El lunes 21 de abril, a las 07:35 horas, falleció el Papa Francisco, a los 88 años, tras sufrir un ictus. El informe médico confirmó la causa de su deceso y, apenas constatada su muerte, su cuerpo fue cubierto con la tradicional vestimenta papal y antes de ser velado en la capilla de la residencia de Santa Marta, el Sumo Pontífice fue sometido a una técnica de conservación denominada "tanatopraxia" destinada a convervar el cuerpo de manera aceptable para que los fieles puedan despedirse hasta el sábado 26 de abril cuando se realizará el funeral.
"Qué es la tanatopraxia"
Francisco dejó estipulado en su testamento que no quería ser embalsamado, al igual que sus predecesores Benedicto XVI, Juan Pablo II, Juan Pablo I y Pablo VI. En su lugar, se le practicó una tanatopraxia, un procedimiento que preserva temporalmente el cuerpo humano. Esta técnica consiste en el afloramiento de arterias principales, como la carótida, por donde se introduce una cánula hasta el corazón. A través de un sistema de presión, se inyecta una sustancia química que reemplaza la sangre, mientras esta es drenada por la yugular. El objetivo es mantener el cuerpo en condiciones aceptables durante los días de velatorio, sin alterar su curso natural de descomposición.
Fue trasladado a la Basílica de San Pedro y estará expuesto hasta el viernes
El cuerpo sin vida del pontífice ya ha sido trasladado a la Basílica de San Pedro, donde permanecerá expuesto hasta la noche del viernes para que los fieles puedan despedirse. En concordancia con su voluntad, el rito ha sido simplificado y la exposición de su cuerpo se realiza con sobriedad, sin los elementos tradicionales que suelen acompañar estas ceremonias. No se utilizó el clásico catafalco papal y el féretro en el que descansa es austero, hecho de madera y zinc.
Humildad y sencillez
La decisión de evitar el embalsamamiento permanente es parte del perfil sobrio que caracterizó al pontificado de Francisco. En contraposición, otros papas eligieron técnicas más duraderas. El caso más recordado es el de Juan XXIII, cuyo cuerpo fue embalsamado y cuarenta años después de su muerte fue encontrado prácticamente incorrupto. En cambio, el intento de conservar el cuerpo de Pío XII mediante un método experimental resultó trágico: la descomposición avanzó rápidamente, generando gases y un olor insoportable que obligó a cerrar el ataúd antes de lo previsto. Finalmente, su tórax explotó por la presión acumulada, dejando una lección que marcó las decisiones de varios pontífices posteriores.
El último adiós a Francisco
La sencillez del velorio, el rechazo al embalsamamiento y el ataúd humilde continúan el mensaje pastoral y humano que Francisco cultivó durante su pontificado. Hasta el viernes por la noche, fieles de todo el mundo podrán rendirle homenaje en la Basílica de San Pedro, antes de que su cuerpo sea sepultado en la Basílica Santa María la Mayor y no en las grutas vaticanas.