La retirada de la oferta de Brookfield dejó a Grifols en territorio de extrema vulnerabilidad. El acuerdo, que implicaba que la empresa de la familia española -una de las mayores fortunas del sector médico del mundo- volvería al ámbito privado y mantendría su participación del 35%, tenía sus ventajas.
Aunque la propiedad familiar se vería diluida, seguirían teniendo injerencia en el negocio que José Antonio Grifols Roig creó hace más de un siglo. Ahora, todo vuelve a estar bajo el sol de los mercados: la carga de deuda, la liquidez justa.
Desde el miércoles que se cayó la operación, Grifols se derrumbó 19% (la acción pasó de 10,65 euros a 8,61 euros). Y ya había perdido 30% el resto del año.
Ahora el desafío es despejar los vencimientos de esa deuda que, en el marco de la operación de venta, hubiera sido repagada a los inversores. De hecho, varios bancos de Wall Street venían trabajando hace meses -y esperando un mandato oficial que se demoraba- en un paquete de unos 11.000 millones de euros para cancelar esas obligaciones.
Ocurre que al retirar de cotización pública a una compañía, se disparaba una cláusula que habilita a los bonistas y demás acreedores a reclamar el pago anticipado de la deuda y “above-par”, es decir, por encima de su valor nominal. La deuda total de Grifols es de unos 9.200 millones de euros.
Despejar los vencimientos del 2025 y evitar una ampliación de capital
El objetivo es refinanciar bonos garantizados y una línea de crédito renovable otorgada por un grupo de bancos encabezada por el Bank of America por 1.400 millones de euros, lo que liberaría el horizonte para el año que viene de cualquier estrangulamiento en materia de liquidez.
El CEO, Nacho Abia, reconoce que el plan A es refinanciar 370 millones de bonos que vencen en 2025. “Podría ver la posibilidad de repagarlos con flujo de efectivo pero no queremos quedar muy apretados”, le reconoce a Bloomberg.
Grifols recibió en junio de este año u$s 1.700 millones de una venta a China, parte de los que ya usó para ir cancelando compromisos. “Incluso si el flujo de caja mejora, no será suficiente para afrontar los vencimientos y repagar el crédito. Grifols está en manos de los bancos y creemos que quizás no debiera confiar en su apoyo”, dicen los analistas de una entidad.
Si Grifols lo consigue, puede respirar hasta 2027. De lo contrario, el peor escenario sería una ampliación de capital ya que diluiría la participación accionaria en la empresa.
La familia, ya lejos del management, quiere hablarle al inversor
La familia se fue alejando del manejo del negocio. Algo que Víctor Grifols, el nieto del fundador, ni hubiera imaginado cuando presentó en sociedad a sus sucesores en noviembre de 2016.
Víctor había llevado a Grifols a la Bolsa y la había hecho crecer a través de una expansión internacional agresiva. Ahora era el turno de su hijo, también Víctor, y su hermano, Raimon. Asumirían como co-CEOs. Pero eso no pasaría.
La pandemia fue un período caótico para la empresa, en el que la recolección de sangre cayó drásticamente y la deuda masiva contraída durante el raid de adquisiciones quedó expuesto en primer plano.
Víctor y Raimon fueron relegados a otros roles ejecutivos en 2022 y por primera vez se eligió a un CEO que no era de la familia, Steven Mayer.
Poco después del reporte Gotham -las alegaciones de desmanejos, falta de transparencia y fragilidad del negocio de un broker interesado en que caiga la acción-, Víctor y Raimon directamente se alejaron del management. Entre varios otros cambios, se nombró como nuevo CEO a Nacho Abia.
Mientras enfrenta el desafío de la refinanciación, la familia quiere hablarle a los inversores. Necesita hacerlo porque debe frenar la sangría. Comunicó que pronto convocará un Capital Markets Day, donde presentará su visión estratégica e iniciativas clave diseñadas para conseguir oportunidades de crecimiento.
Grifols necesita transmitir una visión y anclarse en su historia. Pero el pragmatismo inversor le pedirá primero que resuelva lo urgente.