Cómo fue el Holocausto gitano, una historia olvidada que no se ha terminado de escribir
El genocidio de los gitanos por parte del Estado nazi y sus aliados y el destino de este pueblo después de la guerra son temas poco conocidos.
25 de enero 2025 - 15:05hs
Rostros de bebés gitanos para recordar al 25% de la población gitana europea que pereció en la Segunda Guerra Mundial. Getty Images
"Antes de la guerra se habían asentado en los Balcanes entre tres y cuatro millones de romaníes, y de este número nadie puede saber cuántos han sobrevivido. Porque, al igual que los judíos, nuestra raza ha sido barrida de Europa por una nación de señores supremos, que querían esclavizar a todas las naciones que no podían eliminar".
En 1946, el escritor romaní-francés Matéo Maximoff, que había estado encarcelado en un campo en Francia entre 1940 y 1944, publicó un ensayo mordaz sobre el asesinato en masa de romaníes durante la ocupación nazi de Europa.
"Los alemanes afirmaron que los gitanos eran bárbaros, pero ¿no es mejor ser bárbaros que monstruos?
"Los alemanes afirmaron que los gitanos eran ladrones, pero los acusadores han robado a toda Europa.
"Los alemanes afirmaron que los gitanos eran asesinos, pero son los mismos hombres que ordenaron los horrores de Auschwitz, Buchenwald, Dachau y Ravensbrück".
Entre 1933 y 1945, unos 500.000 gitanos perecieron como resultado de las políticas raciales promulgadas por la Alemania nazi y sus aliados.
El término despectivo "gitano" se utilizó para referirse a una minoría numerosa y diversa que se autoidentificaba como romaní, sinti, manouche, jenishh o como miembros de varias otras comunidades romaníes de toda Europa.
En español el término no es considerado despectivo, pero la Real Academia Española se ha rehusado a eliminar de su diccionario la acepción "trapacero" (estafador), y solo en 2015 aceptó añadir una nota indicando que ese uso es "ofensivo y discriminatorio".
Unos 25.000 de los etiquetados como gitanos fueron internados en Auschwitz-Birkenau durante la Segunda Guerra Mundial, y muy pocos sobrevivieron.
El 2 de agosto de 1944, el llamado "campo gitano" de ese complejo fue, para usar la terminología de los nazis, "liquidado".
Más de 4.000 niños, mujeres y ancianos fueron asesinados en las cámaras de gas.
Hoy en día, los romaníes y los sinti son una de las minorías más grandes de Europa.
Pero ese genocidio en la Europa de mediados del siglo XX sigue siendo mucho menos conocido que el Holocausto judío.
Y los romaníes siguen sufriendo una discriminación generalizada.
¿Por qué?
Fascinación y odio
Como el de los judíos, el genocidio de los romaníes y los sinti en la Alemania nazi, y en otras partes de la Europa ocupada, se basó en prejuicios de larga data.
Prejuicios que tenían dos caras, una romántica y otra amenazante, señala Ari Joskowicz, autor de "Lluvia de cenizas", una historia de las experiencias y recuerdos compartidos de judíos y romaníes durante y después del Holocausto.
"La romántica es la imagen aparentemente positiva de los romaníes tan libres como vagabundos, sin los agobios de las presiones de la modernidad, de la propiedad de la tierra, de las rutinas de trabajo. Esa es una imagen que a menudo fascina a quienes estudian a los gitanos.
"El reverso es que, precisamente porque no están atados a las convenciones y normas de la sociedad, los ven como delincuentes por definición, incluso si no están violando la ley", explica el historiador.
Cabe apuntar que el estereotipo romántico de los "gitanos errantes" no reflejaba la realidad de la vida de los romaníes.
"En toda Europa, había una gran variedad de formas de vida y diversos roles económicos llevados a cabo por los gitanos", precisa Eve Rosenhaft, profesora de Estudios Históricos Alemanes de la Universidad de Liverpool.
"Muchos de ellos estaban asentados en aldeas, muy parte de las comunidades locales, generalmente rurales. Incluso los que viajaban, tenían un hogar en invierno en alguna ciudad con la que comerciaban con caballos, afilaban cuchillos, hacían y vendían cestas".
