Excepto China, claro. China, el país que posee la mayor participación en las importaciones en EE.UU., quedó afuera.
De hecho, las tarifas subieron de 104% a 125%. Y la Casa Blanca luego aclaró que se incrementarían a 145% para todos los bienes este año.
Beijing venía reaccionando sistemáticamente a cada anuncio aumentando a su vez sus propias tarifas. Esta vez, fiel a ese patrón, volvió a hacerlo al llevarlas de 84% a 125% pero dijo basta. “Esto es un chiste”, dijo China.
Y aseguró que en adelante simplemente ignoraría cualquier suba de aranceles que disponga Washington ya que, de todos modos, a los niveles actuales, es imposible importar productos de esa procedencia.
Se trata de un cortocircuito en el cableado del comercio global que obligará a reconectar toda la red.
Antes de 2025, las tarifas promedio de ambos países eran inferiores al 20%, incluso durante la primera guerra comercial que Trump llevó adelante contra China durante su primer mandato.
El presidente Xi Jinping salió a hablar el viernes por primera vez.
Aseguró que China estaba tranquila y no tenía miedo. “El que enfrenta al mundo se arriesga a quedar aislado”, sentenció. Se lo dijo al presidente español Pedro Sánchez, en su tercera visita al país en dos años.
La posibilidad de Europa de negociar durante el período de tregua una eliminación o suavización de tarifas puede diluirse con un peligroso acercamiento a China, ansiosa por atraer a su órbita socios comerciales y en el proceso, irritar a Washington.
Esto es todo lo que hace falta saber
-No todas las tarifas están suspendidas en la tregua
La tregua aplica sobre las llamadas tarifas recíprocas, que en el caso de la UE son del 20%, con la excepción de Suiza (31%) y Reino Unido (10%).
Pero los aranceles del 25% a los autos que entraron en vigencia el 3 de abril sigue en pie.
Tampoco hubo cambios en la tarifa del 25% para las autopartes que empezará a regir el 3 de mayo. Éste es un arancel que se aplicará sólo a los componentes no fabricados en EE.UU. de los vehículos.
Tampoco hay tregua para las tarifas del 25% que ya se aplican a las importaciones de acero y aluminio al mercado estadounidense.
Y lo mismo ocurre con los aranceles del 10% y del 25% que recaen sobre los productos de México y Canadá, aunque la mayor parte de las compañías logran evitarlos al acogerse al tratado de libre comercio de 2020 firmado por los tres países.
Ante la tregua de 90 días de la tarifa general del 20%, la UE decidió dar marcha atrás con las contra-medidas que había adoptado en rechazo al 25% para el acero y el aluminio.
El bloque dictaminó su propia tregua de tres meses para tarifas que golpearían bienes estadounidenses por el valor de u$s 23.200 millones en un gesto de buena voluntad para dar una oportunidad a las negociaciones.
Hasta ahora, las tarifas de Trump afectaron a unos 380.000 millones de euros en productos de la UE.
Y todavía piensa avanzar, según él mismo anticipó, sobre la madera, los chips para semiconductores y los productos farmacéuticos.
Aún con este repliegue temporario, el nivel de la tarifa estadounidense promedio sigue en ascenso a 24%, el máximo desde principios de siglo y 22 puntos porcentuales más alta desde que comenzó su segundo mandato (el gráfico muestra la evolución hasta el anuncio de las tarifas recíprocas pero la escalada con China continuó).
Trump reaccionó al mercado de bonos, no a las acciones
Las acciones globales se desplomaron con el último anuncio masivo de aumentos tarifarios.
En verdad, ya desde el máximo de febrero venían castigadas, con u$s 19 billones que se evaporaron desde entonces por la incertidumbre comercial.
Pero Trump minimizó la ola de ventas, casi al punto de ridiculizarla: “Me parece que la gente está exagerando un poco, que están un poco asustados”, dijo.
La historia fue otra cuando se trastocó el mercado de deuda del Tesoro.
Los bonos de EE.UU., un refugio clásico en momentos de turbulencia, empezaron a derrumbarse. A medida que caía el precio, los rendimientos se disparaban. Así, las tasas de los títulos más largos, a 30 años, tocaron 5%: era claro que los inversores extranjeros estaban vendiendo en masa.
Muchos sospecharon que jugadores claves estaban mostrando su indignación ante la política de Trump. Entre ellos, por supuesto, China, el principal tenedor de deuda estadounidense (u$s 1,4 billones en tenencias de cartera).
En todo caso, la tolerancia fue cero. La tasa de esos bonos es la referencia que se utiliza para fijar desde el costo de las hipotecas hasta el interés de los préstamos.
