Durante su paso por Estados Unidos, Abraham dialogó en exclusiva con El Observador USA.
Es su primera vez en Miami, ciudad de exilio de miles de cubanos desde hace décadas. ¿Cómo fue recibido y cuáles son sus impresiones de la ciudad?
Ha sido súper revelador. Por más que uno lo haya escuchado o visto en películas, documentales o leído en literatura, porque toda Cuba está aquí, y muchos grandes escritores cubanos terminaron acá, como Reinaldo Arenas, vivirlo es otra cosa. Estoy contento, pero todavía no termino de procesar lo que he experimentado.
¿Cuba está viva en Miami?
Hay algo muy bonito en la preservación de lo cubano: los olores, los sabores, las dinámicas. Encontrarse con alguien que lleva 45 o 60 años fuera de Cuba y sigue hablando igual te mueve. Pero al mismo tiempo, yo me considero progresista y encuentro que la mayoría de los cubanos son trumpistas. Entro a un lugar y el aire acondicionado está a full, cuando sabemos que eso va contra el cambio climático. Usan platos y vasos plásticos descartables mientras el mundo intenta reducir el plástico. Es como si hubiera llegado a una Cuba del futuro, pero un futuro que no está del todo bien. El rechazo a Fidel y el castrismo aquí es extremo, el anticastrismo se vuelve igual de intolerante que el régimen.
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En su paso por Miami se reencontró con la calidez cubana del exilio, pero descubrió un consumismo con el que no se siente a gusto.
Trump, Fidel Castro y la necesidad de un caudillo
¿Percibe un paralelo entre Fidel Castro y Donald Trump?
Parece que algunos necesitan un caudillo y, como ya no está Fidel, Trump ocupa ese lugar. Aun así, salir a la calle y escuchar a todos con acento cubano, sentir la calidez de la gente, me emociona. Vengo de un lugar frío afectivamente, como Barcelona, y aquí la emoción es palpable. En la presentación del libro dije: "Esto es lo más parecido a estar en Cuba", porque estaban mis padrinos, amigos, y la atmósfera se sentía familiar. Miami tiene lo mejor y lo peor de Cuba.
Dijo que Miami es una "Cuba del futuro", pero la comunidad cubana de Miami tiene a la vez una mirada algo nostálgica del pasado en la isla.
Totalmente. Están aferrados al pasado. Me impresiona cómo han logrado preservar hasta los detalles más pequeños, como la tipografía. Entras a un mercado cubano y los paquetes tienen las mismas letras que en Cuba. En los restaurantes cubanos todo está escrito como si fuera un agromercado de allá. La gente viste igual y se comporta igual. Pero después salen de ahí y se suben a un Ford inmenso. Es muy loco.
Muchos cubanos de Miami plantean que los demócratas de EEUU son comunistas en potencia. ¿Coincide?
Aquí todo el tiempo se hace alusión al comunismo, como si fuera una amenaza inminente. Y claro, nadie le puede discutir a un cubano la idea de comunismo porque tienen ese conocimiento de primera mano. Es cierto que el comunismo ha destruido sociedades, pero creo que el problema no es la idea del comunismo, que es buena en teoría. El problema es cómo se ha implementado: autoritarismo y perpetuación en el poder.
El debate migratorio fue importante en la campaña presidencial. ¿Qué mirada tiene del papel que jugó?
Es un fenómeno que me sorprende. Muchos cubanos migrantes hablan como si fueran estadounidenses de toda la vida. Son los primeros en querer cerrar la frontera, pero olvidan que ellos llegaron en balsa o cruzando fronteras. Trump representa esa idea, y es una contradicción enorme.
Entre ser de la CIA y lavarle la cara al régimen cubano
¿Cómo encaja, en un clima tan polarizado, su mirada ultracrítica del castrismo pero también de muchos aspectos del capitalismo y de Trump?
