14 de diciembre 2024
Dólar El Observador | Auspicio BROU Cotizaciones
Compra 43,25 Venta 45,65
14 de diciembre 2024 - 5:00hs

La plaza es un triángulo en la frontera difusa del mapa entre Buceo y Malvín. Las calles Samuel Blixen, Resistencia, Alto Perú, como las líneas que delimitan el área –que hoy lleva el nombre de la poeta Delmira Agustini– entre otras callecitas intrincadas y un montón de casas bajas. Ahí, en esa porción de barrio donde ahora un hombre joven duerme sobre el suelo caliente de una tarde de diciembre, nació una noche No te va gustar.

Emiliano Brancciari y Mateo Moreno se habían conocido cuando intercambiaron cassettes en el patio del liceo. Uno de los Rolling Stones por uno de Los Cadillacs. Sin embargo la amistad no prosperaría realmente hasta un tiempo después, luego de que Mateo y Pablo “Chamaco” Abdala coincidieran por primera vez en el salón de clases del Liceo 10 y lo arrimara a la barra de amigos.

En el libro Memorias del olvido, editado en 2019 por Planeta, la banda pinta el panorama social de su época: “Estaban inmersos en el mismo ‘contexto seudo crítico’ de los años 90. Uruguay ya no estaba exenta de los flagelos globales y Montevideo había dejado de ser esa mezcla de ciudad chica y pueblo grande, de mateada en la vereda y puertas siempre abiertas. La brutalidad en las razias todavía era el deporte favorito de la policía, y comenzaban a percibirse las consecuencias de políticas que llevaban al crecimiento de la miseria”.

Más noticias

A pesar de la fragilidad del contexto y la volatilidad propia de la adolescencia (o quizás a causa de los mismos motivos), las cosas se sucedieron para que aquellos tres chiquilines terminaran juntos arriba de un escenario barrial durante la noche más fría del año. Hace 30 años. Una noche intensa de vino barato y rock and roll en medio de una adolescencia curtiendo la música y el barrio.

WhatsApp Image 2024-12-13 at 22.09.07.jpeg

Los estudiantes y una biblioteca sin libros

En la plaza de Alto Perú había una biblioteca sin libros. Un oxímoron educativo. Un riesgo inminente. Los gremios de estudiantes de los liceos de la zona se enteraron de que uno de los pocos lugares donde podían estudiar, en una época previa a la masificación del internet, estaba a punto de desmoronarse y decidieron que había que hacer algo al respecto.

“Era el lugar de estudio de los que no podíamos comprar todos los libros entre los dos liceos”, recuerda en diálogo con El Observador Daniel Gerpe –quien años después sería el manager y el tour manager de la banda–, entonces parte del gremio estudiantil del Liceo 10 y parte de la producción de aquel toque inicial.

Decidieron juntar fondos para evitar el cierre de la biblioteca municipal a través de un festival de bandas. Usaron como escenario el techo de la biblioteca para montar el escenario donde se presentarían los grupos artísticos del liceo y la idea era juntar plata o donaciones de libros para que la biblioteca pudiera seguir funcionando. Hoy, convertida en un centro cultural.

Moreno y Brancciari vieron claramente la oportunidad y empezaron a reclutar músicos dentro de su grupo de amigos: "El Fercho" en el bajo, Jorge Larrosa en guitarra y armónica, y Dario Prieto en lo que denominan “tareas varias”. Emiliano recurrió entonces a "El Chamaco" para la batería. “Me dijo que no, que ya tenía su grupo. Era esa cosa de ricotero fanático que tenia que serle fiel a una sola banda. Quedó ahí", recuerda en el libro escrito por el periodista argentino Mateo Crespo. En lo que se transformaría luego en una broma recurrente a la interna de la barra.

Ahora, 30 años después, El Chamaco lo recuerda así: “Cerrado por Duelo era mi banda, entonces preferí decir que no. No sé muy bien por qué, porque también podía tocar con las dos bandas”, dice a El Observador.

La falta de baterista se suplió en una zapada y un picadito de fútbol. Hugo Bernal, "El Loche”, tendría unos 25 años y una impronta de salado. Lo conocían como “el héroe de la guitarra de Malvín" y tenía una banda de covers: Los Garompa Stompers. Los puso bajo su ala y ensayaron durante dos meses, a veces en el sótano de la casa de Emiliano y a veces en la pieza del guitarrista devenido en baterista, hasta llegar a un repertorio de covers que era un reflejo de la influencia de su época.

