El excandidato presidencial de Cabildo Abierto, Guido Manini Ríos, posteó en su cuenta de X/Twitter que “tildar a Rivera de genocida es desconocer la historia”. Otro excandidato, el colorado Andrés Ojeda, manifestó que “lo que se dice de Rivera es un mito, una leyenda, no es cierto, sencillamente falso”, y el Partido Colorado publicó un comunicado resaltando su legado y aporte "fundamental de la construcción de nuestra nación, garantizando la independencia, la institucionalidad y la consolidación del Estado".
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Quizás la reacción más pintoresca fue la del grupo Encuentro con Rivera, una organización de admiradores del militar y político, que según se informó luego del paso de la murga por el Teatro de Verano en la primera rueda del Concurso Oficial, se debate internamente entre hacer una denuncia contra La Gran Muñeca, u organizar una caballada fuera del Ramón Collazo cuando la murga se presente en la segunda rueda.
No todo fueron críticas: Conacha (Consejo de la Nación Charrúa) dio su apoyo al conjunto y publicó un comunicado firmado junto a otras organizaciones indígenas uruguayas donde establecen el "más profundo rechazo a las amenazas y denuncias recibidas por esta debido a su último espectáculo en el que dicen de forma explícita una gran verdad: que Fructuoso Rivera es un genocida".
¿Héroe nacional o genocida? El debate sobre Rivera que volvió a encenderse
Hace cinco años, una usuaria lanzó en la plataforma Change.org una petición online dirigida a la Intendencia y a la Junta Departamental de Montevideo para retirar el monumento de Rivera de Tres Cruces del que cantó La Gran Muñeca.
La petición acumula solamente quince firmas desde entonces, pero es una de las huellas que quedaron en internet del cambio que la figura de “don Frutos” tuvo en el imaginario histórico colectivo uruguayo de un tiempo a esta parte.
El historiador y escritor Leonardo Borges explica que “Rivera es un personaje enaltecido en el siglo xx por la historia oficial, que en Uruguay siempre fue colorada. Pero en los últimos 30 años se ha dado una revisión sobre su figura, que molesta a los colorados”, como quedó claro con este incidente carnavalero.
“Juzgar a alguien que vivió hace 200 años con ideales de hoy es injusto, pero ya en su época tuvo políticas que en ese momento ya eran discutibles”, considera el historiador, que apunta de todas formas que considerar a Salsipuedes como genocidio no es adecuado.
Para Borges, si bien hay historiadores e intelectuales que lo sostienen como tal (así como las organizaciones de descendientes), “es un término que no entra en este episodio"."Fue una matanza vil y a traición, pero no un genocidio ”, dice en referencia a las crónicas del episodio, que señalan que los charrúas fueron convocados a un “agasajo” y en determinado momento las tropas orientales los atacaron, matando a 40 nativos y apresando a otros 300.
El también historiador y docente de la Universidad de la República Diego Bracco, autor del libro Charrúas: ¿genocidio o integración?, también lo señala como un término que “hace mal a la descripción del problema”, ya que si bien hubo violencia y una voluntad del gobierno uruguayo de matar y perseguir, no había una intención de exterminio sistemático y planificado.
Para Bracco, “puede que Rivera fuera un criminal, pero no un genocida”, y señala que además de procesos de destrucción, también hubo otros que tenían como objetivo asimilar a los charrúas a la sociedad dominante de la época.
Carnaval 2025, tablado del parque, La Gran Muñeca.
Aldo Martínez como Fructuoso Rivera en el espectáculo de La Gran Muñeca
Foto: Leonardo Carreño
Los dos historiadores resaltan que luego de Salsipuedes, los charrúas capturados fueron trasladados desde Tacuarembó hasta Montevideo, en un marcha llena de abusos y maltratos, para ser “repartidos” entre los montevideanos, en un país que ya tenía decretada la libertad de vientres que marcaría el fin de la esclavitud.
“Hay un edicto de la policía de Montevideo de esa época que dice que el que se lleve una india joven también se tiene que llevar a un viejo, que te marca cómo era la situación”, resalta Borges (usted ya se imaginará para qué querían a esas mujeres).
Además de los cientos de cautivos y los muertos, quienes escaparon de Salsipuedes fueron perseguidos por las autoridades, con Bernabé Rivera, sobrino de Fructuoso, como brazo ejecutor, en plan “operación limpieza”, un proceso que siguió durante meses, y que para Bernabé terminó en 1832 con su muerte a manos de los indígenas en la localidad de Yacaré Cururú, rebautizada durante la dictadura como Bernabé Rivera.
La persecución de Rivera a los charrúas fue intensa y sanguinaria, pero lo cierto es que también respondía a un reclamo de las élites de la época, tanto las de Montevideo como de las del interior uruguayo. Hay incluso una carta de otro prócer oriental, Juan Antonio Lavalleja, que en 1829 le pide a Rivera ir contra los indígenas, que Borges cita en su libro Sangre y barro.
En el espectáculo de La Gran Muñeca hay una referencia a ese pedido de parte de los privilegiados y los poderosos de la época. En un momento del cuplé, el Rivera de Aldo Martínez dice “Por encima de los bienes humanos cuidé a los estancieros, cuidé a la propiedad”.
