Bocca dijo que sí, y agarró.
En el escenario del teatro aparece la Camerata Bariloche y el maestro Nestor Marconi en el bandoneón. Tocan tres composiciones de Piazzolla —Milonga del Ángel suena, de hecho, particularmente expansiva entre estas paredes—y luego salen Grieco, Bocca, el nuevo director de ópera, el chileno Andrés Rodríguez; el gobernador de Buenos Aires, Jorge Macri; y la ministra de Cultura de la ciudad, Gabriela Ricardes.
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Camerata Bariloche y Nestor Marconi
Juanjo Bruzza
Cuando el gestor y productor uruguayo de 60 años toma la palabra, se detiene conceptos que quedan reverberando. Habla de un cambio de gestión de modelo de gestión que mira hacia el futuro, pero que buscará apoyarse en los valores de los fundadores del teatro. ¿Y cuáles son estos valores? Para Grieco, “iniciar un proceso que rescate, resignifique y replantee la esencia” del Colón, y que lo convierta en un “verdadero motor de desarrollo cultural y social, un símbolo de modernidad y civilización”.
Bocca, en tanto, llegó con sueños grandes. Es cierto, siempre parece tenerlos, y los lleva allí a donde va, pero en este caso el exdirector del Ballet Nacional del Sodre lo explicitó: quiere ver al cuerpo del Colón entre las diez mejores compañías del mundo. “Para mí fue, es y va a ser un desafío, tengo mucho que devolverle al teatro, y el teatro tiene mucho que devolverme a mí”, dice.
Más tarde, en una conferencia de prensa, ambos se detuvieron en la forma en la que su pasaje por el Sodre funcionó como un camino que los terminó dejando a las puertas del Colón.
“No hay dos modelos de gestión en ningún teatro que sean idénticos, que sean aplicables y trasladables el uno al otro. Sí hay mucha experiencia mundial, que es la que vamos a aprovechar para hacer el traje a medida. Eso es usar la experiencia vivida, pero nunca es igual, nunca es lo mismo. Siento que es un privilegio inmenso estar acá. La vida nos da este momento, el mejor de los que estamos acá, para entregarle a este teatro esa experiencia, y para construir algo nuevo que haga que este transatlántico nuclear encuentre su órbita en el siglo XXI y se proyecte más allá”, dijo Grieco.
Bocca, en tanto, se preocupa en mostrar la experiencia uruguaya como un aprendizaje crucial para su carrera.
“Era la primera vez que estaba dirigiendo una compañía, una compañía nacional y con una historia muy grande. Acá uno entra con todo ya armado, todo en funcionamiento, y en el Sodre había partes funcionando. También entramos a un auditorio nuevo al que todavía le faltaban terminar estudios, y fue maravilloso ver cómo se iban terminando. Ahí hay ya una diferencia entre lo que se hizo y lo que se va a hacer acá. Yo agradezco muchísimo porque aprendí millones de cosas de cómo estar al frente de una compañía, al frente de los bailarines”, dijo.
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Robert Yabeck
“Una de las cosas que me pasó (en el Sodre) fue que había perdido el rumbo, mi visión, me había perdido. Y acá no estoy perdido, estoy más seguro, más tranquilo, sé a dónde quiero llegar, sé lo que quiero hacer. Allá se trató de ir descubriendo. Pero me sirvió muchísimo, y una de las cosas que más me gusta es que sigue estando fuerte el Ballet en Uruguay, que siguen haciendo cosas diferentes, nuevas, y haber logrado que ese pedacito de arena haya servido”, cerró el nuevo director de Ballet del Colón.
La platea vacía
Ahora está más distendido. La gente escuchó, la gente comió, la presentación se hizo, el teatro se vació. El Colón, desnudo, sigue imponente. Es oficial: desde este momento, al frente de esa imponencia está él, Grieco, que sentado en una butaca del centro de la platea conversa con los periodistas uruguayos. Todos han trabajado en mayor o menor medida con él, y tiene sentido.
Hablaron con él cuando fue productor del Darno, de Jaime Roos, o cuando impulsó espectáculos desde Tinker.
O cuando estuvo al frente de la División de Promoción y Acción Cultural de la Intendencia de Montevideo.
O cuando su plan estratégico levantó al Teatro Solís de las cenizas y, luego, lo dirigió.
O cuando fundó la Sala Zitarrosa.
O cuando dirigió el Auditorio del Sodre.
O cuando ayudó a recomponer el teatro Escayola en Tacuarembó, su última parada antes del Colón.
Y entonces, Grieco vuelve a ese momento, el del escenario.
“Casi me desmayo”, repite en entrevista con El Observador. “Fue muy emocionante el aplauso, el recibimiento de la gente. Fue muy intenso, casi no podía hablar. Me olvidé de la mitad de las cosas que tenía que decir.”
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De izq. a der. Julio Bocca, Jorge Macri, Gabriela Ricardes y Gerardo Grieco
Juanjo Bruzza
Durante todas sus experiencias de gestión, el Colón fue una referencia. A este lugar es al que llamaban desde el Sodre para pedir asistencia de los maestros teloneros, para saber si la maestra de sastrería podía auxiliarlos en la creación de los tutús para el BNS, para ver cómo podían adaptar la mecánica de la sala, para conseguir referencias escultóricas para los carpinteros uruguayos.
Una referencia. Siempre fue así.
“El Colón fue el lugar al que recurrimos, un lugar súper amoroso en ese sentido. Esa fue la historia de mi vida. Siempre vine acá a pedir ayuda y cosas, y siempre fueron generosos con el saber, la experiencia, y en adaptar escenografías para nosotros, por ejemplo. El Colón es un teatro mundial. Estar acá es increíble”, dice. Luego vuelve a reiterar: la gestión acá empieza de cero. Se traen experiencias desde Uruguay, pero no se pueden extrapolar.
“No es lo mismo hacer un modelo de gestión para el teatro Escayola de Tacuarembó, que para el Solís en su reapertura o en los desafíos que enfrenta hoy; o uno para el Auditorio del Sodre cuando estaba prácticamente cerrado. Es distinto en cada teatro, es distinto en cada territorio, en cada cultura de trabajo, y se hace a medida. Sin embargo, Uruguay y Argentina, Montevideo y Buenos Aires tienen una estrecha hermandad, y en mi caso admiración mutua.”
Hermandad, dice, que pretende fortalecer si ambas partes están en sintonía.
“Me gustaría que este período funcionara, que sea el que acompaña, reinterpreta y resignifica esa visión de los fundadores y construye el modelo de gestión que este teatro se merece para el siglo XXI, y que eso se transmita a la sociedad. Que sea un símbolo importante para la Argentina. Que el ballet, la ópera, la orquesta, todos los elencos, terminen lo más arriba posible. Ese es un camino intenso. Un rumbo, en realidad. La excelencia y la calidad es una cosa que perseguimos como un norte”.
En la búsqueda de la excelencia, Grieco sabe que Julio Bocca es una pieza importante. Mejor dicho: “una punta de lanza”.
"En un momento, cuando llamé a Julio y me dijo que no, llamé a la ministra y le dije 'no sé si será buena idea que yo vaya solo'. Para mí era muy importante que estuviera él también. Hoy, simbólicamente logramos demostrar lo que queremos: trabajo en equipo, un liderazgo compartido, una mirada muy moderna, con un profundo amor al servicio público."
El uruguayo se queda en la platea vacía, el Colón respira. Desde ahora, lo que pase ahí adentro es su responsabilidad. Grieco es mano, y tiene que empezar a jugar.