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6 de febrero 2025 - 5:00hs

Hace una semana, Emilia Pérez era la película favorita a ganar el Oscar el próximo 2 de marzo. No solo eso, también era firme candidata a llevarse un buen puñado de premios en la ceremonia a la que llega como la más nominada, con 13 postulaciones, apenas a una del récord histórico de los premios.

En Cannes, Emilia Pérez ganó el premio del Jurado, que reconoce a la que el tribunal considera la historia más original de la competencia. También se llevó el premio a Mejor actriz, que fue compartido por las cuatro intérpretes con peso en la trama: las estadounidenses Zoe Saldaña y Selena Gómez, la mexicana Adriana Paz, y la española Karla Sofía Gascón.

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Con el paso de los meses, a medida que la película empezó a estrenarse y a elaborar una campaña con destino de Oscar, empezó el lío.

Antes de bajar al barro, es este un buen momento para explicar la premisa de Emilia Pérez, porque en ella está contenida parte de la polémica. Dirigida por el francés Jacques Audiard, y basada en un capítulo de la novela Écoute, de su compatriota Boris Razon, la película está contada a través de los ojos de Rita Mora Castro (Saldaña), una abogada dominicana-mexicana que es reclutada por el narcotraficante Manitas del Monte para que lo ayude a cumplir su deseo más profundo y secreto: someterse a una cirugía de reafirmación de género y ser mujer, dejando atrás su vida criminal y a su familia para empezar de nuevo.

Cuatro años después, la abogada se encuentra con Emilia Pérez, la nueva identidad de Manitas, que vuelve a contratarla porque extraña a sus hijos y quiere volver a vivir con ellos. Además del reencuentro familiar, Castro la ayudará a redimirse de su pasado a través de la formación de una ONG destinada a encontrar los restos de los desaparecidos del narco.

En el medio habrá distintos problemas sentimentales, morales y de violencia. Y canciones. Porque esto es un musical. Pero no el musical estilo Broadway, más familiar por las mil y una adaptaciones que Hollywood ha hecho de ellos, sino que es una ópera pop. Los personajes cantan en distintos momentos sus diálogos, y el tono general es de melodrama telenovelesco kitsch. Emilia Pérez es una película terraja. Lo es a propósito, y es una película que sabe que es terraja. Pero no quita que lo sea.

Embed - Emilia Pérez - Trailer Oficial Subtitulado al Español

“Mala representación”, vulvas doloridas y premios: las mil y un polémicas de Emilia Pérez

La grieta que genera Emilia Pérez tiene bandos bastante fáciles de definir. Los críticos europeos y estadounidenses en líneas generales la celebraron, al igual que varias figuras de Hollywood. Del otro lado quedaron los mexicanos, respaldados por buena parte de los críticos y espectadores latinoamericanos, así como algunas figuras del cine de ese país.

El enojo mexicano tiene todo el sentido del mundo: la película se mete con temas muy sensibles y dramáticos para la nación norteamericana, como la violencia narco, los desaparecidos y la corrupción institucional. Pero la película fue filmada en Francia, el director es francés, los compositores de las canciones son franceses, y en el elenco hay muy pocos mexicanos.

Nada impide que un cineasta cuente una historia en una tierra que no es la suya, y relatando una realidad que no es la propia, por supuesto. Pero hay ciertos recaudos y muestras de respeto que deberían ser de orden. A lo largo de los últimos meses, Jacques Audiard ha dejado en entrevistas distintas perlitas como la justificación de que “no estudió mucho sobre México, porque más o menos sabía lo que tenía que saber”, o que el español “es un idioma de países en desarrollo, de pobres y migrantes”.

En la entrevista que dio a El Observador hace algunos días, Audiard se justificó diciendo que el español le interesaba por su “musicalidad” y que lo que le importa es que se hable de los temas que plantea la película, como los desaparecidos o la situación de las personas trans en México, y que al menos en su país, ahora se le presta la atención a esos temas que antes no tuvo.

