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22 de diciembre 2024 - 5:00hs

¿Cómo se elige un libro para el verano? Para algunos se trata de una ecuación donde el entretenimiento debe primar, y allí aparecen la novela negra, los thrillers, los libracos de muchos personajes, las novelas históricas. Para otros, es el momento de ponerse al día, de leer todo lo que el año no permite, de limpiar la mesa de luz. Por último, están los que no se adrementan y prefieren los desafíos: van a los clásicos, a los mamotretos densos, a lo que desafía las neuronas en épocas donde, se supone, están descansadas.

En mi caso, varío. Prefiero mezclar. Voy a los pendientes y a las sorpresas. Me gustan las novelas de trama, pero también los ensayos. Trato de encontrar una música; que no todo lo leído en verano siga los mismos derroteros tópicos.

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Antes de empezar, me gustaría que si ya tenés elegidas las lecturas del verano, me las cuentes escribiendo a [email protected].

Ocho libros para leer en vacaciones

La invitada, de Emma Cline
Hace ya casi diez años, una californiana under 30 con pinta de Ivy League se sacó de la galera una novela que se transformó en un bombazo mundial: Las chicas. Nadie conocía el nombre de Emma Cline, pero muy rápido se volvió fácil de recordar, porque esa historia inspirada en las derivas de la familia Manson se leyó masivamente. Cline ahora es más grande, tiene más textos que sucedieron a Las chicas, pero se tomó su tiempo para la nueva novela, que acaba de llegar a librerías uruguayas. Otra vez traducida por Anagrama, en La invitada Cline cambia las calles de California por las de Long Island, el verano del amor californiano por el lujo voluptuoso de las calles de la isla neoyorkina, y sigue indagando en algo en lo que se ha vuelto una retratista perspicaz: las dinámicas de poder que se gestan entre las personas.

Hasta el sol y todas las ciudades en el medio, de Rosario Lázaro Igoa
Se metió por la última rendija del año, pero un nuevo libro de Rosario Lázaro Igoa siempre es para celebrar. La uruguaya radicada en Australia abandona por un rato la ficción, pero se queda en la brevedad: los textos que propone Hasta el sol y todas las ciudades en el medio son crónicas de pocas páginas que se afincan en los parajes del Cabo Santa María en Rocha, las vegetaciones brasileñas y los aires australianos, en los que la autora de Peces Mudos y Cráteres artificiales hace gala de su prosa expansiva, su capacidad como lectora y el torrente visual que se desprende de su literatura.

Theodoros, de Mircea Cartarescu
El escritor rumano venía trabajando en esta monumental novela desde su última y monumental novela. Más libre y mitólogo que nunca, Cartarescu se hunde en una aventura a través de los territorios y los tiempos para contar las peripecias de Tudor / Theodoros / Tewodros, un bandido que terminará siendo rey de Abisinia y que protagoniza un proyecto de vida del autor de Solenoide y la trilogía Cegador. Ideal para lectores veraniegos exigentes y maximalistas.

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Te escribo para decirte, de Fidel Sclavo
La nueva novela de Sclavo sigue la línea de las narraciones más fragmentarias de sus últimas obras —Yo soy el que no está, Zurcidor, Artaud—, pero en este caso la historia es más concreta, tangible: sigue el recorrido de un hombre y una mujer que llegan a un bar para encontrarse en una cita, aunque lo que leeremos serán los pasados, los vínculos, los episodios de vida que cada uno carga y trae a la reunión. Una novela que es una suerte de cruce de caminos, y que se desenvuelve con la delicadeza y belleza que el escritor y artista visual uruguayo radicado en Buenos Aires tiene acostumbrados a sus lectores.

Chamanes eléctricos en la fiesta del sol, de Mónica Ojeda
Una fiesta de música electro-andina a los pies de un volcán sale mal. O, en realidad, no es que salga mal: abre los ojos de los personajes a un mundo donde los diablos de las montañas se pasean por la superficie de la realidad, y donde la búsqueda de un padre toma la forma de un viaje de introspección alucinada. La nueva novela de la ecuatoriana Mónica Ojeda se aleja de los tópicos siniestros y perturbadores de sus anteriores trabajos, pero sigue siendo el producto de una voz originalísima e inédita que vale la pena indagar si el gótico, el fantástico y el horror son lo tuyo.

Auē, de Becky Manawatu
Las más de 400 páginas de Auē son una zambullida a la Nueva Zelanda más desconocida para nuestro hemisferio. Un combo de cultura maorí, violencia de pandillas, dolor hereditario, la influencia del mar y una polifonía de voces familiares. La historia de Manawatu tiene a dos hermanos separados por un pasado turbulento, vínculos todavía más tensos, y una relación a través de las décadas que se estira y se comprime con elegancia y fuerza. Debajo de todo eso: una concepción de la vida, la muerte y la concreción de las aspiraciones que se expande en sintonía de una forma de entender el mundo casi insular. Es una zambullida al corazón del daño, a los despojos que deja el amor feroz, una aventura transgeneracional traducida de forma impecable y cercana por Rosario Lázaro Igoa para la editorial nacional Forastera.

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Blackwater, de Michael McDowell
Michael McDowell está muerto desde hace tiempo, así que no llegó a ver qué sucedió en 2024 con la saga familiar que publicó en entregas durante 1983: un fenómeno global que empezó a dispararse a partir de TikTok. Al margen de esa curiosidad en su difusión, Blackwater tiene todos los ingredientes para ser una gran lectura de verano: una historia de varias generaciones, rumores y traiciones dentro de la familia, una pizca de fantástico y el misterio del pulp. Y encima, cada uno de los seis volúmenes (sí, son seis, pero en formatos económicamente accesibles) son bastante cómodos de leer en una silla playera.

Los galgos, los galgos, de Sara Gallardo
Publicada originalmente en 1968 y recuperada por Fiordo en una edición preciosa, la gran novela de la argentina Sara Gallardo es una lectura ideal para los días libres del estío: de aires ligeros y profundidades emocionales contundentes, las peripecias de Julián en la chacra heredada de Las Zanjas, con sus perros y sus amores quebrados, maridan a la perfección con la atmósfera de esta época del año. También sus viajes por París, sus recuerdos de San Telmo, las huella de un personaje querible y despreciable, un contenedor de expectativas y desasosiego que se incrusta en el pecho del lector, que se marca como un tatuaje, que obliga a subrayar y a recordar y a sentir.

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