El hambre y la inseguridad alimentaria son problemáticas centrales que los países de América Latina y el Caribe enfrentan desde hace décadas. Sin embargo, un nuevo informe de las Naciones Unidas mostró que en 2023, el clima extremo exacerbado por el cambio climático generó un importante aumento en ambos indicadores, con significativas repercusiones en la disponibilidad, acceso, uso y estabilidad de los alimentos.
El informe Panorama regional de la seguridad alimentaria y nutricional en América Latina y el Caribe 2024 fue elaborado conjuntamente por cinco agencias de Naciones Unidas: la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO); el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (IFAD); el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF); el Programa Mundial de Alimentos (WFP); y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En el documento, las agencias advierten que la crisis climática tiene un impacto significativo en la seguridad alimentaria de América Latina y el Caribe, afectando tanto la producción como el acceso a los alimentos. Así es como la alta exposición de la región a eventos climáticos extremos a nivel global, con el 74% de los países expuestos a fenómenos como sequías, huracanes, inundaciones y olas de calor, se traduce en una disminución de la producción agrícola y un aumento en la volatilidad de los precios de los alimentos, lo que genera un agravamiento en la inseguridad alimentaria
En 2023, el calor y la sequía, intensificados por el fenómeno meteorológico de El Niño, elevaron el precio del maíz y la soja en Argentina, México, Nicaragua y República Dominicana, mientras que las fuertes lluvias en Ecuador generaron un aumento de entre el 32% y el 54% de los precios al por mayor en el mismo año.
Las agencias explican que los cambios en los patrones de lluvia y temperatura afectaron directamente la productividad agrícola. La escasez de agua provocó un descenso en la cantidad de tierras cultivables, mientras que las inundaciones destruyeron cosechas enteras y alteraron la disponibilidad de alimentos en los mercados.
Aunque el informe atribuye a las redes de seguridad social una disminución significativa de la desnutrición en toda América Latina, señala que las poblaciones más pobres y vulnerables de la región siguen teniendo más probabilidades de sufrir inseguridad alimentaria debido al cambio climático, especialmente la población rural.
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El impacto de la sequia en la provincia de Santa Fe, Argentina.
El impacto de la sequia en la provincia de Santa Fe, Argentina - EFE
“Las crisis son cada vez más extremas”, dijo Lola Castro, directora regional del WPF para América Latina y el Caribe, a CNN. “Esto es lo que está creando una mayor inseguridad alimentaria y desnutrición”, agregó.
El informe, que cita un estudio de 2020, afirma que el 36% de las 439 pequeñas explotaciones agrícolas encuestadas en las zonas rurales de Honduras y Guatemala experimentaron “inseguridad alimentaria episódica debido a fenómenos meteorológicos extremos”.
En Latinoamérica el costo de una dieta sana es el más alto del mundo
El impacto del cambio climático no solo se refleja en la disponibilidad de alimentos, sino también en la calidad de la dieta de la población. América Latina y el Caribe es la región donde la alimentación saludable es más cara en el mundo, y el informe de la ONU sostiene que, a unque haya habido una leve mejora en la asequibilidad, 182,9 millones de personas no pueden costear una dieta saludable.
En ese sentido, explica que muchas familias se ven obligadas a modificar sus hábitos de consumo, optando por productos ultraprocesados y menos nutritivos en detrimento de alimentos frescos y saludables.
Se trata de una tendencia especialmente peligrosa en América Latina, donde la obesidad y otras enfermedades asociadas a la malnutrición han aumentado desde el año 2000. Lo que, según la ONU, evidencia que la inseguridad alimentaria no solo implica la falta de alimentos, sino también el acceso limitado a una alimentación adecuada.
Las claves para enfrentar la inseguridad alimentaria en la región
Las agencias que elaboraron el informe sostienen que la clave para garantizar la seguridad alimentaria en la región a largo plazo tienen que ver con la posibilidad de transformar los sistemas agroalimentarios, generar herramientas para la adaptación al cambio climático y fortalecer la protección social.
El informe presenta una serie de recomendaciones clave para enfrentar la problemática. En primer lugar, se destaca la necesidad de fortalecer los sistemas agroalimentarios para que sean más resilientes ante los efectos del cambio climático. Esto implica la promoción de prácticas agrícolas sostenibles, la diversificación de cultivos y la implementación de tecnologías innovadoras que permitan mejorar la eficiencia en el uso del agua y los suelos.
Una solución puede estar en los alimentos tradicionales de la región, como la quinoa y las raíces tuberosas como la mashua y el melloco, entre otros. Además de ser más sanos, los productos tradicionales pueden resistir mejor los embates del cambio climático.
“Muchos cereales andinos son muy resistentes a la sequía”, señaló Castro. “Estamos trabajando con pequeños agricultores en zonas muy diferentes con poblaciones indígenas de América Latina y el Caribe para devolver esos alimentos a la mesa", aseguró.
Otro eje fundamental es el fortalecimiento de los programas de protección social para garantizar que las poblaciones más vulnerables tengan acceso a alimentos nutritivos. Recomiendan la expansión de programas de alimentación escolar, subsidios a familias en situación de inseguridad alimentaria y la integración de pequeños agricultores a mercados institucionales a través de compras públicas. Esto permitiría no solo garantizar el acceso a alimentos saludables, sino también fortalecer las economías locales.
El documento también enfatiza la importancia de desarrollar sistemas de alerta temprana y acción anticipatoria para prevenir crisis alimentarias. Se propone la creación de mecanismos que permitan monitorear factores como sequías, inundaciones y fluctuaciones en los precios de los alimentos, con el fin de actuar antes de que una crisis se agrave.
Finalmente, se subraya la necesidad de reducir el costo y mejorar la disponibilidad de dietas saludables. Para ello, se recomienda implementar regulaciones que promuevan el acceso a alimentos nutritivos, así como incentivar la producción local y reducir la dependencia de importaciones costosas. También se sugiere fortalecer el etiquetado nutricional y regular la publicidad de alimentos ultraprocesados, con el objetivo de fomentar una alimentación más saludable en la población