Lo que pasa es que nosotros deberíamos resaltar la importancia del público en este fenómeno de comunicación. Porque evidentemente se trata no de un público que recibe de un modo casi de inmovilidad a lo que se le da, sino que lo escucha y lo resignifica y lo convierte en lo que es. Muchas veces solemos decir, cuando hablamos de poesía, que un verso termina de gestarse, de escribirse, cuando alguien lo lee, cuando alguien lo oye. Yo no aspiro a creer que este programa tenga algo de poético, pero sí la forma de comunicación requiere evidentemente de una pincelada final que la da el oyente. Creo que en este programa ocurre eso y en algunos otros no. Es cierto también que este programa no tiene la obligación de ser en tiempo real. Como no estamos dando noticias, lo que sucedió ayer a la noche lo podemos escuchar hoy a la mañana, sigue teniendo el pequeño valor que tenía en el momento original.
Quiero decir que hay una forma de escuchar este programa que no es la de cualquier programa.
Será por distintas razones: de horario, de temática, pero habría que pensar de qué manera se produce la comunión. No es necesariamente que el oyente esté de acuerdo con una especie de agenda, con una especie de colección de opiniones, sino que más bien de qué manera se sienta uno para escucharlo y de qué manera se sienta uno para hacer este programa.
A mí no me gusta la nostalgia profesional pero sí entiendo que la nostalgia es inevitable. A mí no me gusta la nostalgia profesional pero sí entiendo que la nostalgia es inevitable.
También hay una resignificación con el tiempo, porque podemos escuchar un programa de hace muchos años y lo vivimos de una manera distinta hoy.
Eso sucede casi automáticamente porque yo a veces recibo, especialmente en YouTube, programas que son de hasta 20 años y lo repiten así porque sí y entonces aparecen unos elementos que parecen casuales y que resulta que ahora están en primer plano. Debates que yo traía a colación: debates filosóficos, debates clásicos, debates populares de la gente. Y eso pasaba hace 20 años y ahora uno lo resignifica porque no es que hayan cambiado las opiniones, pero ha pasado el tiempo y ahora nosotros los de entonces ya no somos los mismos y es posible que la óptica ante determinada cuestión tampoco sea la misma. O peor que sea la misma pero que se vea distinta. Ese el paso del tiempo.
Incluso dentro del programa, desde sus inicios se habla de la mujer desde un lugar particular.
Yo creo que nuestro respeto era cínico, en el sentido de cuando teníamos las notas sobre el ama de casa, nos burlamos de esa visión. Secciones como “el ama de casa es también un ser humano” o “la vida del ama de casa es una porquería”. Con ese cinismo humorístico estamos marcando también una posición. Los chistes que hacíamos revelaban también que aquella idea de que el lugar de la mujer en la cocina, nos parecía antes que nada estúpido.
La otra cosa es la angustia ante el paso del tiempo. Eso se da más allá de la temática del programa, pero la ilumina. Ilumina el programa de un modo distinto. Decir que hoy celebramos los 40 años de La Venganza, evidente que hay que tener la luz, que nos dice que somos finitos, que nos dice que nuestro tiempo es limitado, que nos dice que tenemos un apetito de eternidad que no será saciado y todo eso también significa el programa. Por eso hay que decirlo pero no enfatizarlo.
La nostalgia está presente pero en su justa medida.
A mí no me gusta la nostalgia profesional pero entiendo que la nostalgia es inevitable. Y que la edad que uno tiene influye también, porque se va llenando, va llenando el catálogo de nuestras nostalgias. Y si una persona de 20 años tiene una historia, tiene sus propias nostalgias también. Yo sentía el dolor de lo que se había ido cuando era un adolescente, pero eran pocas las cosas que se habían ido. Y conforme uno se hace más viejo, el catálogo de cosas que producen nostalgia es enorme. Y en algún momento su examen se vuelve patológico. Uno ya no puede ver una película por televisión, aunque sea una película cualquiera, una comedia de 1960, sin darle a esa comedia un valor nostálgico y evocativo, que la comedia desde luego no tiene. Pero eso se lo pone uno. Y ahí hay ese componente de tristeza hay que administrarlo, si no se vuelve recurrente, se vuelve banal o se vuelve profesional, como en el caso de los programas que son puramente evocativos. A mí se me había ocurrido un programa de nostalgias cortas, por ejemplo, nostalgia de lo que pasó ayer, nostalgia de lo que pasó hace diez minutos, es difícil pero posible. Porque la nostalgia no es puntual ni temática sino que es la idea general de que el tiempo pasa. Eso es lo que es la nostalgia y eso lo puede tener uno a los cinco años.
La improvisación tiene una regla, es mentira que vos digas lo que quieras, porque, que vos decís lo que quieras, porque eso no es improvisación. La improvisación tiene una regla, es mentira que vos digas lo que quieras, porque, que vos decís lo que quieras, porque eso no es improvisación.
¿Cómo influyen ahí las dos personas que te acompañan? Porque el equipo hoy es muy completo, se complementan todo el tiempo.
