Durante las últimas semanas llegaron a las pantallas dos proyectos protagonizados por villanos del universo Batman: Joker 2 desembarcó en los cines envuelta en escándalos y se confirmó como un fracaso. Con un perfil más bajo, se estrenó la serie El Pingüino, un proyecto considerablemente más atractivo, aunque pueda ser injusto comparar dos formatos distintos.
Pero el hecho de que ambas ficciones hayan llegado casi juntas, sumado a la conexión entre ambos personajes, hace inevitable que haya un intento por contraponerlas. Ambas, además, e incluso sin estar vinculadas directamente, son ejemplos de una tendencia que empezó con otra serie y que en los últimos años se ha consolidado también en las obras relativas a los superhéroes, uno de los géneros más redituables para el Hollywood contemporáneo.
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Hace ya 25 años, un mafioso estadounidense semicalvo, con sobrepeso, una relación compleja con su madre, inteligente, violento y despreciable pero con un costado simpático cambió los esquemas de cómo podía ser un protagonista. Tony Soprano demostró que podían ser villanos. Después vinieron Walter White, Cersei Lannister, Frank Underwood.
Ahora, y en paralelo a estas historias recientes vinculadas a Batman y a la empresa DC comics, su gran rival, Marvel (propiedad de Disney) está emitiendo la serie Agatha All Along, también protagonizada por una villana. En estos meses llegará a los cines la tercera parte de la saga Venom, enemigo de Spider-Man, mientras que otro oponente de ese personaje, Kraven el cazador, tendrá su debut en los cines.
La lista sigue con más ejemplos: una serie animada sobre Harley Quinn, también vinculada al mundo de Batman; la serie Peacemaker, e incluso The Boys, cuyos protagonistas son unos superhéroes caprichosos e inmorales.
Los malos están de moda. Siempre los villanos bien construidos fueron más ricos que los héroes puros y nobles (por algo Darth Vader es más icónico que Luke Skywalker), pero el quiebre que supuso la consolidación de las series de tv y streaming por encima del cine como gran formato audiovisual de esta época los hizo todavía más atractivos: más tiempo para desarrollar los personajes, más tiempo para mostrar sus conflictos, más tiempo para poner el foco en su psiquis y no solo en sus acciones.
Y de eso hay en El Pingüino, la historia de un mafioso estadounidense semicalvo, con sobrepeso, una relación compleja con su madre, inteligente, violento y despreciable pero con un costado simpático.
El Pingüino: así es la serie sobre el villano de Batman
La comparación con Los Soprano es ingrata, además de superficial, pero hay puntos de contacto que hacen inevitable el vínculo entre las dos series de HBO. Esta también es una historia ambientada en el mundo criminal, contada desde los ojos de un criminal.
Sin embargo, está atravesada por el filtro del cine noir, y por supuesto, de las historias de superhéroes. En El Pingüino hay una dosis considerable de acción y tiros, personajes peculiares y una estética que si bien es realista, nos recuerda continuamente que Ciudad Gótica es un lugar de ficción, una ciudad arruinada y en crisis constante de con capas y capas de mugre, graffitis, y edificios art decó.
Una estética y una historia que además son heredadas de la película más reciente de Batman, que se estrenó en 2022 y tuvo a Robert Pattinson encarnando al personaje. Fue allí donde apareció por primera vez el Pingüino, Oswald Cobb, encarnado por Colin Farrell, y la serie empieza pocos días después del final de la película, con la ciudad que es su escenario recuperándose del desastre gestado por El Acertijo y el mundo del hampa en caos.
Ahí entra en juego Cobb, que decide aprovechar los vacíos de poder que generó Batman (que no está presente en esta historia) y consolidarse como el capo mafioso más importante de Ciudad Gótica.
En esos círculos, de clanes criminales, familias, tráfico y amenazas es que se mueve esta ficción, un rincón no tan habitual para las adaptaciones de Batman, que hasta ahora se han enfocado más en los criminales teatrales y grandilocuentes que se enfrentan a él o incluso cuando ha ido por caminos más “realistas” como la saga de El caballero de la noche de Christopher Nolan, han sido una presencia secundaria, pero que tienen un largo asidero en cómics ilustres del canon “batmaniano” como El largo Halloween o Victoria oscura, claras influencias en esta serie.
Los ojos de Colin Farrell
Más allá de una trama sólida y de una ambientación impecable, el gran potencial de El Pingüino queda claro desde su escena inicial: la actuación de Colin Farrell. Como ya había pasado en Batman, el actor irlandés que supo sacudir las caderas en la Ciudad Vieja y terminar internado por sobredosis en una emergencia montevideana está irreconocible bajo capas de maquillaje y un traje que aumenta su fisionomía.
Pero lejos de ser una interpretación que depende solo de la transformación física y de un acento, hay algo también en los ojos del actor, el único rasgo reconocible y donde uno se da cuenta que está viendo a Farrell. Los ojos, además de ser ese recordatorio, son también uno de los pilares de la actuación del irlandés, que transmite con ellos la rabia, la desesperación, el ingenio y hasta una leve cuota de simpatía.
Farrell está muy bien complementado por Cristin Milioti, que encarna a la jefa mafiosa Sofia Falcone, una mujer que acaba de salir del célebre asilo Arkham en circunstancias de dudosa legalidad, tras ser encarcelada allí por una serie de asesinatos seriales que le ganaron el mote de “Ahorcado”. Esta dupla protagónica y su tensa relación de sociedad criminal son el alma de la serie, y su punto más firme.
La serie ha cruzado ya su meridiano, con cinco de sus ocho episodios ya disponibles. Cada domingo a las 22 se estrena un capítulo nuevo tanto en el canal de cable HBO, como en la plataforma Max.
