23 de enero 2025 - 15:09hs

El primer cruce fue hace un año, en el Foro Económico de Davos.

Hacía frío en la pequeña ciudad de los Alpes suizos, tan cerquita de Italia y de Austria. El mismo frío que va a reinar esta semana, cuatro o cinco grados bajo cero para enfriar aún más el cruce más esperado: el del español Pedro Sánchez y el argentino Javier Milei.

Porque el presidente socialista y el presidente libertario ya se habían enfrentado hacía un año. Cuando el español llegaba con los poderosos empresarios de su país, con la banquera del Santander, Ana Botín, y el telefónico José María Alvarez-Pallete a la cabeza, y los números favorables de la economía española.

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Y el argentino llegaba también, con unos pocos pero importantes empresarios de su país y la incógnita de una gestión que acababa de empezar. Una herencia de déficit fiscal, 200% de inflación y caos cambiario que le habían dejado sus dos antecesores kirchneristas: el violento Alberto Fernández y la incansable Cristina Kirchner.

Pero Javier Milei traía en su mochila la primera de sus sorpresas.

Sin ruborizarse y haciendo caso omiso de su papel de novato del poder, castigó a los líderes del capitalismo global por sus debilidades ante el progresismo woke y se exhibió como un adalid de la batalla contra el comunismo. Se los dijo allí, en el mismísimo Foro de Davos, la catedral de los hombres y mujeres que movilizan el dinero.

Quizás porque la perplejidad los mantenía paralizados, fue Pedro Sánchez quien dio el paso adelante para enfrentar discursivamente al insolente Milei.

El español se subió al estándar de baja inflación y PBI en moderado ascenso que conserva España desde la pandemia para erigirse en el defensor cruzado del estado de bienestar, aquel legado de Von Bismark que nació en Alemania y Europa busca sostener con sangre, sudor y lágrimas.

A los dos les sirvió la confrontación. A Milei porque su adversario era un líder europeo y un socialista de verdad, con quien podía debatir la cuestión en la que se siente más cómodo: la economía.

Lo mismo le sucedió a Sánchez, quien vio en el argentino a un presidente excéntrico y al que podía colgarle el cartel de ultraderechista contra el que se siente tan cómodo.

Los dos se fueron de aquel Foro de Davos con la sensación del superávit en sus narrativas.

El momento de Milei, las complicaciones de Sánchez

Claro que mucha agua ha pasado bajo el puente en tan solo un año para Pedro Sánchez y Javier Milei.

La economía de España sigue teniendo buenos indicadores, pero la situación política de Sánchez ya no es lo que era y está muchísimo más complicada.

Ya no es el Perro Sánchez. Es un toro con las espadas clavadas y la sangre que empieza a chorrearle por el lomo.

Su esposa y su hermano jaqueados por la Justicia. Su postura dócil con el chavismo y tan dubitativa con la oposición venezolana también lo muestran en el laberinto de la cobardía.

Y el panorama empresario español también sufre sus maremotos. En el fin de semana, Pedro Sánchez debió activar la salida del presidente de Telefonica, José María Álvarez-Pallete, quien lo iba a acompañar en el viaje a Davos.

La compra de los árabes de Saudi Telecom, quienes se hicieron el año pasado con el 10% de las acciones de Telefónica, lo preocupaba y por eso impulsó al titular de Indra, Marc Murtra, mucho más cercano al PSOE, para reemplazarlo y mostrar que es Pedro el que maneja las cosas desde la Moncloa.

Extraño momento del capitalismo en España. La principal empresa del país, clave por su facturación publicitaria y su deriva hacia el mercado tecnológico, dominada en su estrategia por el gobierno socialista.

Solo la tibieza del Partido Popular (que no define entre la inofensiva prudencia de Alberto Núñez Feijóo y la audacia todavía regional de Isabel Díaz Ayuso) y el nacionalismo solitario de Vox permiten que Sánchez se siga moviendo con esa comodidad de los que a nada temen.

Un día utiliza a los separatistas, sean catalanes o vascos, y al otro se sirve de la funcionalidad de la ultraizquierda de Sumar y Podemos. Todos juegan para Pedro. Y Pedro, contento, obviamente.

Pero a Sánchez, como a todo ese espectro que va del progresismo moderado a la izquierda, les preocupa el ascenso irresistible de las derechas.