Otro aspecto que contribuyó a la larga historia de racialización y criminalización de los gitanos, añade Joskowicz, fue el nacionalismo.
"Así hayas vivido en un lugar durante generaciones, si no estás asociado con el grupo étnico dominante, que se supone que conforma la nación, la percepción es que eres un poco desarraigado de maneras mucho más metafóricas".
Del racismo cotidiano al letal
Los gitanos son una de las minorías étnicas más antiguas de Europa.
Los estudiosos creen que emigraron de la región de Punjab en India hace 1.500 años, probablemente como resultado de la invasión de Alejandro Magno.
Al igual que los judíos, los romaníes han sido perseguidos y, desde al menos el siglo XVIII, los imperios europeos solían tenerlos bajo vigilancia, tratando de expulsarlos o de asimilarlos.
A fines del siglo XIX se desarrolló un pánico en toda Europa por su presencia y la noción de "una amenaza gitana" entró en la agenda de muchos de los Estados europeos.
Esa noción fue alimentada por la nueva pseudociencia de la eugenesia, que buscaba "mejorar" la genética de los seres humanos.
Después de que los nazis llegaron al poder en Alemania en 1933, "las medidas tomadas por el régimen con respecto a esas poblaciones altamente vigiladas transformaron lo que era un racismo cotidiano y un exceso de vigilancia policial en algo letal y genocida", subraya Joskowicz.
A pesar de ser alemanes, los sinti y romaníes, como los judíos, fueron declarados una raza extranjera según las leyes de Nuremberg de 1935.
"Quedaron excluidos de los derechos de ciudadanía, y eso marcó el comienzo de un proceso que permitió la aniquilación", señala Rosenhaft.
Los romaníes fueron sujetos a las mismas leyes raciales que los judíos, incluidas las restricciones al matrimonio y la selección para la esterilización obligatoria.
Pocas voces, si es que hubo alguna, se alzaron ante ese empeoramiento de la persecución.
Árboles genealógicos
En 1936, un doctor llamado Robert Ritter fundó la Unidad de Investigación de Higiene Racial y Biología Demográfica.
Después de estudiar medicina y psiquiatría, Ritter había comenzado a centrarse en las teorías de la eugenesia y empezó a aplicarlas a los gitanos.
"Ritter anhelaba distinguirse en su carrera y sabía que con esta higiene racial podía abrirse un lugar en la burocracia nazi", indica la historiadora alemana Karola Fings.
"Entendía claramente qué quería el régimen que hiciera, y quería proveerle todos los datos necesarios a la policía criminal".
"En realidad, los nacionalsocialistas no tenían ningún criterio para identificar a esa minoría con 600 años de historia; por eso produjeron árboles genealógicos que se remontaban al siglo XVI", explica Romani Rose, presidente del Consejo Central de los Sinti y Romaníes Alemanes.
Casi obsesivamente, el equipo de Ritter se dedicó a rastrear las raíces de las familias gitanas, remontándose a siglos atrás.
"Fingían ser muy amigables, hasta hablaban algunas palabras de romaní. Pero su objetivo era obtener toda la información sobre todas las personas y registrarlos", explica Fings.
"Ese registro racial fue el primer paso para la deportación y el asesinato".
En diciembre de 1938, el líder de las SS y jefe de la policía alemana, Heinrich Himmler, emitió este decreto sobre los romaníes y los sinti:
"El tratamiento de la cuestión gitana forma parte de la tarea nacionalsocialista de regeneración nacional.
"El objetivo de las medidas tomadas por el Estado para defender la homogeneidad de la nación alemana debe ser la separación física del gitano de la nación alemana, la prevención del mestizaje y, finalmente, la regulación del modo de vida del gitano puro y parcial.
"El fundamento legal necesario solo puede crearse a través de una ley gitana que evite que la sangre se mezcle más, y regule todas las cuestiones más apremiantes que acompañan a la existencia de gitanos en el espacio vital de la nación alemana".
El decreto ayudó a sentar las bases de las políticas antirromaníes impuestas por el régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial, que incluían la segregación, la deportación y el asesinato en masa.
