El candidato nacionalista votó mucho mejor de lo que pregonaban aquellos que no confiaban en su performance.
Las expectativas muchas veces terminan en desasosiego y frustración, y eso le pasó en la noche de este domingo al Frente Amplio cuyos dirigentes y militantes esperaban obtener una mayoría parlamentaria ancha y sin fisuras que les asegurará un camino sin dificultades.
Los malos augurios y las oscuras acechanzas muchas veces se disipan y revelan una realidad más luminosa: eso le ocurrió al candidato nacionalista Álvaro Delgado, de quien muchos de sus propios compañeros no creían que tuviera el muy buen desempeño que finalmente alcanzó.
En definitiva, tras el conteo de los votos que terminó esta madrugada, serán Yamandú Orsi y Delgado quienes disputarán el balotaje el último domingo de noviembre y, según parece, la disputa será bastante más pareja de lo que se esperaba de antemano.
Las encuestas le otorgaban a la izquierda un apoyo que superaba el 45% en tanto que mostraban a Delgado llegando a la instancia del balotaje con un 25%. Pero el FA apenas arañó el 44% y aunque obtuvo la mayoría en el Senado no lo logró en la Cámara de Diputados. Al cierre de esta edición todavía las cuentas no estaban claras acerca de si la mayoría en la Cámara Baja responderá a la Coalición Republicana.
En tanto, Delgado superó el 27%, muy cerca del 28% que obtuvo Luis Lacalle Pou en las elecciones de 2019 que lo llevaron a la presidencia. De esta manera, le propinó un revés a quienes auguraban una migración masiva de votos hacia el Partido Colorado encabezado por Andrés Ojeda por culpa, decían, del escaso carisma del candidato y de la elección de la exsindicalista Valeria Ripoll como su compañera de fórmula.
Ojeda juntó un 16% y superó el 13% que había conseguido Ernesto Talvi en los comicios pasados, pero no alcanzó el 17% que logró Pedro Bordaberry en 2009, en la mejor performance colorada desde la debacle de 2004.
“Estamos vivos”, dijo a El Observador un operador nacionalista mientras de fondo se escuchaba la algarabía de la sede blanca.
Delgado hizo subir al estrado del festejo al resto de los integrantes de la Coalición Republicana a quienes necesita consustanciados con la tarea de arriar a sus votantes a favor del candidato blanco.
Además del 16% de los colorados, Delgado necesita la mayoría del esmirriado 2,5% obtenido por el Cabildo Abierto de Guido Manini Ríos y del 1,7% del Partido Independiente. Son de más difícil trazabilidad el casi 3% de los votos del antisistema Gustavo Salle (Identidad Soberana), quien estuvo a un paso de complicarle la vida al próximo gobierno con una banca en el Senado que lo hubiera obligado a negociar ley a ley.
En sus discursos, Delgado y Orsi apuntaron a lo que, consideran, serán sus fortalezas en el mes por venir. “Nuestro Frente Amplio es nuevamente el partido más votado del Uruguay, somos el partido que más creció en esta elección", celebró el candidato frenteamplista. “La coalición es el proyecto más votado de nuestro país”, destacó Delgado. Los dos tienen razón. Pero en política la matemática no es exacta y las sumas no suelen dar lo que imponen los números.
Ya desde este lunes ambos bandos en pugna comenzarán a diseñar sus respectivas estrategias. Ni Delgado ni Orsi se han caracterizado por una verba inflamada ni por atacar con violencia a sus rivales. Si nada raro se cruza en el camino, la campaña hacia el último domingo de noviembre debería deslizarse por una senda mansa.
Habrá un debate televisivo entre los candidatos, establecido por ley, pero estos intercambios no suelen prestarse para remarcar diferencias, entre otras razones por su dinámica acartonada.
Anoche, los frenteamplistas se acostaron con una sensación amarga porque sus expectativas eran muchas, y los blancos seguramente durmieron con una tranquilidad que no se les daba desde aquella interna en la que Delgado eligió la arriesgada jugada llamada Ripoll.
Se dirá que la votación de Delgado le debe demasiado al gobierno encabezado por Luis Lacalle Pou, pero negarle méritos a su performance no sería justo, sobre todo cuando más de uno esperaba verlo tropezar para achacarle toda la culpa de ese golpazo que nunca llegó.