Ahora que Donald Trump está al mando de nuevo se entusiasman Marine Le Pen en Francia y la Adf quiere subirse al Reichstag en Alemania alimentada por Elon Musk.

Se acaba de derrumbar Justin Trudeau en Canadá y asoma Giorgia Meloni como la mujer empoderada de Europa.

Trump, Meloni, Milei: otro triángulo de hierro

En ese escenario, Javier Milei vuelve a Davos con un PDF de su año en Argentina que muestra una lista de logros que ni siquiera sus enemigos pueden contrarrestar: equilibrio fiscal, un dólar domado, la inflación en retirada y el aliento inconfundible de los mercados traducidos en 500 puntos básicos de riesgo país.

¿Faltan cosas? Sí, muchas. Pero, ¿quién hubiera pronosticado esos números de Milei hace un año?

Milei llega al Foro Económico directo desde la fiesta en Washington, donde fue uno de los pocos presidentes invitados a la asunción de Donald Trump.

Y ya dejó muy en claro que la vidriera internacional no le es indiferente. Cuando alguna celebridad lo elogia en las redes sociales, el argentino likea de inmediato y agrega una frase con la que quisieron minimizarlo cuando aún era un aspirante lejano de la Casa Rosada: “Fenómeno barrial”.

Trump, Meloni, Milei. Ese es el triángulo de hierro con el que la nueva derecha intenta el asalto al palacio que armó el progresismo de buenos modales que controla el poder global desde la caída del Muro de Berlín.

El gasto estatal descontrolado y la ceguera frente a las formas más violentas de la inmigración cansaron a las mayorías sociales, que ahora los expulsan de cada vez más países a través del voto.

Pedro Sánchez y Javier Milei dejaron los eufemismos y se trenzaron en forma personal en junio pasado.

El argentino fue a Madrid y se ensañó con la esposa del español, investigada por tráfico de influencias en la Justicia.

El Perro se llevó a su embajadora de Buenos Aires y pareció en esos meses bravos que el hilo invisible que une a las historias de España y Argentina se rompía para siempre.

Había algo parecido a un armisticio. Pedro ha puesto al diplomático de carrera Joaquín de Aristegui como embajador en Buenos Aires y Javier busca a un empresario importante para hacerse cargo de la embajada del barrio de Chamberí.

En estos días de feria turística en Madrid, el Rey Felipe VI se vió cara a cara con el secretario de Turismo argentino, el incombustible Daniel Scioli.

Y entre los líderes globales con los que se encontró Milei en Suiza, está la banquera Ana Botín, la empresaria más poderosa de Europa.

Pedro, Javier y Elon Musk en el medio

No había dudas de que el futuro de la relación entre España y Argentina tendría un capítulo especial sobre la nieve de Davos.

Y estalló el último día, el jueves 23 de enero, cuando Pedro Sánchez emprendió su guerra personal contra las redes sociales y, sobre todo, contra la incontenible influencia de Elon Musk. Casualmente, uno de los nuevos amigos poderosos de Javier Milei.

Pedro atacó temprano la impunidad del anonimato en X, la herramienta digital a la que tanto le teme la izquierda europea. Y Javier salió de inmediato a defenderlo. Cualquier ofensa a Donald Trump o a Elon Musk es como un ataque a su propia humanidad.

"Hay que callar a los que piensan distinto a la ideología woke", devolvió el golpe Milei, quien un rato antes se había despachado con una defensa furibunda del gesto emocional de Elon Musk en la asunción de Trump al que la izquierda global calificó de "saludo nazi".

Si hasta Yolanda Díaz aprovechó la ocasión para borrarse de Twitter, un espacio virtual en el que venía recibiendo demasiadas críticas. Desde el anonimato, pero mucho más desde las cuentas con nombre y apellido.

Davos comienza a transformarse en el Coliseo perfecto para la batalla entre Pedro Sánchez y Javier Milei. Seguramente, el año próximo habrá nuevos capítulos con nuevas estocadas.

Sánchez y Milei siguen poniendo a prueba cuánto puede resistir un vínculo bilateral de 500 años a los senderos de sus proyectos políticos que se bifurcan. Mucho más que en aquel inolvidable cuento de Borges.

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