“Los charrúas estaban fuera del sistema”, explica Borges. “Entonces las élites los consideraban un problema, en el sentido de un problema policial, que de fondo tenía un choque cultural”.
En ese sentido, el historiador señala que en su tuit, Manini escribe “Los charrúas muertos en Salsipuedes lo fueron por malandras, no por indios”, lo que apunta a ese planteo de la época, aunque el historiador asegura que está “alejado” de la visión del general y de la de Andrés Ojeda, “que dijo un disparate, porque la historia oficial es colorada”.
Según el autor, esa línea partidaria de la historia ha hecho que Salsipuedes se haya “escondido”, como pasa con otros “olvidos” de la historia uruguaya como la Guerra de la Triple Alianza.
“Se ha mitificado y se ha escondido, y esos olvidos nunca son inocentes. Hasta 1919 en Montevideo había una calle llamada Salsipuedes (ahora es Juan Paullier), por ejemplo”, dice Borges, que agrega que ya en el siglo XIX tenía algunas particularidades y aspectos cuestionables, ya que el haber sido un ataque luego de un engaño, “es una matanza o batalla, según a quién le preguntes, que no tiene honor. Algo que hoy nos parece insignificante, pero en aquella época era muy importante. Y Rivera a lo largo de su vida tuvo varios episodios sin honor, como su huida de la batalla de Arroyo Grande”.
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El monumento recuerda la matanza de charrúas a orillas del arroyo Salsipuedes, afluente del Río Negro, el 11 de abril de 1831 por parte de tropas gubernamentales al mando de Fructuoso Rivera
¿Quién necesita héroes?
Las historias tienen poder. Los relatos ayudan a dar orden y sentido, dos cosas que los seres humanos buscamos todo el tiempo para no sumirnos en el abismo de un universo confuso y caótico en el que somos insignificantes.
Aplica para las personas y para los países, que elaboran sus historias oficiales para generar una narrativa nacional que embandere a sus habitantes y genere la idea de que hay algo por lo que pelear, un conjunto de valores, un territorio y una idea que sostener como colectivo. Y las historias clásicas tienen héroes y villanos.
En Uruguay, el arquetipo de héroe es bastante claro: hombre, militar, caudillo. Artigas primero, Lavalleja y Rivera atrás, con Oribe peleando por su lugar en ese panteón como blanco en un país donde durante décadas el poder y el relato, como dice Borges, fue colorado.
A medida que pasa el tiempo los valores de la sociedad cambian, y ciertas historias empiezan a cuestionarse. Entre 2021 y 2022, en Estados Unidos empezaron a derribarse y atacarse estatuas de Cristóbal Colón, porque la figura del “descubridor” de América se convirtió en un símbolo del historial de racismo, esclavitud y violencia contra las comunidades no blancas en el país.
Sin llegar a tal extremo, en los últimos tiempos la figura de Rivera se ha vuelto más divisiva dentro de la historia uruguaya y tanto Bracco como Borges plantean que sería sano revisar a quiénes se les dice “héroes” o incluso si es necesario tenerlos.
Borges dice que “en el mundo de hoy los héroes están perimidos, son una noción romántica que ya no tiene sentido. Porque tener héroes implica entender que hay villanos, y así se genera un relato maniqueo. Rivera, como todos, fue un ser humano con luces y sombras, con ‘muchos dobleces’, como escribió Tomás de Mattos”.
El historiador agrega que Rivera “tuvo aciertos” a lo largo de su vida como figura política y militar, como haber ocupado las Misiones Orientales en 1828, una movida que terminó siendo la carta con la que los orientales pudieron negociar su independencia, por lo que considera que “la existencia de Uruguay se la debemos a él”.
Para Bracco, en tanto, la opción es buscar otro tipo de héroes. “Aprovechando que estamos a 200 años de 1825, podríamos empezar a revisar nuestra historia, discutir y como sociedad, tomar otros símbolos. Tendríamos que cambiar los que tenemos”, consideró.
“Yo recuerdo cuando iba a la escuela se intentó instaurar como héroe a Dionisio Díaz, que me parece mucho más considerable como personaje que estos militares, almirantes, comandantes, de los que ya tenemos bastantes. Podríamos buscar a otros protagonistas de la historia para celebrar, a personas que estuvieron en otros lugares, como médicos”, agregó el historiador y docente.
Este miércoles 19 de febrero está previsto que La Gran Muñeca vuelva al Teatro de Verano para presentarse por segunda vez en el marco del Concurso Oficial de Carnaval. La murga no ha respondido a las críticas de su espectáculo, uno de los que más discusiones ha despertado de todos los que se presentaron este año. Un debate con sus complejidades, donde se meten la identidad nacional, la política partidaria y la herencia cultural. Pero que está abierto.
La polémica de los charrúas de Agarrate Catalina
Hace quince años, en 2010, otro espectáculo carnavalero hizo referencia a los charrúas y generó reacciones fuertes. La murga Agarrate Catalina hizo un cuplé sobre este pueblo y fue criticado por la Asociación de Descendientes de la Nación Charrúa, que lo calificó como “hecho lesivo con connotaciones racistas y xenofóbicas”. La murga pidió disculpas pero rechazó la acusación de que el fragmento haya sido hecho con intenciones agresivas.