24 de abril 2025 - 9:31hs

Francisco siempre lo supo. La vida es un bien precioso, pero no infinito. Y fue muy consciente del mundo que iba a dejar cuando ya no estuviera.

Diseñó sus funerales con precisión milimétrica.

Y, desde el cortejo fúnebre que lo acompañó este miércoles en su último viaje hasta el orden de las filas que miles de católicos vienen haciendo para despedirlo en la Basílica de San Pedro, han sido planificados hasta el más mínimo detalle por su mente. Esa que le funcionó a la perfección hasta el último instante de su existencia.

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Para el papa Francisco, nunca fue después de mí, el diluvio.

Todo lo contrario. Se propuso influir del modo más decisivo posible en la designación de su heredero en el Vaticano. Jerarquizó a los aliados, relegó y encapsuló a los enemigos, y armó un escenario tentativo para que los candidatos a sucederlo estuvieran entre esos bendecidos por él.

Por eso, es que los tres obispos más mencionados en estas horas para reemplazarlo al frente del Vaticano son religiosos que Francisco favoreció y protegió a lo largo de sus doce años de gestión.

Hijo de la América Latina y heredero del ultra conservador alemán Benedicto XVI, Francisco imaginaba que el próximo Papa debería ser un asiático. Era un silogismo perfecto para la racionalidad cristiana: si su antecesor era europeo y él era latinoamericano, el sucesor debía venir de otro continente, el más exótico y el más extenso.

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La apuesta que llego de Filipinas

Y tenía a su candidato: el filipino Luis Antonio Tagle, arzobispo de Manila y al que había elevado en Roma a presidente de la Corporación para la Evangelización de los Pueblos en 2019.

Progresista, asiático y nacido en una isla que había colonizado la España católica. No se podría pedir más.

Monseñor Tagle es absolutamente popular en su país y, como es un apasionado de la tecnología, ha estudiado a fondo las redes sociales. Tiene sus propias cuentas y en la mañana del lunes, apenas muerto su amigo Francisco, cambió el posteo inicial de su muy visitada página de Facebook.

“All I can do is keep silent. And I walk with you all with my silent heart”, escribió monseñor en inglés. “Todo lo que puedo hacer es mantenerme en silencio. Y yo camino con todos ustedes con mi corazón silencioso”.

Moderno y sensible. Sin dudas, el filipino Tagle era el preferido de Francisco para conducir los destinos del Vaticano que viene.

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Un puente construido para un italiano progre

Pero tampoco era el único candidato que el jesuita argentino construyó para combatir al numeroso ejército de sus enemigos conservadores.

Francisco también preparaba al italiano Mateo Zuppi, quien fue párroco de la Iglesia del Trastevere en su juventud, muy cerquita del Vaticano, al otro lado del río.

Solo hay que decir que el Papa argentino lo nombró cardenal, arzobispo de Bolonia y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana para entender cuánto lo valoraba y lo impulsaba.

Pero, además, Zuppi escribió el prólogo del libro “Building a bridge” (Construyendo un puente) del sacerdote James Martin, en el que llamaron a la Iglesia a tener una actitud diferente con los colectivos LGBT.

“Eso ayudará a que los hermanos católicos LGBT se sientan más en casa”, explicó Zuppi, con el consentimiento de su amigo el Papa.

Como si semejante confianza fuera poca, Francisco también le asignó una tarea diplomática en el peor de los conflictos europeos: la invasión de Rusia contra Ucrania.

Zuppi estuvo en Kiev con Volodimir Zelenski; en Washington, en Pekin y en Moscú con el gobierno de Vladimir Putin. El italiano, sin dudas, también sería un Papa con bendición bergogliana.

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El diplomático que crece como alternativa

De todos modos, Francisco sabía que un candidato demasiado progresista podía encontrarse con las barreras de los sectores de derecha conservadora, muy fortalecidos en este tiempo por el triunfo y las posturas de Donald Trump como presidente de EEUU.