Pero faltaba algo: la fecha del festival se acercaba y todavía no tenían un nombre para la banda. Una tarde, mientras caminaban por Avenida Italia hacia el ensayo escuchando música desde el mismo walkman, decidieron nombrarla con tres palabras en un título a medio camino entre el español y inglés que hasta el día de hoy es uno de los grandes misterios del rock uruguayo. Nunca se lo dijeron a nadie.

Cuando El Loche les preguntó si tenían un nombre para la banda le respondieron cautelosos “no te va a gustar”. “¿No te va a gustar? ¡Está bueno!", los sorprendió su compañero. “Nos miramos con Mateo y nos dimos cuenta que era infinitamente mejor y más original que el que le habíamos puesto nosotros. Así que a partir de ahí nos llamaríamos No Te Va Gustar, sin la a, porque así se pronunciaba”, recordó en su 20 aniversario Emiliano Brancciari.

Vino cortado y una ausencia determinante

La madrugada del 25 de junio de 1994 fue una de las noches más frías del año, a juzgar por la memoria de quienes eran entonces un puñado de adolescentes que intentaban calentarse a costa de vino suelto cortado y el calor del cuerpo a cuerpo. Pero a pesar de la temperatura –y la clasificación de Argentina al Mundial del Fútbol con el determinante antidoping de Diego Maradona– la plaza cercana al liceo estaba llena de gente.

El line up del festival liceal comenzaba con una performance experimental del grupo de teatro del Liceo 10, a la que le seguía No te va gustar antes de Cerrado por Duelo y el cierre de la noche sería con los Amables Donantes.

“Chamaco” Abdala, a quien de aquella noche le quedan “recuerdos muy nítidos” entre “lagunas gigantes de olvido” tiene muy clara una sensación: “Era una de esas fiestas muy caóticas donde todo el equilibrio es muy frágil, pero todo termina saliendo bien. Era una zona y una generación muy efervescente a nivel de expresión cultural. Había muchas bandas en la vuelta, en Malvín y en Buceo, entonces era una época muy fermental”.

Diego Martínez la recuerda como una noche “congelante”. Particularmente porque horas antes de la performance del grupo de teatro se había ido a pintar a la casa de una compañera del liceo y regresaron caminando a la plaza sin remera, con los cuerpos pintados con tierra de colores, a actuar. Y se quedó allí en la placita para ver tocar por primera vez a sus amigos, con el torso abrigado pero la tierra de colores todavía en la piel.

Era todo muy inmediato, muy existencialista. Me gustaba que se juntaran mis amigos a tocar, pero no sé si proyectaba mucho en esa época. Lo vivíamos así. Íbamos con una guitarra al terraplén de la Rambla a tomar vino cortado y a cantar hasta las mil quinientas, esa era nuestra lógica habitual. Un día salió esto del liceo y ellos se habían juntado como para armar una bandita, se notaron, fueron, cantaron. Era todo muy inmediato”, recuerda Martínez.

Pero cuando llega el momento del debut de No te va a gustar el "héroe de la guitarra" no aparecía por ningún lado para sentarse en la batería. Lo esperaron, pero nunca llegó. Tenían una sola oportunidad: El Chamaco. “Tengo un recuerdo muy nítido de Emi y Mateo ebrios, yo creo que estábamos ebrios los tres seguramente, convenciéndome abajo de una escalera detrás del escenario para que tocara con ellos”, dice Abdala, que recuerda los momentos determinantes.

1553796186212webp.jpg

Pasaron de memoria el repertorio cinco minutos antes de subir al escenario: Heroina de Sumo, Good Golly Miss Molly de Little Richard, Come Together de los Beatles, Foxy Lady de Jimmy Hendrix y Aladelta de Divididos. “Subimos e hicimos lo que pudimos. Fue muy divertido”, dice el baterista, que después de tocar y acompañar a su novia de aquel momento a la casa, volvió a buscar los platos de la batería y se los habían robado. Años después, alguien le confesó que los había tirado al río.

En Memorias del olvido Brancciari intenta recordar así aquella noche: “Es el día que a Maradona le da positivo el antidoping. Yo había llegado a Uruguay hacía relativamente poco y me importaba mucho lo que pasaba con la selección argentina. ¡Hacía frío, mucho frío! En ese momento tomábamos cantidades de vino cortado con gaseosa, en damajuanas o rellenado en los bares. Entre el frío y los nervios de la espera se tomó mucho vino desde temprano, por eso es que no me acuerdo mucho del show en particular. Lo que más recuerdo es ir por la calle besándome con dos pibas que eran primas. Una cosa rarísima, un episodio extraño, todo muy loco”.

