La excusa ha desconcertado al PSOE que se queda sin la flecha favorita para disparar al PP. Ya no podrá llamarles fascistas por pactar con la “ultraderecha” o la “derecha extrema”, expresiones fabricadas en la máquina de combustión retórica de la calle Férraz, la sede socialista donde los de VOX, noche tras noche, formaban su particular cinturón sanitario -y religioso-, desde que el gobierno Frankenstein (comunistas, socialistas, independentistas y filoetarras en la esquina) pusiera sobre la mesa y colaran en el Congreso, una ley de amnistía para los golpistas catalanes de Puigdemont que, en 2017, hicieron, a lo Moria Casan, un “touch and go” con la independencia.
Vox se va de los ejecutivos regionales donde fue una pieza clave para la investidura en cinco autonomías de líderes del PP que se habían quedado a un paso de la mayoría absoluta imprescindible para gobernar. VOX lo deja todo -o casi todo- y le entrega a los populares la llave exclusiva de la administración en solitario en las comunidades autónomas donde, ironías de la política, ya están aprobados los presupuestos de este año: Aragón, Castilla y León, Murcia (al PP le faltaron dos escaños para la mayoría absoluta), Extremadura y Valencia.
Los que eran vicepresidentes se quedan sin puesto y sin los sueldos del puesto. Los consejeros, cargos secundarios y asesores, técnicos etc se quedan igual, “sin plata”, sin sillón y sin poder. Su fuerza, a partir de ahora, será ser la oposición, una más con los partidos de izquierda, nacionalistas y de ultraizquierda, en función de la autonomía.
EN GÉNOVA, NO HAY CARAS LARGAS
En Génova, la sede del PP en Madrid, no se vieron caras largas ni lágrimas. En el anuncio que hizo la noche del jueves Santiago Abascal con la plana mayor de VOX, los rostros eran otros. Por primera vez, durante prácticamente un año, el partido había sido alguien con derecho a partir y repartir pedazos de la tarta del poder regional. Hoy, ya no son nada y eso, duele.
"Allá Vox y su disparatado movimiento que impone a sus cargos en cinco comunidades autónomas. No han medido la decisión, se han pasado de frenada y han descarrilado. Pero a nosotros eso no nos va a hacer desviar ni un milímetro la atención", garantizo Feijóo.
¿Dónde está el rédito de este portazo? ¿Qué logra VOX al salir de las casas comunes del PP con una mano delante y otra detrás? El mensaje que defiende Santiago Abascal es el de sus principios, los que dice que ni se alquilan ni se venden. El gesto pretende demostrar a sus votantes que no están atornillados a una silla y de paso, sacudir a aquellos que le abandonaron en las elecciones europeas para bailar en “Se acabó la fiesta”, el burlón proyecto de Alvise Pérez que dio la sorpresa.
Si Pérez, ex íntimo de Abascal, va a de duro, VOX ahora le redobla la apuesta. El problema es que en esta ruleta de la política la banca, a la derecha y a la izquierda, siempre gana.
La banca zurda, de momento, es Sánchez. El presidente tendrá que replantear su estrategia para sacudir al PP, pero gracias a VOX evitó que las portadas de los periódicos abrieran con la imagen de su mujer, Begoña Gómez, vestida de luto y sentada -o encogida- en el banquillo de los acusados por corrupción en los negocios y tráfico de influencias.
La otra banca, a la derecha del “Puto amo”, como definió el ministro de Transporte, Oscar Puentes, a Pedro Sánchez, la tiene el PP, que siente que le han despejado el camino para hacer lo que Feijóo, en el fondo, siempre deseó: gobernar solos, aunque sea en minoría y sostener su imagen de un hombre equilibrado y asentado en el centro.
A VOX le va costar mucho trabajo explicar a sus votantes esta decisión, observan en Génova. Pero eso, no es problema suyo. Además, no tiene respaldo para meternos mociones de censura, celebran. En las últimas campañas electorales VOX ha colocado al PP en la misma línea de fuego que al PSOE, pero la necesidad -y la ambición- obliga y terminó pactando donde pudo.