Embed - Jacques Audiard sobre Emilia Pérez: "Hice una película en español y no hablo nadie bien el español"

Pero los mexicanos se ofendieron no solo por la temática, sino también por fallos que van desde detalles como el uso de la palabra “cárcel” en lugar de “penitenciaría”, por frases del diálogo y las canciones que demuestran que hubo un impreciso proceso de traducción en el medio, y también por el batiburrillo de acentos que se escuchan de boca de los personajes.

En la película casi todos esos acentos están justificados y el guion se toma la molestia de agregar líneas que explican por qué estos personajes hablan como hablan, pero hay casos como el de Selena Gómez (que tiene raíces mexicanas pero es 100% estadounidense) que se terminó viralizando por su accidentada dicción hispana.

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Ver a Gómez ya no tropezar, sino estamparse de cara con cada “che” que tiene que pronunciar es como ver a alguien resbalarse en la calle o llevarse puesta una puerta de vidrio. Es una desgracia ajena con la que es imposible no matarse de risa. Y encima, el guion no la ayuda cuando la hace decir que le duele “la pinche vulva”, en uno de los momentos más virales de la película.

El enojo mexicano llegó incluso a una parodia, Johanne Sacrebleu, un cortometraje ambientado en País, sin actores franceses, y llena de estereotipos (otra cuestión que se repite en Emilia Pérez).

Embed - JOHANNE SACREBLU "el musical" un homenaje a EMILIA PEREZ

El otro colectivo que se plantó contra la película fue la comunidad LGBTI+, que tampoco se sintió bien representada en el relato de Audiard. Por supuesto, es una ficción, no un documental, por lo que hay decisiones narrativas y creativas que se pueden amparar bajo esa cuestión, pero hay algunas ideas que se plasman en el relato que son considerablemente más sensibles y polémicas.

La película confunde género con sexo (no son lo mismo), plantea todo en términos binarios (e incluso llega al espanto de usar la frase “medio hombre, medio mujer”), y reduce todo a los genitales.

Además maneja de forma muy poco sutil su planteo de que la violencia es cosa de hombres y la paz y la bondad es de las mujeres (que sí, la violencia en este mundo está muy vinculada a nuestro sistema patriarcal y al machismo, pero una cosa es creer eso y otra cosa es simplificarlo como lo hace esta película, donde la voz de Manitas vuelve a aparecer cuando la agresividad desborda a Emilia). El personaje, por otro lado, solo logra transicionar después de básicamente comprar un cuerpo nuevo —transiciona porque quiere pero también porque puede, algo que no es precisamente el caso en buena parte de las personas trans, que encima suelen ser una de las poblaciones más vulneradas en México, en Uruguay y en tantos otros lugares— y maneja unos cuantos clichés que llevaron a que la organización estadounidense GLAAD (Alianza de Gays y Lesbianas contra la difamación) la calificara como “retrógrada” y cuestionó que la transición se planteara como una forma de escape y engaño.

Por su parte, el escritor, filósofo y crítico español Paul Preciado (que es un hombre trans) publicó un texto en el diario español El País donde critica las ideas posutladas por Emilia Pérez, donde establece: “Cuando hablo de transfobia y racismo en esta película, no me refiero a una intención consciente o a una malicia individual por parte de su director, del director de fotografía o de los músicos. Hablo de una epistemología colonial y binaria, históricamente constituida y omnipresente, que resulta, sin embargo, tan invisible como el agua para un pez gordo del cine que no tiene experiencia de lo que significa respirar y vivir fuera de una cultura blanca, eurocéntrica y binaria dominante”.

En ese argumento de Preciado puede estar la razón por la que fue tan apreciada por los críticos del primer mundo y por las ceremonias de premios (donde también ayudó, sin dudas, la plata y la campaña de Netflix, que distribuye la película en Estados Unidos). Es una película que vista de afuera parece valiente, inclusiva, novedosa en su ambientación y temática, con la que el progresista bienpensante puede sentirse que está visibilizando a los invisibles y silenciados. Pero no es tan así.

Dicho eso, y más allá de la ola de odio que generó la película en las redes sociales, donde también influye el discurso colectivo y cuestiones más camiseteras —por ejemplo, el “hate” que recibió por tener en su elenco a Selena Gómez, estrella pop, de parte de las fans de Ariana Grande, estrella pop, que está en Wicked, rival por el Oscar; o el rechazo de los brasileños, intensísimos y numerosos en las redes, por el simple hecho de que quieren que los premios los gane la película brasileña Aún estoy aquí y su protagonista, Fernanda Torres— Emilia Pérez tiene que ser vista. Porque para criticar o elogiar hay que tener argumentos.

