Ese “copy-paste” -que abarca el 40% de las exportaciones europeas a EE.UU.- funcionaría sin problemas.
De hecho, esas tarifas estaban suspendidas gracias a una tregua alcanzada en 2021 (entonces el volumen en juego era de u$s 3.000 millones) y que debía ser revisada en marzo. Como parte de ese trato, EE.UU. (la administración Biden) estableció un sistema de cuotas.
Hay otra posibilidad sobre la mesa que tampoco se descarta. Llevaría más tiempo pero podría añadirse en un segundo tiempo.
A diferencia de 2018, la UE dispone ahora del llamado Instrumento Anti-Coerción (IAC), un mecanismo diseñado para contrarrestar la presión económica de terceros países. Y muchos quieren usarlo contra Washington. Más concretamente, donde más le duele: sus tecnológicas.
La UE registra un déficit comercial anual de casi 150.000 millones de euros en servicios, la mitad de su superávit en bienes. Uno de los principales factores de este desequilibrio es el dominio de las empresas tecnológicas estadounidenses.
Por eso en Bruselas hay quienes creen que el ACI sería un gran arma en la guerra comercial -que implicaría llevarla al terreno de los servicios-, en un momento en que las Big Tech además se quejan de persecución por las investigaciones abiertas y las multas que se les viene imponiendo.
Próxima movida de EEUU: desde autos a minerales y remedios
Claro que cuando la guerra empieza, todo vale. Entre los ministros de Comercio de la UE hay una preocupación cada vez mayor de que Washington intente dividir a los Estados miembros, cuando convengamos, ya existe un nivel de divergencia por momentos quebradizo.
Pero la administración Trump podría recurrir a incentivos maquiavélicos como ofrecer acceso a chips de IA de diferentes niveles de sofisticación o incluso proponer acuerdos de aranceles bilaterales.
EE.UU. además cuenta con “herramientas comerciales” para retaliar contra las normas conocidas como EGS -normativa europea que monitorea la sustentabilidad corporativa y afecta los negocios de las compañías estadounidenses-, como recordó hace poco Howard Lutnick, la elección de Trump para Secretario de Comercio.
Peor aún, un informe de Goldman Sachs arriesgó un escenario sobre cómo seguiría la guerra comercial entre Trump y la UE.
Ahora esperan que EE.UU. aumente los aranceles sobre las exportaciones de automóviles europeos en 25% e introduzca una tarifa del 10% sobre un amplio conjunto de importaciones críticas, que van desde minerales hasta productos farmacéuticos.
Según sus cálculos, esta medida podría afectar exportaciones por 190.000 millones de euros, lo que equivale al 40% de los envíos totales del bloque a EE.UU.
Haciendo memoria: las tarifas no funcionaron y subieron los precios
Hacer memoria es un buen ejercicio. En 2018, los aranceles (en realidad era 25% para el acero y 10% para el aluminio) impactaron u$s 7.000 millones de exportaciones europeas de acero y aluminio, en un momento en que la UE -a diferencia de lo que ocurre hoy- era uno de los proveedores más importantes junto con Canadá y México.
Actualmente, el mercado se reparte de otra manera. Esta vez, la UE entró al cuadrilátero de las tarifas por exportaciones en las que no tiene peso.
Canadá es por lejos el jugador central en ambas industrias. Concentra el 58% de las importaciones de aluminio de EE.UU. por volumen, seguido por Emiratos Árabes (6%) y China (4%).
En el caso del acero, Canadá supone el 23%, Brasil, el 16%, México, el 12% y Corea del Sur, el 10%.
quiénes le venden acero y alunmio a eeuu.png
Finalmente, Trump y luego Biden llegaron a acuerdos para levantar esas tarifas o reemplazarlas por otras restricciones comerciales, como cuotas. Ahora, ¿funcionaron los aranceles la primera vez? No.
Los productores sí salieron ganando al aumentar sus ventas pero el precio de los metales se incrementó con lo que las industrias que los consumen se vieron perjudicadas y golpeó a la economía en general.
Se calcula, según publica The New York Times, que estas industrias vieron caer su producción u$s 3.480 millones como resultado de las tarifas superando el beneficio obtenido por la industria del acero y el aluminio.
En ese sentido, esta vez el efecto sería aún más dramático porque esta vez las tarifas no incluyen sólo metales básicos como en 2018 sino también productos terminados que se emplean para construir bienes con valor añadido. Esto significa que la repercusión en los precios se sentirá mucho más.
Pero parece que a Trump no le gusta hacer memoria. Mientras volaba al Super Bowl en el Air Force One, anunció su decisión. Y dijo: “Es muy simple, si ellos nos cobran, nosotros les cobramos a ellos”.
Por si quedan dudas del fiasco del primer intento de una industria autosuficiente -fiasco que ahora se repite como calco-, en 2024, la producción de acero de EE.UU. fue 1% inferior a la de 2017 mientras que la de aluminio estuvo casi 10% por debajo.
importaciones de EEUU de acero y aluminio.png
EE.UU. hoy es altamente dependiente de estos metales. Sobre todo del aluminio: el 80% de sus necesidades es cubierta con importaciones según Morgan Stanley. En cuanto al acero, aunque la porción es mucho menor (17%) , las compras al exterior son críticas para ciertos sectores como el aeroespacial, el automotriz y el energético.
China dejó de construir e inundó de acero el mundo
Desde los años 40 que un país no domina la industria global del acero en la escala en que lo hacen hoy los chinos. EE.UU. producía la mitad del acero que se hacía en el mundo en esa época. Hoy, menos del 5%.
Aunque China casi ni vende metales a EE.UU. está en el centro de esta decisión de Trump que hoy obliga a la UE a calzarse los guantes.
El punto es que por muchos años China usó cantidades masivas de acero en forma doméstica. En el mercado interno, una floreciente industria de la construcción demandaba cantidades inmensas del metal. El boom inmobiliario terminó generando viviendas para los 1.400 millones de habitantes y departamentos vacíos como para 300 millones de personas.
Esa resaca produjo un crash. La construcción se detuvo. Para evitar el cierre de fábricas, China empezó a exportar.
El famoso problema de la sobre-capacidad. Inundó de acero al mundo. Y acá está Europa. Pensando en retaliar.