Gerpe recuerda que el aquel festival a beneficio se había desarrollado con el apoyo del liceo y de la Intendencia de Montevideo, para lograr amplificar el sonido y el transporte de los instrumentos. Sin embargo, el flete que había llegado puntualmente al mediodía del sábado para armar el escenario no aparecía por a la medianoche. "No teníamos a quién llamar. Teníamos que ir hasta Avenida Italia y Comercio, a un teléfono público, para llamar a la Intendencia. Tuvimos que guardar todo en una pequeña garita que había encima del techo de la biblioteca. Metimos todos los instrumentos y quedamos con El Chamaco, unos compañeros y unas compañeras, hasta la madrugada cuando pudimos llamar y apareció el camión”, recuerda.

El Chamaco también recuerda a cuatro o cinco personas apretujadas en una pieza sintiendo un frío polar. “Obviamente no teníamos plata para pagar un seguridad, entonces los seguridad éramos nosotros y nos quedamos hasta que amaneció”, dice entre risas.

Todos tienen una hipótesis por la que El Loche no llegó al show a beneficio en el techo de la placita del barrio. Pero en el libro de la banda él mismo lo aclara, como la mente maestra de un plan (casi) perfecto: “No fui apropósito. Forcé la situación. Para mí la banda eran Emi, Mateo el bajo y Chamaco”. El Loche quería tocar la guitarra.

“Eran como mis hermanos menores. Los vi pasar de niños adorables a adolescentes hermosos”, dice entonces el guitarrista que se convirtió en una pieza determinante del alumbramiento de la banda. “Los amé, esa es la palabra”.

Abdala recuerda que la sensación fermental del barrio y la necesidad de salir a la calle a hacer música tenía que ver con la necesidad de estar juntos. "Experimentar juntos, probar cosas, equivocarse ochenta veces y cagarse la risa, volver a intentar y que a próxima sea un poco mejor. Lo que sostiene eso en definitiva es el amor, porque si no hay amor ahí no hay nada, es insostenible", dice.

Desde esa noche la historia de la banda es conocida. No te va gustar se transformó en la banda más internacional del rock uruguayo, marcando a su paso a una generación. Los que hicieron el camino del éxito hacia el exterior y se afianzaron al mismo tiempo dentro de las fronteras logrando proezas inusuales para la música local.

Diego Martínez es uno de aquellos amigos que acompaña al día de hoy el proceso de la banda. “Seguimos siendo amigos desde ese momento, entonces viví todo el proceso de una forma muy cercana. Vi los pequeños saltos: los primeros shows solos, las primeras veces que los escuché en la radio, las primeras veces que los escuché en un programa argentino en la tele, la primera gira por Europa. Esas cosas me fueron sorprendiendo y me fueron generando mucho orgullo, esa cosa de pa, son mis amigos, les está yendo bien”.

Embed - No Te Va Gustar - No Era Cierto (Video Oficial)

“Si bien hace ya muchísimos años que no estoy en la banda, es una experiencia fundamental en lo que soy yo hoy. Por suerte todos tenemos ese tipo de experiencias en nuestras vidas, cosas que te marcan, que te cambian el destino, que te cambian el camino y te van llevando. No te va gustar sin duda fue un lugar de mucha experimentación en mi vida, de mucho aprendizaje, de mucha profesionalización. Aprendimos juntos y sin reglas impuestas por otras personas. Y el aprender juntos es una forma muy linda de aprender, no solamente a nivel de gestión de una banda sino a nivel humano”, dice Abdala.

Esa necesidad de compartirse es en definitiva el inicio de todo. “Si haces las cosas pensando únicamente en la forma de conseguir el éxito se ve a la legua. Es como que quedas subrayado con un marcador fosforescente. En aquel momento, volviendo al 94, lo hacíamos porque teníamos ganas de estar juntos. Lo hacíamos para atravesar la adolescencia, que es tan particular y tan todo al mismo tiempo. La música en ese momento, además de que nos encantaba y nos encantaba tocar, era una excusa para estar juntos”.

30 años después, en el mural que sostiene aquel escenario barrial está pintado un verso de Explosión, el poema de Delmira Agustini de 1907: Si la vida es amor, ¡bendita sea! ¡Quiero más vida para amar! Casualmente, en aquel primer show puede que sea lo único que poseían. Así lo dice Pablo "el Chamaco" Abdala: "En ese momento nos sostenía solo el amor, era lo único que teníamos. Por supuesto el gusto por la música y la inquietud, pero sobre todo el amor... Sobre todo el amor".

No te va gustar celebra en Montevideo sus 30 años con un show multitudinario en la Rambla de Punta Carretas este sábado 14 de diciembre a las 21:00.

Temas:

No te va gustar Montevideo

Seguí leyendo

Te Puede Interesar

Más noticias de Argentina

Más noticias de España

Más noticias de Estados Unidos