Y en todo caso, porque el mayor problema de la película es que sea tan liviana. Algo tiene en su ritmo narrativo que hace que siempre haya un interés por saber que viene después, y a lo largo de sus dos horas de duración hay imágenes interesantes. Valiosas incluso. Las actuaciones de Saldaña y Gascón son potentes. Y es una película atrevida, que abraza su tono y genera un universo propio, que podrá gustar más o menos, pero es suyo. Pero al mismo tiempo, pasa tan rápido por todo lo que quiere abarcar, que termina reduciendo temas complejos a versiones light.

La debacle de Emilia Pérez

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Más allá de que puede haber un reconocimiento al mérito artístico, lo cierto es que los Oscar son ante todo una campaña electoral. Una vez que en los festivales de primera línea se perfilan los candidatos, los estudios invierten millones de dólares en publicidades, eventos, funciones para público especializado y demás actos de cortejo a los votantes para que vean y elijan su producto. Y para eso también generan distintas “narrativas” con las que apelar a las mentes y corazones de los electores.

La narrativa de Emilia Pérez se centró sobre todo en el costado trans y “exótico” de la historia (un argumento de peso en el comienzo de la segunda era Trump, que empezó su gobierno firmando dos órdenes ejecutivas para poner fin a los programas de diversidad y las políticas de identidad de género, además de su tenso vínculo con México), y en Karla Sofía Gascón, la primera persona trans en estar nominada a un Oscar.

La actriz española radicada en México coqueteó con el peligro cuando en una entrevista con el diario brasileño Folha de Sao Paulo dijo que el equipo de Fernanda Torres estaba llevando adelante una campaña de enchastre contra ella. La Academia de artes y ciencias cinematográficas, la organización que entrega los Oscar, llevó adelante una investigación y determinó que no había roto las reglas de los premios, pero la advirtió y Gascón echó para atrás, aclarando que su vínculo con Torres es bueno y que se refería a la “violencia en la redes”.

Pero la bomba explotó una semana después. Entre el 30 y el 31 de enero empezaron a viralizarse una serie de viejos tuits de Gascón, publicados entre 2016 y 2023, donde la actriz atacaba a los musulmanes, reclamaba “expulsar a los moros de España”, decía en un tono que no queda del todo claro si era una ironía o en serio “no entiendo tanta guerra mundial contra Hitler, él simplemente tenía su opinión de los judíos”, y hasta criticó a los propios Oscar y su impulso a la diversidad, señalando sobre la ceremonia de 2021: “no sé si estoy viendo un festival afro-coreano, una manifestación del movimiento Black lives matter o el 8M”.

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Gascón cerró su cuenta en X y desde entonces ha publicado casi de forma diaria mensajes y comunicados donde se reparte entre pedidos de disculpas, reclamos de una campaña en su contra, y frases como “no soy racista, la persona que más quiero y es importante en mi vida es musulmana” y “cómo habría trabajado con Zoe Saldaña si fuera racista”, que manifestó en distintas entrevistas que coordinó por su propia cuenta, donde señaló además que sus mensajes eran irónicos y una forma de señalar la hipocresía de la sociedad.

Por lo pronto, Netflix la retiró de distintos eventos que tenía programados y canceló su asistencia a ceremonias de premios de estas semanas. Además, dejaron de comunicarse directamente con ella, y decidieron cortarle los viáticos para viajar a este tipo de eventos y la sacaron de los anuncios y publicidades de la campaña hacia el Oscar, poniendo en su lugar a Zoe Saldaña.

La soltada de mano a la actriz es el intento de los responsables de la campaña de salvar la suerte de la película en los Oscar, donde la que hasta hace algunos días era la favorita ahora tiene ese puesto en duda por este escándalo. Gane o no la estatuilla, sin embargo, hace tiempo que no se debatía tanto una película. Gane o no, Emilia Pérez es LA película de esta temporada.

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