener ingresos fiscales, y la multinacional probablemente vendrá de todos modos si no puede amenazar con irse a otro lugar. Esa es la idea detrás del Impuesto Mínimo Global.

Tiendo a estar de acuerdo con eso en la mayoría de las circunstancias, pero realmente tiene que analizarse de forma específica para cada país, en lugar de hacerlo de manera global, como se aplica a todos los países en desarrollo, digamos.

¿Cuáles son los próximos pasos de la OCDE ahora?

Creo que lo más importante ahora es tratar de llegar a un acuerdo con Estados Unidos, porque este país está amenazando con imponer una multa de hasta el doble de la tasa impositiva a las empresas y ciudadanos de los países que adopten el impuesto mínimo global y, curiosamente, están proponiendo hacerlo incluso si no se aplica a las empresas estadounidenses.

Entonces, si el impuesto de la UE es hacia una empresa china, la definición es que cualquier país que tenga el impuesto mínimo global será sancionado de esta manera. Hay que ver si realmente harán esto y, por supuesto, ahora la atención tiende a centrarse más en los aranceles que en los impuestos, y eso también influye en el problema.

Creo que en los próximos meses, lo más importante para la OCDE es negociar con Estados Unidos. Eso ya ocurrió durante la administración de Joe Biden, que estaba a favor del impuesto mínimo global, pero luego negoció varias exclusiones para Estados Unidos como los créditos "verdes" y cosas por el estilo. La verdad es que no veo una situación en la que la UE abandone por completo el Impuesto Mínimo Global, así que tiene que haber algún tipo de negociación con Estados Unidos para evitar ataques, además de una guerra comercial.

Pero todo está muy en el aire por ahora. Probablemente lo sabremos pronto porque la próxima semana, el 2 de abril, Estados Unidos debe revelar sus llamados aranceles recíprocos que pueden incluir todo tipo de medidas, y sin dudas pueden incluir medidas fiscales que consideren discriminatorias. Por lo tanto, la próxima semana sabremos exactamente cuál es el alcance de esto. Hay mucha incertidumbre, muchas preguntas en el aire y es muy difícil predecir ahora qué sucederá exactamente.

https://www.bbc.com/mundo/articles/cg70x49v5z2o
Presidente de Estados Unidos, Donald Trump

Presidente de Estados Unidos, Donald Trump

La digitalización económica y la globalización impactó en el diseño de las políticas fiscales de los países, una de las razones por las que la OCDE argumenta que es necesario hacer estos cambios e ir hacia una mayor "justicia fiscal", ¿se llegó tarde?

Esta es la revolución fiscal internacional más grande de los últimos años. Es evidente que el antiguo sistema, desarrollado hace 100 años, no se adapta al mundo actual. Una norma que claramente está obsoleta es que para que un país grave a una multinacional, esta deba tener presencia física en ese país. Además, la forma en que se asignan las ganancias entre jurisdicciones se basa en normas con casi un siglo de antigüedad y que tampoco funcionan en un mundo donde las multinacionales son básicamente empresas unitarias que operan globalmente y con gran rapidez. Por lo tanto, creo que existe consenso en que las normas deben cambiar.

Los países empezaron a adoptar medidas para sortear esta limitación, como los llamados impuestos a los servicios digitales y otros impuestos, y eso fue lo que realmente impulsó el proceso de la OCDE. Finalmente, se llegó a este Impuesto Mínimo Global como solución para garantizar que las multinacionales paguen lo que les corresponde. Y, en general, creo que está justificado.

No sé si se llegó demasiado tarde. Si hubieran hecho esto hace 10 años, seguramente hubiera habido más consenso global y una Organización Mundial del Comercio (OMC) que todavía seguía operativa, con lo que el consenso sobre cómo cambiar las reglas del juego hubiera sido mayor. Estas cosas ocurren debido a la satisfacción con la globalización. Esencialmente desde el Brexit y la primera elección de Trump, los votantes sentían, probablemente con razón, que estaban perdiendo.

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Uruguay sí tuvo una ventana de oportunidad para ser miembro de la OCDE, durante los gobiernos que precedieron al actual.
Uruguay sí tuvo una ventana de oportunidad para ser miembro de la OCDE, durante los gobiernos que precedieron al actual.

El problema es que ahora es mucho más difícil redactar normas que sean aplicables a nivel global, porque hay países como Estados Unidos, pero también otros, que sienten que las normas globales en general, cualquiera de ellas, no les funciona.

Como resultado, puede que todo esto ocurra demasiado tarde como para ser efectivo, pero eso está por verse. Mi esperanza es que, de alguna manera, se mantenga el Impuesto Mínimo Global y que el momento actual de creciente guerra comercial pase, pero es muy difícil saberlo. Aun así, siempre soy optimista.

¿Cómo evalúa el papel de los paraísos fiscales en el contexto del nuevo régimen fiscal internacional? ¿Cree que la OCDE y el sistema internacional han hecho lo suficiente para abordar la evasión fiscal?

No. Es decir, han hecho mucho. En cuanto a los paraísos fiscales, especialmente la evasión fiscal por parte de particulares, de personas adineradas, ha habido un progreso enorme desde la adopción del Estándar Común de Información (CRS), que también empezó en Estados Unidos, pero luego se adoptó prácticamente a nivel mundial. Ahora es mucho más difícil evadir impuestos e incluso los países en desarrollo han aumentado su capacidad para hacerlo, aunque obviamente no es la situación ideal.

El problema fundamental es que, en primer lugar, Estados Unidos es el mayor paraíso fiscal del mundo, porque si eres extranjero, puedes establecer una empresa en un lugar como Delaware, por ejemplo, y nadie sabrá quién es el propietario de la empresa. No hay informes y Estados Unidos no coopera realmente con el CRS, por lo que se vuelve más difícil.

Esto también aplica, en cierta medida, a la UE y a otros países ricos porque son estos los destinos a los que se destinan casi todos los ingresos por inversiones. Por lo tanto, si ambos cooperaran, podrían resolver el problema al dejar de ayudar e incitar a los ciudadanos del otro a ocultar sus impuestos, lo que también afectaría al resto del mundo. Pero hasta ahora, y sobre todo últimamente, no parece haber mucha cooperación.

Temas:

Impuesto Mínimo Global Uruguay OCDE Member Estados Unidos

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