12 de noviembre 2024
24 de septiembre 2024 - 20:12hs

Es Climate Week en Nueva York. Un mega-evento que se solapará con la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) y que promete resultar en una cumbre climática paralela a la que realizará precisamente la ONU en noviembre, este año en Azerbaiyán (después de la fastuosa Dubai del 2023).

Por allí pasa este martes como una de las figuras centrales la reelecta presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, quien después de una reestructuración del organismo ejecutivo que revolucionó a la tranquila Estrasburgo, dejó en la posición de más poder a la española Teresa Ribera. Su misión: reflotar el convaleciente Pacto Verde en Europa.

Primera entre los 26 comisarios de la nueva Comisión Europea, Ribera aún debe ser aprobada por el Parlamento, al igual que sus colegas, y con suerte asumirán en noviembre.

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Pero la hasta ahora ministra para la Transición Ecológica en España tiene claro que los objetivos climáticos europeos, cuestionados y motivo de protestas y creciente malestar, tienen que ser reformulados en otro marco.

Y ahí, la sintonía con von der Leyen parece evidente. Ya desde ahora se habla de un nuevo “Pacto Verde Industrial”. Cuando von der Leyen asumió en 2019 aseguró que el “calentamiento global era absolutamente prioritario”.

Hoy ya no, si no viene acompañado de políticas que preserven la competitividad de las empresas. Un lineamiento inspirado en el trabajo presentado por el ex banquero central del bloque, Mario Draghi.

Ambiciones costosas: emisiones cero para 2050

Ribera tendrá también otra función: la política de competencia. Esto es la aplicación de las reglas antitrust en un momento en que hay investigaciones abiertas contra empresas como Google, Gucci, Red Bull y Apple, además de supervisar las fusiones en el bloque en tiempos de acelerada consolidación en varios sectores.

Pero las ambiciones verdes europeas son muy altas. Europa busca ser el primer continente con emisiones netas cero. Y el cronograma es más que exigente. Para muchos no tiene sentido. Los costos son demasiado altos.

Pero nadie dijo nada de revisarlos. Aunque se debió ceder ante la irritación que empiezan a generar.

Basta recordar la protesta agraria que durante un mes congestionó con tractores y camiones las rutas de España, Bélgica, Francia, Polonia e Italia.

Finalmente, la presión fue tal que se dio marcha atrás con la reducción a la mitad del uso de pesticidas al 2030. Los agricultores afirmaban que las regulaciones ambientales reducían su competitividad frente a los productos importados.

Tras un acuerdo provisional con el Parlamento Europeo en abril, el Consejo aprobó el Pacto en mayo de 2021.

Los Estados de la UE se comprometieron a lograr la neutralidad climática de aquí a 2050, cumpliendo los compromisos asumidos en el marco del Acuerdo internacional de París (en el gráfico, los países que hoy más dependen del carbón para sus necesidades energéticas).

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El Pacto Verde Europeo es la estrategia de la UE para alcanzar ese objetivo. La próxima meta es reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero en al menos un 55% con respecto a los valores de 1990 de aquí a 2030. Este objetivo es jurídicamente vinculante y se basa en una evaluación de impacto realizada por la Comisión.

Ribera, experimentada y pragmática

Ribera tiene sobrada experiencia en el tema. Con mucho pragmatismo, medió en el enfrentamiento entre Alemania y Francia en torno al tema de la energía nuclear durante la presidencia temporaria de España de la UE y fue clave en las negociaciones en la cumbre climática de Dubai del año pasado.

A su vez, como parte de la administración de Pedro Sánchez, conoce el roce con las grandes empresas. Y tuvo colisiones de las que no dio marcha atrás. Fue el caso del choque con el consejero delegado de Repsol, Josu Jon Imaz, por su discurso en Davos.

El ejecutivo aseguró que la manera de abordar la descarbonización desde Europa estaba basada en “una aproximación ideológica” y Ribera criticó el “negacionismo y retardismo” de su discurso, lo que tensó la relación con el sector privado.

Los bancos dicen basta: financian inversiones rentables

Pero no sólo las empresas y los agricultores lo ven como un freno en sus negocios. Los bancos son uno de los grupos más atacados por el tema y parecen estar hartos.

Desde que una cláusula en el Acuerdo de París de 2015 pedía que la financiación privada apoyara la reducción de las emisiones de gases invernadero, el rol del sector financiero quedó sujeto a un escrutinio cada vez más severo tanto de los reguladores como de las ONG.

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Pero la industria decidió aclarar algunos puntos. El Instituto Internacional de Finanzas (IIF por sus siglas en inglés) publicó recientemente un comunicado para corregir algunos “malentendidos”.

Es la entidad que reúne a los bancos y administradores más poderosos del mundo, desde Goldman Sachs y BlackRock hasta Santander y UBS.

La entidad asegura que existe una falacia extendida según la cual si las carteras de los bancos están alineadas con un futuro de emisiones netas cero, la descarbonización de la economía global será una consecuencia natural. Pero es una sobre-estimación de su capacidad, ya que no son el único agente de cambio, apuntan.

Y muy claramente, indican que la prioridad de la industria es generar retornos para sus clientes y que las inversiones relacionadas con la transición energética sólo se contemplarán si son rentables.

Es una alusión a las críticas por el hecho de que continúan financiando a las Big Oil y otras actividades ligadas a las emisiones de carbono. Pero lo dicen sin vueltas. No somos “los caballeros blancos” de la transición verde.

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