"Incluso si alguien era un octavo de gitano, si uno de sus ocho bisabuelos era miembro de nuestra minoría, se le clasificaba como racialmente inferior en los certificados emitidos por el Instituto de Higiene Racial, y se recomendaba la 'evacuación', que era el nombre en clave del programa de exterminio", afirma Rose.
Licencia para matar
Cuando Alemania desencadenó la guerra el 1 de septiembre de 1939, había planes para deportar a los alemanes considerados "impuros" a la Polonia ocupada en ese momento.
"Ese fue un paso muy decisivo hacia el genocidio. Himmler siempre decía que primero los judíos y luego los sinti y los romaníes. Y así fue: cuando casi todos los judíos alemanes habían sido deportados, comenzaron a deportar también a todos los sinti y romaníes a Auschwitz-Birkenau", apunta Fings.
Entre tanto, y hasta con más entusiasmo y rapidez que Alemania, otros países aniquilaron a sus poblaciones gitanas.
"Para cuando los sinti alemanes fueron deportados, en Estonia, por ejemplo, ya casi todos los romaníes habían sido asesinados, así como miles en el estado aliado de Croacia y en la Serbia ocupada", cuenta Fings.
"Lo que hizo la ocupación nazi o la presencia de los aliados nazis o la situación en tiempos de guerra fue darles licencia a otros países para inmovilizar, deportar y/o asesinar a sus propias poblaciones romaníes, siempre sobre la base de que los gitanos no solo eran étnica, cultural y racialmente diferentes, sino también peligrosos, criminales y antisociales", observa Rosenhaft.
Incluso antes de 1942, cuando Himmler ordenó la deportación de todos los gitanos a Auschwitz, las autoridades locales bajo ocupación nazi ya habían implementado sus propias prácticas letales.
En Lety, un campo de concentración para gitanos en el Protectorado Nazi de Bohemia y Moravia (la actual República Checa), más de 1.000 niños y adultos fueron encarcelados.
Centenares murieron.
El campo estaba dirigido por gendarmes checos, y los presos eran detenidos utilizando registros de la policía checa, que había estado recopilando datos sobre los romaníes durante muchos años antes de la ocupación nazi.
Boena Pflegerová tenía 21 años cuando fue encarcelada en Lety, junto con su hijo de un año. Allí nació su hija, Berta. En años posteriores, escribió sus memorias.
"Los niños morían muy a menudo de tifus y disentería. No pasaba un día sin que sacaran cadáveres, que amontonaban junto al pozo y cubrían con mantas, donde esperaban ser llevados al bosque al cementerio gitano (...) Aún los veo frente a mí.
"A mi hija, que nació allí el 2 de septiembre de 1942 y murió de hambre el 2 de diciembre de 1942, ni siquiera le dieron un número.
"¡Cuántos de ellos están enterrados en el bosque debajo del campamento como ganado! ¿No eran también personas de carne y hueso?".
En Francia, miles de romaníes fueron internados en campos, basándose en listas mantenidas por la policía francesa desde principios del siglo XX.
Unidades militares y policiales alemanas de las SS dispararon contra al menos 30.000 romaníes en los países bálticos y en otros lugares de la Unión Soviética ocupada.
Así, en toda Europa los romaníes fueron despojados de sus derechos, internados en campos y guetos, seleccionados para trabajos forzados u objeto de deportación o ejecuciones masivas.
Los que pudieron, resistieron, huyeron, se escondieron o se defendieron uniéndose a los partisanos locales.
Olvidado pero presente
Tras la derrota de la Alemania nazi, miles de supervivientes romaníes regresaron a sus hogares, con un futuro incierto.
"Finalmente llegué a casa", contó Hermine Horváth, una mujer romaní de la Austria Burgenland, quien tenía 20 años cuando terminó la guerra.
"De toda nuestra familia, solo mi hermana y yo seguíamos vivas. La casa de mi infancia ya no estaba allí. Los vecinos también se habían repartido el bosque y la viña, porque nadie pensó que íbamos a volver. Lo único que tenía era una olla y una cuchara, y el coraje para comenzar una nueva vida".