Nosotros hemos tenido relativamente pocas personas a lo largo de tantos años. Son 40 años y los protagonistas principales son cinco o seis tipos. Se han quedado mucho tiempo. En el caso de los que están ahora, a mí me parece que son los mejores por dos razones: la primera es que conviene creer que la persona que está ahora con uno es la mejor en la lista. Lo mismo que pasa con la lista de novias o de novios. Pero también es cierto que son personas que tienen una forma cerebral de procesar la información que les llega, que es muy vecina, que es parecida entre los tres. Eso colabora en la rapidez de interpretación de las situaciones. No siempre se trata de mero talento. Nosotros hemos probado o intentado a veces jugar al programa, hacer algún programa. A veces hemos invitado a personas muy talentosas que sin embargo no pudieron dar respuesta brillante a las situaciones que se planteaban. Será porque hay talentos que son distintos: no necesariamente un pianista debe ser un buen pintor. Así que debe haber una manera de procesar nuestros retruques que no es tan fácil de lograr.
Para mí estos dos tipos que están ahora conmigo son los que lo han hecho mejor. Quizás no son los más talentosos, yo no lo sé. Todos dirán, “bueno, pero Rolón también lo entendía”. Pero estos tipos tienen una forma muy especial de recibir e interpretar el arte repentino de la situación humorística.
Y de no ofenderte y de responder, claro.
La improvisación tiene una regla, es mentira que vos decís lo que quieras, porque eso no es improvisación. No se trata de juntar tres tipos que se distiendan y hablen mal para hacer una improvisación. Hay una regla interesantísima que es en la improvisación no se puede decir que no. Y eso no lo saben algunos. No se puede decir que no, no se puede frustrar al compañero que está inventando una situación, que la está creando de la nada. Entonces si el tipo, en este juego que podríamos llamar de sujetos inconstantes, el tipo de golpe dice: “soy un asaltante, te vengo a asaltar”, y vos como actor te negás, estás arruinando la cosa. Vos tenés que seguirlo. Se parece muchísimo a la payada de contrapunto. Tenés que cumplir las reglas y hacérsela fácil al que está cantando de contrapunto con vos, porque las dificultades que ponés se te van a volver en contra.
¿Qué lugar tienen tus amigos en tu vida?
Varias veces dije que cambiaba al mejor de mis amigos por la peor de mis novias. Pero solamente he querido decir que para cualquiera es más importante el amor que la amistad. Pero es un don no tan frecuente el de la amistad. Y no tan persistente como se cree. Yo creo que no se puede ser amigo de cualquiera, hay algunas exigencias no escritas que tienen que ver a veces con la edad, es más fácil hacer amigos cuando uno es joven. Tiene también que ver con el camino, con la idea de que uno va hacia algún lado y es necesario que tu amigo también vaya hacia el mismo lado. No pueden los amigos viajar en ómnibus distintos que van hacia lugares distintos. Distinto no quiere decir ideología, ni ser hincha uno u otro cuadro, no quiere decir eso. Quiere decir que es más fácil de hacer amigos en la misma profesión y eso se agudiza con el tiempo que con tipos que se dedican completamente a otra cosa.
El tiempo también. El tiempo une, une más que el lugar. Es más fácil hacer amigos coetáneos que hacer amigos entre vecinos. Quiere decir que las cuestiones del tiempo unen más que las del espacio. Todo eso tiene que saberlo uno para darse cuenta por qué no son tantos los amigos como uno quisiera.
Y quién sabe si es una gran virtud tener muchos amigos. Por ahí tener muchos amigos significa que uno no es tan riguroso en la elección de ellos. Pero habría que tomarlo como un don, la amistad, como una suerte que uno tiene, como una fortuna, como una de las pocas buenas noticias que tiene el universo, el de saber que cada tanto aparece una persona que nos va a acompañar, que nos va a ayudar a conseguir la gloria, si es que eso queremos, que nos va a confortar. Y hay que comprender que eso no es tan frecuente. Que no está abierto para todo.
El show en Montevideo sigue a una serie de presentaciones en tanto en Argentina como en el exterior. Allí hay una resignificación del programa, eso también lo hace especial.
Eso es muy venturoso también: el poder hacer la experiencia, el contacto y la comunión con públicos distintos. El programa es así desde que empezó, por casualidad, se dio que era un programa con público. Esa es una característica diferencial que le da un contenido que va más allá de la radio y tiene más que ver con lo teatral y que también hace que la comunicación sea diferente y más profunda. Pero eso que decimos de ir variando los públicos es también muy interesante y provocador. ¿Y qué sabemos nosotros? ¿Cómo va a reaccionar el público de Valencia? No hemos estado en Valencia nunca. Y vamos allí. Bueno es cierto, el tipo que te va a ver alguna vez oye hablar de vos o alguna vez le dijeron o alguna vez hasta le escuchó el programa. Pero está bueno ese desafío de tratar de conectarse con gente que tiene costumbres y especialmente con las ideas diferentes. Está bueno porque es un desafío que a veces produce en su misma dificultad, produce experiencias humorísticas o poéticas interesantes. La dificultad de entenderse uno. Entonces ahí uno empieza a pensar en Wittgenstein y a pensar en si es verdad que lo que uno no puede decir es porque no existe y es verdad que el lenguaje es nuestro propio límite y que cuando dejamos de hablar dejamos de pensar. Todo eso, toda esa clase de pensamientos generan también pensamientos humorísticos vecinos y situaciones humorísticas. Que por ahí es más gracioso estar entre personas que no oyen lo mismo que uno dice y aprovechar esas circunstancias que es paradójica para ejercer el humor, que siempre tiene algo de paradójico.