16 de noviembre 2024
30 de julio 2024 - 20:36hs

El nuevo orden geopolítico del mundo se define también en Venezuela.

Es un hecho que la invasión rusa a Ucrania, el 24 de febrero de 2022, lo cambió todo. Vladimir Putin pasó de aliado a enemigo del mundo occidental y desde entonces juega su juego de poder a la sombra de China y con la colaboración estrecha de Irán.

Justamente, los tres países son los que hoy sostienen política y económicamente al dictador bolivariano, Nicolás Maduro. Lo animan a consolidar su deriva de intolerancia y a desintegrar cualquier vestigio democrático en su administración.

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Rusia, China e Irán fueron los primeros gobiernos en felicitar al líder chavista por su reelección fraudulenta, y está claro que tampoco pueden hacer gala de transparencia electoral en sus propios países.

Las relaciones entre Rusia y Venezuela constituyen una asociación estratégica. Confío en que su trabajo al frente del Estado continúe contribuyendo a su progresivo desarrollo en todos los ámbitos”, le comunicó Putin, que va por su quinto mandato, felicitándolo con la letra de un comunicado del Kremlin apenas la Comisión Nacional Electoral de Venezuela dio a conocer los resultados del domingo último.

Teherán también se manifestó rápidamente. “Felicitamos al pueblo y al gobierno de Venezuela por la exitosa celebración de las elecciones presidenciales en este país, así como al presidente electo del pueblo venezolano”, escribió en su cuenta de X el vocero del Ministerio de Exteriores iraní, Naser Kananí.

Y China recordó, a su turno, que “está dispuesta a enriquecer la asociación estratégica con Venezuela y a “hacer que los pueblos de los dos países se beneficien” de ella.

El chavismo, puerta de entrada a América Latina

Caracas ha consolidado su rol de puerta de entrada a América Latina para estos tres grandes que se muestran dispuestos a desafiar la hegemonía diplomática de Europa y de Estados Unidos en el escenario internacional.

Desde el 2006, Rusia le prestó a Venezuela aproximadamente US$17.000 millones, según un informe elaborado por la agencia Reuters.

En febrero de este año, durante una visita a Caracas del canciller Serguéi Lavrov, Rusia y Venezuela acordaron profundizar su cooperación petrolera y plantearon el “uso pacífico de energía nuclear”.

Así están las cosas para un país que está demasiado cerca de Estados Unidos, en términos geográficos.

Con Irán las relaciones son fluidas desde el comienzo del chavismo. Se sabe que ese país está obsesionado con hacer pie en América Latina, tender sus redes comerciales, pero también exportar bajo una pantalla siempre comercial, activismo islámico radicalizado.

Las relaciones bilaterales con Irán han tenido sus idas y vueltas por temas petroleros, sobre todo luego de un acercamiento de Maduro a Washington el año pasado, que incluyó la flexibilización de las sanciones petroleras; y de oro y gas a cambio de gestos políticos de tolerancia democrática.

La distancia con Biden, los vaivenes de Trump

Pero el cortocircuito con la teocracia iraní pasó a la historia a partir del distanciamiento de Maduro con la administración de Joe Biden, por no cumplir con lo pactado, que fue justamente garantizar elecciones democráticas en Venezuela: quedó clarísimo que nada de eso sucedió el domingo.

Con China la relación está consolidada. Venezuela es el principal destino de inversiones de ese país en América Latina, y en mayo se firmó un acuerdo para establecer vuelos directos entre Caracas y Guangzhou, capital de la provincia de Guangdong, a partir de octubre.

Gracias a las relaciones que tengo con los BRICS, están firmadas y amarradas las inversiones y la tecnología con capital de la India, China, Rusia, respetando nuestra soberanía, con nuestro modelo socialista”, dijo Maduro un día antes de las elecciones fraudulentas del domingo último.

Maduro decidió representar junto a Cuba, en América Latina, una sede de la nueva alianza de poder internacional en el mundo: el eje Rusia-China e Irán, que tanto preocupa a Occidente, especialmente a la Unión Europea y Estados Unidos.

Washington vive su propia metamorfosis en plena campaña electoral.

El jefe de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken, pidió un recuento detallado de los votos del domingo en Venezuela y puso así en cuestionamiento el resultado.

Ya no hay espacio para la conversación o el levantamiento de sanciones a Venezuela después del fraude.

El trumpismo señala a la administración de Joe Biden por haber sido tibios con Maduro.

“Para sorpresa de nadie, el dictador Nicolás Maduro ha vuelto a robar una elección presidencial. Sin embargo, lo que el narco-régimen nunca robará es el deseo del pueblo venezolano de volver a vivir en democracia y en libertad tras décadas de tiranía”, afirmaron en comunicado un grupo de senadores republicamos trumpistas, encabezados por el legislador de Florida, Marco Rubio.

Durante su último mandato, en 2017, el hoy candidato republicano, Donald Trump, había planteado en más de una oportunidad: "Tenemos muchas opciones respecto a Venezuela, incluida una posible opción militar si es necesaria".

Durante su gobierno, Trump tildó a Maduro de “títere de Cuba”, “dictador”, respaldó al opositor Juan Guaidó y llevó adelante una política de choque contra el chavismo desde el Salón Oval. No funcionó.

Por eso es que sorprendió hace unos días, cuando el candidato republicano afirmó: “Caracas, Venezuela, un lugar muy peligroso que ya no lo es. Porque en Venezuela el crimen ha disminuido 72 %. De hecho, si ellos ganaran esta elección, tendremos que tener la próxima Convención Republicana en Venezuela porque será más seguro que nuestras ciudades”, dijo Trump en un elogio inesperado al chavismo.

Maduro devolvió la gentileza repudiando el atentado que sufrió el empresario: "En nombre de Venezuela entera, quiero rechazar y repudiar el atentado contra el presidente Donald Trump y desearle su pronta recuperación. Hemos sido adversarios, pero le deseo al presidente Trump salud y larga vida".

Lo que está sucediendo en estas horas en Venezuela dinamitó cualquier posibilidad de diálogo entre el chavismo y la administración Biden.

Pero también afecta a quien gane las elecciones estadounidenses en noviembre y cuál sea el desenlace de esta tragedia en la que están sumidos los venezolanos.

Maduro amagó con reconvertirse en un demócrata, coqueteó con el respeto de la Constitución y las reglas claras, pero resultó todo una farsa que sólo celebran los países autoritarios del mundo.

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