Otro sobreviviente, el novelista y poeta Matteo Maximoff publicó un apasionado alegato en pro de la justicia.
"Hay un proverbio en nuestro idioma que dice que la venganza es un derecho.
"Nosotros, los gitanos, el pueblo más libre del mundo, exigimos que los mártires romanos de Auschwitz no sean vengados por la furia de la barbarie, sino por la mano de la justicia.
"¿Tendremos nosotros, gitanos, un Tribunal de Justicia aliado que exija el castigo de estos monstruos? Puesto que las Naciones Unidas desean hacer justicia a todos los pueblos que lucharon por la libertad del mundo, ¿por qué no consideran justicia también para nosotros?".
Cuando el abogado judío polaco Rafael Lemkin acuñó una nueva palabra para describir la magnitud de los asesinatos por motivos raciales cometidos por el régimen nazi -genocidio-, definió tres grupos que eran víctimas típicas: los judíos, los polacos y los gitanos.
"Y podemos ver lo que sentía sobre el genocidio romaní en su correspondencia, pues se esforzó mucho por averiguar lo que realmente sucedió. Le escribió a varias instituciones pero recibió información mínima", dice Joskovitz.
"Había un concepto de que algo había pasado, pero no existía documentación, y sin ella terminas con una página en blanco.
"Ahí surge la paradoja de un genocidio olvidado: si usas esa frase, eres consciente de que ocurrió, así que no se ha olvidado, pero tampoco está presente".
"Vivimos las heridas de nuestros padres"
A fines de la década de 1940, los supervivientes judíos estuvieron entre los primeros en testificar y reunir pruebas y testimonios sobre la experiencia de los romaníes.
"Durante el Holocausto, en gran medida, sufrieron uno al lado del otro, aunque no necesariamente uno con el otro. Después de la guerra, sus esfuerzos por documentar lo que les sucedió y buscar justicia conectaron sus dos destinos", explica Joskovitz.
"Varios individuos comenzaron a grabar entrevistas con los primeros dispositivos de grabación o a hacer que la gente escribiera su testimonio.
"No eran sofisticado pero lo que existe de la documentación temprana del genocidio gitano, en particular de voces de los romaníes que luego fueron esenciales para documentar lo que sucedió, muy a menudo proviene de instituciones, redes y sobrevivientes judíos".
En la Biblioteca del Holocausto Wiener, el archivo más antiguo del mundo sobre la era nazi y el Holocausto, por ejemplo, "hubo un esfuerzo consciente por recopilar relatos de testigos de las experiencias de los romaníes o los de los propios supervivientes romaníes", cuenta Barbara Warnock, directora de educación de la insititución.
Su investigador en Viena en ese entonces contactó a varios supervivientes romaníes y sus desgarradores recuerdos aún se guardan en frágiles papeles.
No obstante, en toda Europa, la discriminación y hostilidad generalizadas e institucionalizadas hacia las comunidades romaníes persistió.
Los reclamos de quienes recurrieron a los tribunales en busca de reparación y compensación con demasiada frecuencia fueron desestimadas.
En 1952, en Austria, 37 romaníes y sinti supervivientes de Lackenbach, el campo de detención gitano más grande en el Tercer Reich, con más de 4.000 prisioneros, firmaron una petición.
Las autoridades austriacas dictaminaron que Lackenbach no había sido un campo de concentración, lo que significaba que quienes habían sido encarcelados allí no tenían derecho a indemnización.
En este y otros casos "los que evaluaban sus reclamaciones eran los perpetradores" de los hechos, resalta Rose, presidente del Consejo Alemán de Sinti y Romaníes.
"Vivimos las heridas de nuestros padres. (Después de la guerra) vimos cómo la policía realizaba redadas indiscriminadas con perros, con ametralladoras, solo por nuestros orígenes.
"Mientras que cualquier exoficial de las SS que había estado en Auschwitz podía pasar vacaciones con su mujer y familia en lugares de camping, a sus víctimas sinti y romaníes no se les permitía entrar, y eran rechazadas y expulsadas de los restaurantes".