Hay una parte que me hace sentir aliviado. Pienso que si me critican de ambos bandos es porque estoy haciendo algo bien. Pero al mismo tiempo es difícil. Por ejemplo, ni la prensa independiente cubana se interesa en entrevistarme. Les resulto incómodo por mi postura política progresista y de izquierda. Y eso aquí, en Miami, es un sacrilegio. Es como esa escena del documental donde una persona me acusa de ser un agente de la CIA, y luego aquí otra persona me dice que estoy "lavándole la cara" al régimen cubano con mi visión. Al final, es lo mismo: extremismos que no aceptan puntos intermedios y se dan un beso.
¿Qué siente cuando lo tildan de traidor desde ambos lados?
La verdad, ya no me genera nada. Estoy acostumbrado y curtido en ese tipo de ataques. Después de lo que viví en Cuba, secuestros, persecuciones, ¿qué me va a importar la opinión de alguien?
En el libro dice sobre la realidad de Cuba que lo que te asfixia también te protege. Le pido que profundice esa idea.
En mi carrera como periodista utilicé muy pocas veces la primera persona, pero la vida me llevó ahí. En mi primer libro no aparezco. En el segundo soy yo totalmente. Y en el documental ya no hay escapatoria: soy yo y mi familia. Mientras más avancé en la profesión, no me fue quedando alternativa que contar mi propia historia para contar la del país. Fue la manera de darle la vuelta a todo ese dolor: convertirlo en relato. En lo político, esa frase también define al gobierno cubano. Es un país empantanado.
Ni salud, ni educación ni deporte: el hundimiento de Cuba
¿Cuál es el panorama social actual de Cuba?
Hoy un huevo o un rollo de papel sanitario son lujos. Mi padre sufrió un infarto cerebral hace unos meses y tuve que mandarle aspirinas desde fuera porque en Cuba no hay. Es un país donde la electricidad puede faltar 18 horas al día. Hace poco estuvieron cinco días sin luz. Lo único que le queda al gobierno para sostenerse es asfixiar a la ciudadanía. Después de las protestas históricas de 2022, que marcaron un antes y un después, la gente perdió el miedo, salió a las calles. Fue algo que nunca había pasado. La respuesta del gobierno fue apretar aún más, porque lo que queda es el control absoluto.
Hoy un huevo o un rollo de papel sanitario son lujos. Mi padre sufrió un infarto cerebral hace unos meses y tuve que mandarle aspirinas desde fuera porque en Cuba no hay. Es un país donde la electricidad puede faltar 18 horas al día Hoy un huevo o un rollo de papel sanitario son lujos. Mi padre sufrió un infarto cerebral hace unos meses y tuve que mandarle aspirinas desde fuera porque en Cuba no hay. Es un país donde la electricidad puede faltar 18 horas al día
¿Cómo es hoy la situación de la salud y la educación en Cuba, las banderas de las que se jactaba el castrismo?
Hoy ya no existe lo que se suponía que distinguía a Cuba: ni salud, ni educación, ni deporte. Los hospitales y las escuelas están cayendo a pedazos, no hay médicos porque los salarios son miserables y la "solidaridad médica" cubana, como se sabe, es esclavitud moderna. El turismo y los médicos enviados al exterior son los dos pilares económicos. No hay profesores tampoco. Mi sobrinito empezó el curso y no había libretas. Tuvieron que comprarlas en el mercado negro. Los deportistas también se han ido. En las Olimpíadas de Barcelona 1992 Cuba fue el quinto del mundo; ahora todos los deportistas juegan en otros países. Decir una opinión te puede costar la cárcel. Entonces es un país que es un no país. Se ha hundido.
https://www.bbc.com/mundo/articles/c4ng2qgzggno
En los últimos meses, los cubanos sufrieron apagones y una escasez crónica de alimentos, remedios y artículos de consumo básico.
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¿Cuánto más se puede deteriorar una situación que parece abismal?
Es difícil predecir hasta dónde puede deteriorarse físicamente, pero tengo una teoría. Creo que el verdadero cambio puede venir cuando muera Raúl Castro.
Internet, rebelión, exilio, represión y cambios en la isla
¿Por qué?
