La película La Infiltrada se alzó con el premio Goya a la Mejor Película, cautivando al público con la historia de una mujer valiente que desafió lo imposible.
Inspirada en hechos reales, narra la infiltración de Elena Tejada en la organización terrorista ETA, una operación que cambió el curso de la lucha contra el terrorismo en España.
Pero más allá de la gran pantalla, la verdadera historia de Elena es aún más impactante.
La realidad que supera la ficción
En la España de los años 90, donde el miedo y la violencia marcaban el día a día de muchas ciudades, una mujer decidió adentrarse en la oscuridad para intentar frenarla. No buscaba gloria ni reconocimiento. Ni siquiera esperaba que su nombre fuera recordado. Pero sin ella, la historia de la lucha contra ETA no habría sido la misma. S
u nombre real es Elena Tejada, aunque durante años fue conocida como Aranzazu Berradre Marín, la identidad que adoptó para convertirse en la primera y única mujer policía infiltrada en la organización terrorista.
Su historia, casi imposible de creer, hoy cobra vida en la película La Infiltrada, pero la realidad supera cualquier ficción.
La decisión que lo cambió todo
Elena tenía apenas 20 años cuando tomó una decisión que la marcaría para siempre. Aceptó infiltrarse en ETA, sabiendo que no había margen para el error. No podía contarle a nadie, ni siquiera a su familia. No habría despedidas ni explicaciones. Desaparecería de su propia vida para entrar en un mundo donde cualquier gesto en falso podía costarle la vida.
Durante ocho años, su único contacto con la realidad que había dejado atrás era un comisario que la guiaba desde la sombra, un hombre al que ella misma describió como un "manipulador", alguien que le exigía seguir adelante sin más opción que obedecer.
Su puerta de entrada a ETA fueron los círculos del Movimiento de Objeción de Conciencia en Logroño. Desde allí, se trasladó a San Sebastián, donde comenzó su inmersión en el universo etarra.
Para ganarse la confianza de los militantes, trabajó en una carnicería, cuidó niños de familias abertzales y, poco a poco, se convirtió en una pieza más dentro del engranaje de la organización.
Pasó dos años conviviendo con el Comando Donosti, uno de los más activos de ETA. Allí, en la intimidad de los apartamentos donde se escondían los terroristas, soportó un aislamiento emocional extremo, viviendo entre personas que, si hubieran sabido quién era en realidad, la habrían ejecutado sin dudar.
La traición perfecta
Pero Elena no solo sobrevivió. Logró algo que nadie había conseguido antes: ganarse la confianza de ETA hasta el punto de ser captada por la organización.
Desde adentro, envió información clave que permitió a las fuerzas de seguridad desmantelar el Comando Donosti y frustrar varios atentados. Fue ella quien advirtió que la llamada 'tregua trampa' de 1998 no era más que una estrategia para que ETA se reorganizara mientras el gobierno bajaba la guardia. Gracias a su trabajo, se evitó que la banda terrorista aprovechara ese tiempo para fortalecerse.
Lo que vivió dentro de la organización es algo que pocos podrían soportar. Durante años, no tuvo a nadie con quien compartir su angustia. No podía relajarse, no podía confiar en nadie. Cada conversación, cada mirada, cada gesto tenía que ser calculado. Incluso los policías que la vigilaban desde la distancia, los llamados "Doce Apóstoles", evitaban mirarla en la calle por miedo a delatarla. En ese ambiente de paranoia constante, Elena no solo resistió, sino que se convirtió en una pieza clave en la lucha contra ETA.
El precio del heroísmo
Cuando la operación terminó, Elena regresó a un mundo que ya no era suyo. Había dado ocho años de su vida, pero su sacrificio no tenía una recompensa clara.
No pidió honores ni dinero. Solo un coche, un Ford Fiesta blanco, para poder trasladarse a la comisaría donde había sido destinada. El gobierno la condecoró con la Cruz de Distintivo Blanco y le ofreció un nuevo destino en Andorra, pero su vida nunca volvió a la normalidad. Los círculos etarras descubrieron su identidad y empapelaron las calles con su rostro bajo la leyenda: "Se busca traidora". Su vida corría peligro y tuvo que volver a desaparecer. Hoy sigue en activo, en el extranjero, manteniéndose en el anonimato.
Los hombres con los que convivió, los terroristas que en su momento confiaron en ella, están en libertad. Pero su historia quedó grabada en la memoria de quienes la conocieron. Quienes trabajaron con ella dicen que era "una chica normal, que no se hacía la lista, pero que en momentos difíciles sabía improvisar soluciones". O, como la describió un alto mando de la policía: "Una tía de una pieza".
La historia de Elena Tejada es la de una mujer que dejó atrás su vida para cumplir con su deber. Un deber que la convirtió en heroína, aunque ella nunca se sintiera como tal.
Hoy, su historia finalmente encuentra un eco en la gran pantalla, pero su verdadero reconocimiento no está en los premios ni en las películas, sino en la paz que ayudó a construir.
FUENTE: El Observador