"Granja industrial de cerdos"
La memoria del Holocausto, no obstante, fue la base de la fundación de movimientos de derechos civiles entre los sinti y los romaníes.
En 1981, un grupo de sinti alemanes, entre ellos Romani Rose, ocuparon un edificio de la Universidad de Tubinga tras descubrir que los archivos de Robert Ritter, el científico racial nazi, no solo estaban almacenados allí, sino que todavía estaban en uso.
"Sabíamos que, después de la guerra, los perpetradores seguían trabajando con este material del Instituto de Investigación de Higiene Racial y de la Oficina Principal de Seguridad del Reich, documentos relacionados con la planificación del genocidio.
"Y luego nos informaron de que en la Universidad de Tubinga un excolega de Ritter había solicitado financiación a la Fundación Alemana de Investigación para trabajar en este material antropológico.
"Cuando la administración de la Universidad se dio cuenta de que era un escándalo, telefoneó al Ministerio del Interior en Bonn y luego abrió la puerta.
"Entramos y encontramos miles de fotos, y nuestra gente, que había sobrevivido a Auschwitz, encontró sus propias fotos y de sus padres. Casi se derrumban al verlas", recuerda Rose.
También en la Europa comunista del Este, donde vivieron algunas de las comunidades gitanas más grandes después de la guerra, los sobrevivientes se contaban entre los fundadores de los movimientos políticos romaníes.
De ahí surgió el Museo Checo de la Cultura Romaní, que se estableció después del colapso del comunismo en 1989, y desempeñó un papel clave en la campaña por el respeto a las víctimas del campo de concentración de Letty.
En la década de 1970, el gobierno comunista de Checoslovaquia había permitido que se construyera una granja de cerdos en el sitio, y supervivientes romaníes y activistas comenzaron a hacer presión para que la retiraran.
Las protestas se produjeron en un momento de aumento de la violencia contra las comunidades romaníes en la Europa poscomunista.
Finalmente, más de 30 años después del colapso del comunismo, el gobierno cedió, y en 2024, el presidente checo, Peter Pavel, habló en el nuevo monumento, gestionado por el Museo de la Cultura Romaní.
Reconoció que "la existencia de las víctimas romaníes del régimen nazi fue ignorada por la sociedad checa durante mucho tiempo", incluso por el gobierno comunista que "en lugar de construir un sitio de conmemoración digno, construyó una granja industrial de cerdos".
"Al hacerlo, dejó clara su posición frente a las tragedias humanas que ocurrieron aquí".
El monumento, dijo, "nos recordará que es necesario proteger los valores humanos básicos siempre y para todos, sin excepción".
Un lamento romaní
Los movimientos por los derechos civiles de esta minoría también están reescribiendo la historia del Holocausto romaní para poner en primer plano las voces de las víctimas, así como las acciones de los perpetradores.
Sin embargo, los romaníes europeos siguen en la mira de algunos sectores de la sociedad.
"La democracia y el Estado de Derecho son cultura. Hay que ganárselos. Creo que la República Federal es hoy una democracia regida por el Estado de Derecho.
"Pero cuando la ultraderecha se reúne, como en la mansión Adlon (Potsdam, Alemania, 2023), y sueña con un renacer del Tercer Reich con ideas de remigración, en realidad significa la deportación de un millón de personas, así tengan pasaporte alemán, pues para ellos ser alemán es cuestión de sangre", subraya Rose.
"Eso dejó muy claro que la democracia no está tallada en granito, sino que hay que defenderla".
En el Día de Conmemoración del Holocausto de la ONU, en enero de 2024, Petra Gelbart cantó "Ausvicate hi kher baro", un lamento romaní que se convirtió en uno de los testimonios cantados definitorios del Holocausto gitano.
Fue compuesto por prisioneros del llamado campo gitano de Auschwitz-Birkenau.
"Significó mucho para mí, porque he estado involucrada en estas conmemoraciones anuales de la ONU desde 2009 y nunca hubo ni una sola mención de víctimas romaníes o santi. Ni una palabra. Nada.
"Lo especial de ese año fue que hubo un orador romaní y una música romaní a quienes se les dio el espacio para representar nuestras pérdidas y a nuestro pueblo".
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