Porque el país está en manos de una dictadura militarizada. El 80% de la economía está controlado por las fuerzas armadas. En teoría, quienes gobiernan son civiles, como Miguel Díaz-Canel, pero el poder real lo tienen los militares. Raúl Castro, como figura, conecta esos dos mundos: el militar y el simbólico. Cuando él no esté, puede darse una fractura interna entre estos grupos, y quizás eso provoque una suerte de perestroika. Sin embargo, no creo que el cambio pueda venir de la ciudadanía, porque no tiene espacio para actuar. La oposición está presa o en el exilio.
¿Por qué el activismo ciudadano no tiene margen de acción? ¿Por la presión?
Sí, por la militarización del país y por la represión. En 2015, cuando llegó el internet a Cuba, mi generación comenzó a empoderarse. Surgieron medios independientes, artistas comprometidos, activistas. Y todo esto saltó de lo virtual a lo real. Las protestas de 2021 fueron el resultado de ese proceso, pero terminaron con más de 1.500 presos políticos y un exilio masivo. Hoy no queda nada de esa vitalidad.
En 2015, cuando llegó el internet a Cuba, mi generación comenzó a empoderarse. Surgieron medios independientes, artistas comprometidos, activistas. Y todo esto saltó de lo virtual a lo real. Las protestas de 2021 fueron el resultado de ese proceso En 2015, cuando llegó el internet a Cuba, mi generación comenzó a empoderarse. Surgieron medios independientes, artistas comprometidos, activistas. Y todo esto saltó de lo virtual a lo real. Las protestas de 2021 fueron el resultado de ese proceso
¿Existen antecedentes de esta estrategia de habilitar migraciones masivas en momentos de efervescencia social?
Sí, claro. En el pasado han hecho algo similar. En los años 80, por ejemplo, permitieron que los cubanos se fueran en balsas. Fue una forma de aliviar la presión. Ahora, con las protestas recientes, hicieron algo parecido pero de manera más estructurada: abrieron la posibilidad de viajar a Nicaragua sin visa. Esto se convirtió en una vía hacia el exilio, porque muchos cubanos luego cruzan el Darién para llegar a Estados Unidos.
¿Cómo se informa de lo que pasa en Cuba?
A través de mi familia. Mi madre, mi padre, mis hermanas, todos siguen allá. También algunos amigos, como Mauricio, que aparece en mi documental.
¿Hay diferencias entre Cuba, Venezuela y Nicaragua?
¿Qué piensa de los dirigentes de la izquierda democrática, como el kirchnerismo en la Argentina, que todavía reivindican el proceso político de Cuba?
Entiendo de dónde viene ese romanticismo, porque yo crecí en él. Mi abuelo fue escolta del Che y de Fidel. Tengo fotos del Che en mi casa, tomando un mojito. En mi infancia, ellos eran mis héroes. Es cierto que la revolución cubana generó avances y simbolizó un cambio para América Latina, pero eso ya no existe. Quedan cenizas. Seguir romantizándola es un terrible error. Hay quienes lo hacen porque necesitan aferrarse al último bastión del comunismo, y otros por desconocimiento, porque piensan que esos logros todavía existen. Y están los descarados que lucran con eso políticamente.
¿Cuál es la diferencia entre salir de Cuba por primera vez y de cualquier otro país?
Me sorprende que sea yo quien venga a contar esta experiencia en pleno 2023. Pero hay mucha vergüenza en los cubanos. No queremos demostrarle al mundo lo aldeanos en lo que nos han convertido. Esa es la diferencia con otros países. Aunque se compare a menudo con Venezuela o Nicaragua, no es lo mismo. Los regímenes se parecen, pero la vida es distinta.
¿En qué se diferencia Cuba de Venezuela o Nicaragua?
En Nicaragua o Venezuela puedes ir a un mercado, tienes internet en casa, hay varios partidos, canales de televisión. En Cuba no es así. En Cuba hay pocos canales, un solo partido político y no hay mercados ni publicidad. Yo vi una publicidad por primera vez a los 33 años que no era de la revolución. En Cuba la única publicidad autorizada por ley es política: "Patria o muerte, venceremos", "Pioneros por el comunismo, seremos como el Che". Ese aislamiento convierte a Cuba en otra galaxia.