Si la tendencia se profundizaba, iría en contra de todo lo que Trump había prometido en campaña: bajar los costos de endeudamiento para los consumidores.
Y claro, incrementaba las ya potenciadas probabilidades de recesión.
La pausa acerca la posibilidad de un acuerdo para Europa
El presidente sugirió tras la tregua que el propósito era darle a los socios comerciales de EE.UU. la oportunidad de negociar acuerdos para evitar las tarifas.
Tanto Trump como su entorno explicitaron que esperaban que los países tomaran medidas como reducir sus propios aranceles así como otras barreras al comercio, desde cuotas, regulaciones, subsidios a productores domésticos a insuficiente protección a la propiedad intelectual.
El Secretario del Tesoro Scott Bessent fue aún más específico sobre lo que tienen en mente.
El funcionario señaló que apuntan a cerrar acuerdos comerciales con aliados de EE.UU. que preparen el terreno para un abordaje colectivo de Beijing. Y especificó que estaría hablando en estos días con representantes de Vietnam, Japón, India y Corea del Sur.
“Probablemente podemos alcanzar acuerdos con nuestros aliados”, señaló. “Fueron buenos aliados militares, no perfectos aliados económicos. Y entonces abordar a China como un grupo”.
De ahí, la importancia de que la UE se mueva de forma estratégica en su contacto con China, en un momento en que el país está cortejando al bloque y al Sudeste Asiático buscando una causa común contra las amenazas de Trump.
La administración ya advirtió a la UE sobre un viraje hacia China. Bessent fue tan gráfico como para decir que sería como “cortarse la propia garganta”.
En la búsqueda socios comerciales, este impasse puede ser un tiempo para acelerar la ratificación del acuerdo con el Mercosur, donde de hecho China será un competidor ya asentado.
La UE es vulnerable desde el punto de vista de que es una economía muy abierta: el 50% de su PBI depende del sector exportador.
En EE.UU. es el 20% mientras que en China el último año fue un tercio. Además, el comercio del bloque con EE.UU. supone u$s 1,5 billones, incluyendo bienes y servicios (ver gráfico).
Pasados los 90 días, los países que no negociaron, pueden volver a enfrentar las tarifas originales impuestas el 9 de abril. Tampoco puede descartarse -menos en el caso de Trump- que decida otro diferimiento.
Después de todo, en el caso de las importaciones de México y Canadá aplazó dos veces la implementación de tarifas.
Espiralización EEUU-China pone en riesgo la economía global
La espiralización del enfrentamiento comercial entre EE.UU. y China no terminará bien para ninguna de los dos países y tampoco para la economía global.
Se trata de dos economías con un PBI combinado de u$s 46 billones y un flujo comercial de u$s 700.000 millones. Además, EE.UU. es altamente dependiente de muchas importaciones chinas, esto es, no tiene sustitutos o alternativas.
Muchas empresas de EE.UU. están pidiendo excepciones a las tarifas, desde Ford hasta Tesla.
Ya hay 1.100 solicitudes registradas para poder importar maquinaria sin aranceles necesaria para establecer o expandir líneas de producción.
China produce más del 70% de las baterías de litio ion, de los smartphone y los monitores de computadora que importa EE.UU., además del 90% de las consolas.
También existe una alta dependencia en productos que uno no imaginaría: el 99% de las tostadoras eléctricas, el calcio y los despertadores de los estadounidenses proviene de China.
Los economistas calculan que la guerra comercial puede costar a la economía china un 3% del PBI.
Esperan que Beijing responda con fuerza interviniendo en los mercados financieros para sostener precios, aumentando el nivel de estímulo y dejando que se deprecie el yuan de una forma ordenada para ayudar a los exportadores con una moneda más competitiva
A su vez, el Gobierno busca evitar un éxodo de empresas. Pero el problema de la deflación puede agudizarse.
En marzo, los precios al consumidor fueron negativos por segundo mes consecutivo y la deflación industrial lleva ya 30 meses.
Los precios quedarían bajo presión si los exportadores redireccionan sus productos al mercado doméstico o si otros países que buscan evitar tarifas más altas en EE.UU. se vuelcan a China.
Las cosas no irían mucho mejor para EE.UU. con una proyección de un costo del 3,6% del PBI y un incremento del 2,1% en el índice de inflación que sigue la Reserva Federal en 2-3 años.
Desde ya que semejante freno en estas economías provocarán una implosión global. Ni hablar de una Europa que viene apenas tratando de recuperar el impulso como bloque.
Con un crecimiento de 0,9% el año pasado y una proyección de 1,5% para 2025, un impacto de 0,6% del PBI, como calcula Bruselas, es poco y a la vez, un precio demasiado alto.