El joven español Daniel Sancho, condenado a cadena perpetua por el crimen del cirujano colombiano Edwin Arrieta, habló por primera vez desde la cárcel de máxima seguridad del país asiático Surat Thani, donde está alojado desde hace seis meses, mientras sus abogados preparan un recurso de apelación a la sentencia dictada por el Tribunal de Samui.
El cocinero de 31 años, hijo del actor Rodolfo Sancho y la analista de inversiones Silvia Bronchalo, fue condenado en primera instancia por el asesinato premeditado y el descuartizamiento de Arrieta el pasado 29 de agosto, y un día después fue enviado a prisión.
El centro de Surat Thani fue inaugurado en 2023, aunque ya se nota en el edificio el paso del tiempo, y dentro de sus muros con alambradas de espino conviven más de 5.000 presos con condenas de entre 15 años y la pena de muerte.
"Nunca me he sentido amenazado"
En una visita a la prisión el pasado 21 de febrero, Sancho describe a EFE la atmósfera del centro como "opresiva" por culpa del ruido continuo: los gritos, la megafonía y las televisiones en el pasillo no dejan de escucharse en la celda que comparte actualmente con 16 presos y en la que se duerme en el suelo sobre mantas.
El español, que muestra un aspecto saludable, destaca al mismo tiempo que el ambiente es "sano, sin drogas, tabaco o violencia".
"Nunca me he sentido amenazado. No hay una mafia en la cárcel. Hay muchos guardias y los presos saben que el buen comportamiento es lo que les va ayudar a reducir las penas", explicó.
Uno de los mayores problemas de las prisiones en Tailandia es la masificación, que afecta a casi el 80 por ciento de las 143 prisiones en el país, incluida la de Surat Thani, según la Federación Internacional por los Derechos Humanos.
A pesar de ello y de que muy pocos presidiarios hablan inglés, Sancho asegura que está mejor ahora que en la pequeña cárcel de Samui, donde ingresó el 7 de agosto de 2023, días después de ser detenido por el asesinato de Arrieta en la cercana isla de Phangan.
"Siempre hay agua corriente, no hay cortes de luz, está limpia y además la cárcel está organizada por los funcionarios, y hay más orden que en Samui", donde contó que se delegaba la organización a los presos.
Durante estos seis meses, el joven mantuvo sus hábitos de ejercicio y lectura en un sistema carcelario donde no existen actividades o programas de reinserción, especialmente para los extranjeros, que no pueden trabajar en el centro.
Rezos budistas
El día en la prisión comienza a las 6.50 de la mañana, cuando los presos tienen que salir de sus celdas, y a las 8 se realiza un conteo en el patio en el que se canta el himno nacional y el del rey, se hace un rezo budista y se enumera una lista de 20 normas del centro.
No hay más actividades establecidas hasta el rezo de las 4 de la tarde, después del cual los presos son contados de nuevo y vuelven a sus celdas hasta el día siguiente. Tampoco disponen de conexión a internet y el acceso a información del exterior y medios de comunicación está muy controlado.
En la sección donde se encuentra Sancho conviven más de 500 reclusos, con penas por encima de los 25 años, y solo tres de ellos no son asiáticos. El español comparte el módulo con un austriaco y un australiano, condenado a pena de muerte por tráfico de drogas.
"Cuando eres extranjero formas parte de otro sistema y hay otro trato", apuntó a EFE Sancho, que añadió que en la prisión son conscientes de que no pueden "hablar con casi nadie ni ver la televisión", además de tener en cuenta que sus familiares "están lejos".
Videollamadas y visitas presenciales
Según relató, los responsables del centro permiten a los extranjeros tener videollamadas de manera más frecuente o alargar las visitas presenciales.
Sancho, uno de los cuatro españoles presos en Tailandia, habla semanalmente con su padre y su madre, además de con su equipo legal.
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Daniel Sancho, preso en Tailandia por el asesinato de un hombre.
El café, moneda de cambio
A los presos, que tienen que llevar el pelo corto y visten un uniforme azul, les sirven tres comidas diarias, aunque pueden pagar por otros platos que se cocinan en el módulo de mujeres y que Sancho califica de "excelentes".
En una ventanilla de la enorme sala de espera presidida por el retrato del rey Vajiralongkorn de Tailandia, los familiares de los presos pueden encargar los platos, con precios de entre 30 y 60 bat (0,85 y 1,70 euros).
Además, los reclusos, que disponen de una cantidad máxima de 500 bat diarios (unos 14 euros), tienen acceso a un economato en el que se puede comprar desde helados a pasta de dientes o café.
Los paquetes de café, dice Sancho, son la moneda de cambio dentro de esta prisión y con ellos se puede pagar a los presos que se encargan de hacer masajes -tradición tailandesa- o lavar la ropa.
Sancho se encuentra a la espera de que la defensa presente el recurso contra su sentencia, que fue apelada ya por los abogados de la familia de Arrieta, que piden que se eleve la condena a pena de muerte.
El español, que se citó con Arrieta en Tailandia tras verse varias veces en España, defiende que el cirujano falleció durante una pelea, mientras la sentencia concluyó que premeditó su asesinato antes de su encuentro en Phangan el 2 de agosto de 2023.
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Daniel Sancho y Edwin Arrieta
La familia de Arrieta pide la pena de muerte
La intención de la defensa sería en principio presentar a la vez el recurso a la sentencia de primera instancia que condenó a Sancho a cadena perpetua el pasado 29 de agosto, y la respuesta a la apelación de los abogados de la familia de la víctima.
Los abogados de la familia de Arrieta presentaron el 29 de noviembre un recurso en el que pedían que se eleve la condena a pena de muerte por la "contundencia" de las pruebas policiales y la falta de arrepentimiento de Sancho.
El recurso fue firmado por Nattha Jongratwanin (“Lak”), quien junto al abogado Mettapon Suwancarern representaron a la familia de Arrieta durante el juicio en Tailandia el pasado abril, contratados por el letrado hispanocolombiano Juan Gonzalo Ospina.
FUENTE: EFE