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Para Jiménez, cuando la influyente figura de Raúl Castro desaparezca el gobierno de Miguel Díaz-Canel entrará en crisis.
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"La izquierda está en crisis en América Latina"
¿Qué opina de la situación actual de Venezuela con un Maduro que se resiste a entregar el poder?
Maduro se está robando la elección, absolutamente. No me sorprende. Venezuela lleva años siendo un país autoritario y dictatorial, algo similar a lo que ocurrió en Cuba. Llevaron a Chávez al poder con un ideario, luego quisieron perpetuarse. Cuando esa perpetuación chocó con la ciudadanía, empezó la represión. Es un patrón que también vimos con Daniel Ortega. Era guerrillero, ideólogo, y mira en lo que terminó. La historia se repite.
¿Cómo interpreta la tendencia autoritaria de los líderes de izquierda en América Latina?
La izquierda está en crisis, no ha sabido evolucionar frente al capitalismo. Sigue arrastrando los mismos referentes, como Cuba, Nicaragua y Venezuela, que ya no deberían ser modelos a seguir. Hay que enterrar esas ideologías del pasado y buscar salidas progresistas para el presente. No puedes seguir con un coche de los años 30 en un mundo que avanzó.
¿El chileno Gabriel Boric le resulta novedoso como renovación de la izquierda?
Desde la distancia y sin conocer las interioridades, me gusta. Pero me llama la atención algo: critica a Venezuela y a Nicaragua, pero no menciona a Cuba. Parece que Cuba sigue siendo ese lugar intocable. A pesar de eso, lo que he visto de Boric desde afuera me parece de lo más respetable.
El futuro de Cuba con Trump y Marco Rubio en el poder
¿Qué se viene desde EEUU hacia Cuba con Trump y el cubano-americano Marco Rubio como secretario de Estado?
Un huracán. Lamentablemente, mucha de la comunidad cubana aquí desea ese huracán. Todo lo que logró Obama en su momento, como el acceso a Internet en Cuba y el empoderamiento de los emprendedores, Trump lo echó atrás. Durante su mandato implementó 238 medidas comerciales y financieras contra Cuba. Pero esas medidas no afectan al gobierno, que sigue moviéndose en sus limusinas. Afectan al pueblo cubano, lo entierran. Creo que el futuro de Cuba debe decidirlo el pueblo cubano, sin intervenciones externas.
¿El régimen cubano se siente más cómodo lidiando con un duro como Trump que con un Obama?
Sí. El gobierno cubano no se siente cómodo en el diálogo. Su zona de confort siempre ha sido el conflicto. Además, les permite justificar sus acciones contra la ciudadanía. Dicen: “Miren lo que nos hace Estados Unidos, por eso no podemos permitir libertad de prensa ni opositores”. Lucra con esa política y se beneficia de ella.
¿El periodismo tiene que cuestionar siempre al poder?
Sí, absolutamente. El periodismo es un servicio público y tiene que fiscalizar a quien esté en el poder, sea de derecha o izquierda. Esa es su única misión. Ahora, con las redes sociales, los públicos están segmentados y los medios dependen de nichos que los sostienen, lo que puede ir en contra de la profesión.
Por ejercer el periodismo en Cuba le retuvieron el pasaporte durante siete años. ¿Qué buscaban con eso?
Desgastarme, era una estrategia. Hasta 2013, los cubanos no podían salir sin pedir permiso al gobierno. Raúl Castro cambió eso, pero luego implementaron la estrategia de los “regulados políticos”. A quienes alzábamos la voz nos negaban el pasaporte. Querían cansarnos, aislarnos, porque sabían que para subsistir en Cuba tenías que salir al exterior. Era otra forma de represión.
En el libro cuenta que un funcionario le dijo "¿qué hubiera sido de ti sin la revolución?", como si usted tuviera una deuda con la revolución.
Sí, eso lo dicen muchos, sobre todo a los negros.
¿Se lo dijo una persona blanca?