A Alberto Núñez Feijóo, un gallego moderado y en ocasiones blando, no le gustaba Santiago Abascal, más identificado con las viejas glorias del PP como Esperanza Aguirre y a Abascal, el “rodaballo” (especie de pescado) como le llaman en privado algunos a Feijóo, le producía cierta indigestión. Con el caso de los MENAS ha hecho ver que no traga más con un menú que se le atraganta, pero que ha compartido, por imperativo legal, este tiempo. Un cálculo aproximado indica que hay unos cinco mil menas en comunidades gobernadas por el PP.
¿Asumir ahora a unas decenas más de jóvenes que no caben en Canarias es razón suficiente para romper la baraja de los pactos? La respuesta debería ser negativa y la pregunta inmediata es otra. Entonces, ¿por qué lo ha hecho? Las explicaciones son variadas.
Una de ellas defiende que como en el mus (truco para Argentina y Uruguay) Abascal se dejó llevar por un impulso y se marcó un órdago, un todo por el todo. Su sorpresa fue que el otro jugador, “el rodaballo”, se lo ha visto y ha caído en su propia trampa.
Otra versión a apunta a una estrategia mayor enmarcada en los movimientos que VOX acaba de hacer en Europa. La derecha, por vez primera, está triangulada. Vox se ha pasado a los Patriotas Por Europa, de Viktor Orbán, con Marine Le Pen más una decenas partidos de otras nacionalidades y ha dejado a Giorgia Meloni compuesta y sin su novio original. La italiana que llegó al Palacio de Chigi no es la misma que gobierna con prudencia y se lleva a Úrsula von der Leyen a Lampedusa para que vea sobre el terreno el hacinamiento de balseros que padece la isla, igual pero no superior al de Canarias. Meloni, además y pese a los vacíos que le han hecho últimamente en Bruselas, quiere estar en la UE. No parece que los “patriotas” estén esa misma línea.
¿Es definitivo el divorcio de VOX y del PP? En ese matrimonio de cartón piedra el PP se ha quedado con todo, entre otras razones, porque era suyo. No hay bienes que repartir, salvo la generosidad, probable, en algunos sitios o municipios con personas aisladas de VOX y de otros que abandonen este partido. A pesar de lo que dijo Abascal no ha habido traición, ni adulterio ni maltrato en la pareja. Tampoco violencia de género o intrafamiliar. Santiago Abascal ha impuesto a los suyos una separación traumática, pero las relaciones con el PP, pese a las apariencias, de un modo u otro y aunque no tengan descendencia común, van a seguir.
En alguna de las comunidades afectadas es posible que se termine convocando unas elecciones anticipadas. No es lo previsible, pero si la legislatura se hace ingobernable no habrá más remedio y el PP cree que puede lograr la victoria en buena parte sin necesidad de VOX.
En Valencia, el presidente, Carlos Mazón, el jueves le espetaba a Joan Baldobí, candidato nacionalista de Compromis, que si creía en Dios que rezara para que no hubiera repetición de elecciones. Así de seguros están. En Castilla León, el vicepresidente, Juan García Gallardo (VOX), ha sido como un grano junto a la verruga del rostro de Alfonso Fernández Mañueco, en Extremadura María Guardiola armó un cisma al resistirse a meter a uno de VOX en su gobierno. Aunque al final pasó por el aro, la factura se la pasaron al PP en las generales más tarde. Ahora, todos están moderadamente tranquilos.
Guste o no guste en Bambú 12, sede de VOX, va a tener que convivir con el PP. No será bajo la misma casa del poder, pero sí en proyectos de ley donde comparten principios si no quieren, al final, ser ellos los que estén, de verdad, solos. Mientras, en Génova se quedan con su rodaballo y brindan con una copita de vino o de champán.