Por eso, cobijó también a un candidato más moderado que Tagle y Zuppi: allí es donde encaja la variante moderada de Pietro Parolín, el diplomático.

Parolín nació para mediar en los asuntos difíciles.

A los 31 años, un obispo que lo había ayudado a convertirse en sacerdote logró que lo designaran en la diplomacia del Vaticano. Un camino que jamás abandonaría.

Fue el mediador de la Iglesia para resolver los históricos conflictos con China y con Vietnam, y fue el encargado de anunciar la adhesión de la Iglesia al Tratado de No Proliferación Nuclear.

Francisco lo nombró Secretario de Estado Vaticano, el cargo que habían ejercido los expertos diplomáticos Angelo Sodano y Tarcisio Bertone.

Si el filipino Tagle y el italiano Zuppi fueran demasiado “wokes” para la Iglesia que se proyecta al futuro, el Papa argentino reservó la carta de Pietro Parolín, a quien en los últimos días viene sumando los apostadores que lo visualizan como el sucesor.

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La sorpresa que habla siete idiomas

Sin embargo, uno de los mayores morbos en la designación del Papa católico es la aparición de algún candidato sorpresa, un tapado que pueda desafiar los pronósticos de los especialistas a los que el universo del catolicismo llama vaticanistas.

Y la verdad es que la elección del reemplazante del papa Francisco tiene varios nombres tapados que los vaticanistas señalan como posibles sorpresas.

Después de varias consultas a religiosos de perfiles ideológicos diferentes, un nombre se comienza a pronunciar seguido aunque en voz baja. Es el del obispo estadounidense Robert Francis Prevost.

Nacido en Chicago hace 70 años, algunos obispos lo llaman Roberto Francisco en vez de Robert Francis.

Es que padre era francés y su madre española, por lo que desde pequeño habló tanto el inglés como el español, y luego le fue sumando idiomas hasta que se convirtió en un políglota que hablaba el francés, el alemán, el portugués, el italiano y fluidamente el latín, la lengua casi olvidada del catolicismo original.

A los 30 años, el sacerdote Prevost se fue a participar de una misión en el norte del Perú y a orillas del océano Pacífico. Fue y vino de ese país latinoamericano tantas veces que el gobierno peruano le terminó concediendo la ciudadanía.

Un Pontífice de transición

Esa faceta, en la que se entremezclan su nacionalidad estadounidense, su capacidad lingüística y su conocimiento de la cultura de América Latina le otorgó visibilidad entre los discípulos de Francisco, y empezó a ser mencionado por quienes apuestan por un Papa que sea una bisectriz entre la herencia progresista del argentino y la influencia cada vez más poderosa de Donald Trump en el rumbo del mundo que se aproxima.

¿Puede ser Prevost el Papa sorprendente que imaginan los partidarios de un Pontífice de transición que no levante las banderas del progresismo woke ni las del trumpismo que intenta diseñar otro mundo? Hay quienes piensan que sí.

Es cierto que el papa Francisco, argentino al que este sábado van a despedir en Roma el propio Trump, los Reyes de España, Giorgia Meloni, Emmanuel Macron, Volodimir Zelenski y Javier Milei, preferiría que su sucesor fuera uno de los suyos. De sus preferidos. Tagle, Zuppi o Parolín, uno de los que preparó para ocupar su sillón vaticano.

Pero también es cierto es que Francisco no va a estar allí para controlar la votación de los cardenales.

Habrá, seguramente, algunos que mirarán al cielo, le pedirán perdón y votarán diferente a lo que el Papa jesuita hubiera querido.

Todo se puede planificar en vida. Hasta los detalles de la propia muerte, como lo hizo Francisco.

Lo único que no se puede planificar es cómo van a responder las almas libres cuando el líder que todo lo decidía y lo controlaba se ha ido para no volver.

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