22 de abril 2025 - 9:14hs

A los pocos meses de iniciar su papado en 2013, Francisco ya comenzó a indagar en las finanzas del Vaticano y enseguida supo que tenía una larga batalla por delante que enfrentaría la resistencia de la Curia romana, la burocracia que administra la Iglesia Católica, ésa que el Papa alguna vez llamó “la última corte que queda en Europa”.

No se equivocó.

Tampoco perdió el tiempo. Ordenó que se formara una comisión que propusiera las reformas necesarias en el Instituto para las Obras de Religión, más conocido como el Banco Vaticano, una entidad creada en 1942 para manejar las finanzas del clero y las organizaciones de la Iglesia alrededor del mundo y cuya reputación estaba manchada por décadas de escándalos y la más absoluta opacidad.

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De hecho, al Papa ya le había tocado lidiar con las finanzas turbias mucho antes de llegar a Roma.

Cuando todavía era el cardenal Jorge Bergoglio y debió hacerse cargo del Arzobispado de la Ciudad de Buenos Aires heredó de monseñor Antonio Quarracino un escándalo bancario.

Se trataba de un préstamo de u$s 10 millones. Fue una causa en la que finalmente, tras muchos años, se demostró que la firma de su antecesor para la solicitud del crédito había sido falsificada.

Pero en el Vaticano había una tradición de estafas, fraudes y malversaciones financieras a una escala sin comparación.

Desde la quiebra del Banco Ambrosiano en los años ochenta, una entidad propiedad de la Iglesia cuyo responsable terminó colgándose bajo el Puente de Londres hasta la confiscación de 23 millones de euros en 2010 por parte de fiscales italianos en una cuenta a nombre del Banco Vaticano que era utilizada para lavar dinero.

Durante el pontificado de Francisco, el Banco Vaticano atravesó un proceso de modernización que fue una verdadera revolución. Por primera vez, empezó a publicar reportes anuales mostrando sus números, algo impensado poco más de una década atrás. No por nada se lo conocía como “el banco con más secretos del mundo”.

En esa misma línea, Francisco reorganizó toda la estructura de administración de la entidad, a la que sometió a una estricta supervisión interna así como auditorías externas, lo que llevó al cierre de miles de cuentas.

El Papa también reclutó a ejecutivos del mundo de los negocios y las finanzas para sumarse a la Curia en este esfuerzo por llevar los procesos internos a los niveles que imponen los estándares internacionales.

“Tenemos que predicar con el ejemplo”, decía el padre Augusto Zampini, un argentino secretario adjunto en el departamento de desarrollo humano del Vaticano, que había trabajado en el banco central de su país y en la firma legal Baker & McKenzie antes de ordenarse.

“Los activos financieros del Vaticano no son muchos pero tienen un poder simbólico muy grande”, apunta Zampini, que suele ser quien concurre a los foros como Davos.

El escándalo financiero que marcó a Francisco y aceleró los cambios

Al año siguiente de haber iniciado su papado, Francisco creó la Secretaría de Asuntos Económicos, con autoridad sobre toda la actividad económica de la Santa Sede y la ciudad del Vaticano. No resultó bien.

Fue este escándalo financiero que marcó el comienzo de su camino como papa el que quizás reforzó su determinación para la gran “limpieza” que siguió y la convicción de que, sin importar cuánto se aferraran los prelados a sus privilegios, el Banco Vaticano debía ser transparente.

En 2014 esta flamante Secretaría hizo una inversión cuestionable en un antiguo depósito de Harrods en Londres donde se construirían departamentos de lujo. Francisco terminó despidiendo a cinco empleados del Vaticano por el negoci

Varios años después, en 2022, una corte del Vaticano confirmó la condena de dos ex directores del Banco por malversación. Al año siguiente, un cardenal fue sentenciado a prisión por haber invertido en forma indebida u$s 200 millones de la Santa Sede en un fondo de cobertura italiano.

El “imbroglio” terminó con la liquidación del edificio de lujo en Chelsea, lo que derivó en una pérdida de más de u$s 100 millones para el Vaticano.

Desde el episodio, Francisco tomó una resolución crítica: reorganizó la estructura del manejo financiero centralizando la administración de las inversiones y ordenando que se transfieran todos los activos a un único gestor para asegurarse que “los fondos se invierten en línea con los principios de la Iglesia”.

Ahora los casos se juzgan en la Justicia y no ante una elite eclesiástica

El año pasado, Moneyval, el organismo anti-lavado de la Unión Europea, emitió su reporte sobre la entidad.

La evaluación destacó los numerosos avances que transformaron al banco en relación a la primera auditoría durante el papado de Benedicto XVI en 2021.

Francisco incluso cambió la ley del Vaticano para que los obispos y cardenales que transgredieran las normas y ensuciaran la reputación de la Iglesia con estos escándalos financieros fueran juzgados por una corte legal de casos criminales y no un panel integrado por una elite de prelados.

Ya en sus últimos días, cuando estaba enfermo, seguía luchando con la crisis presupuestaria y los números que no cerraban. La angustia de encontrar la forma de pagar las pensiones a los curas y monjas retirados.

Su padre, Mario, era contador. Quién sabe algo tuvo que ver con esta vocación de devolver al menos algo de orden a las oscuras y desprestigiadas finanzas del Vaticano.

Fue una de sus grandes conquistas. Sólo una de tantas.

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