Sí, claro. La revolución cubana, el proceso revolucionario, es muy racista. Aunque Cuba es un país completamente mezclado, al mirar quién tiene el poder, todos son blancos: los Castro, los empresarios, los dirigentes. En la universidad, menos del 10% de los estudiantes son negros. Hay un racismo estructural brutal. Siempre han usado como discurso que a los negros, que estaban en las calles y sin educación, los convirtieron en "personas". Es casi una narrativa esclavizante: "Nos debes la libertad".
¿Cómo fue el momento en el que le habilitaron la posibilidad de irse de Cuba?
Fue un momento límite. Estaba mal mentalmente, medicado, y buscando psicólogos que no me quisieron atender por miedo. Después de las protestas, la represión se agudizó y ya no podía más. Me llamaron una vez desde un número sin identificación, y me dijeron: "Te damos el pasaporte, pero tienes que irte. Si no, vas preso".
¿Para ese momento ya no lo dejaban hacer periodismo?
Sí, ya no podía. Por ejemplo, escribí sobre vendedores ambulantes y, por mi reportaje, les quitaron sus licencias y los multaron. Me sentía vigilado todo el tiempo. Estaba quebrado, no solo mentalmente, sino también profesionalmente.
¿El interrogatorio que cuenta en el libro fue la situación más dura que atravesó?
Sí, fue la más dura. Me llevaron a una estación de policía que estaba en obras, me encerraron en un cuarto, me ordenaron desnudarme delante de cinco hombres y me registraron. Luego, me metieron en un auto con la cabeza baja y comenzaron a dar vueltas para desorientarme y hacerme vomitar. Llegamos a la sede de la Seguridad del Estado, donde me amenazaron y me grabaron en secreto para luego editarlo y presentarme como un agente de la CIA en la televisión.
¿La relación con su familia se quebró después de eso?
Sí, ahí les dije: "Tienen dos opciones: o me creen a mí o les creen a ellos". Fue un momento muy difícil, con mucho llanto y fracturas familiares. Algunos creen que me pagan por lo que hago, que no estoy bien. No sé si realmente piensan que soy un agente de la CIA, pero no confían plenamente en mí.
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Obama con Castro en 2016: para el escritor, el régimen cubano prefiere presidentes de EEUU más beligerantes como Trump para victimizarse.
Tras esa tortura orwelliano en Cuba, se encontró con episodios de racismo callejero en la Europa libre e ilustrada. ¿Cómo mantener la fe en el mundo?
Parece un pedazo de mierda todo, ¿no? (Se ríe a carcajadas). Es irónico, porque me preguntan qué se siente estar en libertad, pero en Europa el racismo es brutal y explícito. En Barcelona, donde vivo, hay una conexión histórica con Cuba por el tráfico de esclavos. En Cuba el racismo era más sutil, como que los negros no llegan a las universidades o no tienen acceso al poder. Aquí es más directo: insultos, discriminación en el transporte, ser constantemente observado como negro y migrante. La crisis de los llegados en pateras desde África lo agrava.
Su hijo se está criando en un contexto muy distinto al suyo: sin bajadas de línea, con más estímulos y acceso a bienes. ¿Cómo administra la crianza?
Es difícil. Intentamos que entienda sus raíces cubanas, pero él ya no tiene acento cubano, habla catalán y no recuerda Cuba. Ha crecido con abundancia, algo que yo nunca tuve, y es un reto constante educarlo sin caer en el consumismo compulsivo.
¿Es una tentación para los cubanos exiliados caer en el consumismo tras los años de austeridad extrema?
Para los cubanos que salen de esa carestía es como tirarse en la piscina del capitalismo a nadar, que los chocolates brinquen. Aquí en Miami mi hijo Theo está con sus primos cubanos y ellos se toman ocho coca colas al día, van al mercado a buscar pan y salen con tres juguetes. Se suben al auto para ir hasta la esquina. Son cosas que yo no entiendo, pero hay que lidiar con eso e intentar educar hasta donde uno pueda.
¿Cómo imagina a Cuba en 20 años?
Tristemente, creo que será como una especie de Miami. Un lugar turístico donde la gente irá a bailar, fumar puros y tomar mojitos. Será una Cuba de postal, como en tiempos de Batista. Para algunos cubanos eso puede parecer deseable, pero para mí no.