Pese al saludo de hielo que se dedicaron por la mañana en el G20, a la tarde el gobierno argentino le tendió un puente al brasileño Lula da Silva. El libertario adhirió a la Alianza contra el Hambre que impulsa Lula. Pero lo hizo manteniendo argumentos propios, para marcar autonomía y evitar que Brasil le marque la agenda.
Pasó anteriormente con el papa Francisco. De forma parcial, también con Xi Jinping. Así que tampoco era imposible que se replicara esa misma lógica en la relación con Lula da Silva. Es decir, que la sangre no llegara al río y se reencauzara el trato entre Javier Milei y el presidente de Brasil.
En un comunicado oficial emitido por el gobierno, se estableció que: "La República Argentina se une como miembro fundador de esta Alianza, reafirmando, en palabras del presidente Javier Milei durante su discurso especial en el Foro Económico Mundial, que 'el capitalismo de libre mercado no solo es el único sistema capaz de eliminar la pobreza mundial, sino también (...) el único moralmente deseable para lograrlo'".
La posición argentina a la pasada reivindica su rechazo previo a la Agenda 2030 y otras iniciativas de la ONU que no son vinculantes ni describen hojas de ruta concretas para alcanzar una suerte de utopía de convivencia global.
"La Argentina recuerda que la Agenda 2030, citada en el documento inicial de esta Alianza respecto a sus objetivos principales, es un conjunto de metas legalmente no vinculantes que cada Estado tiene derecho a interpretar y aplicar según su soberanía", afirma el documento del gobierno argentino.
"Cualquier intento de usar esta agenda como instrumento para imponer políticas específicas entra en conflicto con la libertad de las naciones, los derechos individuales de sus miembros y la propia esencia de la agenda, que debe respetar las 'políticas y prioridades nacionales", agrega.
El documento continúa señalando que "el país advierte sobre posibles contradicciones entre los objetivos de la Agenda 2030 y esta Alianza, destacando que la erradicación del hambre y la pobreza no se logrará combatiendo la desigualdad económica. Algunas formas de desigualdad surgen de los incentivos del mercado que recompensan los esfuerzos productivos de individuos y naciones, y estos esfuerzos, al fomentar el crecimiento económico, son esenciales para erradicar el hambre y la pobreza."
En otras citas a discursos del presidente Milei, la declaración argentina se refiere luego al 'impacto del capitalismo en el progreso global', recordando que, tras la Revolución Industrial, el PBI per cápita global se multiplicó por 15, sacando al 90% de la población mundial de la pobreza extrema. Para 1800, el 95% de la humanidad vivía en pobreza extrema; en 2020, antes de la pandemia, esa cifra se redujo al 5%. Según Milei, 'el capitalismo de libre comercio es el único instrumento comprobado para acabar con el hambre, la pobreza y la pobreza extrema'. [...] Cuando la desigualdad económica surge de elecciones libres, no es injusta. Si alguien provee bienes o servicios de mejor calidad a precios más accesibles, merece ganar más dinero que sus competidores. Este razonamiento subraya que la desigualdad resultante de elecciones productivas libres es legítima y contribuye al crecimiento.
Discrepancias ideológicas y el debate en torno al documento final
A pesar de la adhesión a la Alianza, la posición argentina difiere sustancialmente de las posturas de Brasil en otros aspectos clave de la cumbre. Mientras Lula buscó que el documento final del G20 refleje una narrativa alineada con la Agenda 2030, Javier Milei dejó claro su rechazo a esta propuesta. Las diferencias se reflejan en áreas como la creación de un impuesto global para las grandes fortunas y la inclusión de compromisos en temas de igualdad de género y cambio climático.
En el borrador del documento final, al que tuvo acceso la prensa, Argentina manifestó reservas sobre secciones relacionadas con la igualdad de género y el empoderamiento de mujeres y niñas. Según fuentes diplomáticas, estas reservas están marcadas en el texto con la etiqueta “[ARG]”, indicando que el gobierno de Milei aún no acepta ciertos pasajes.
El canciller Gerardo Werthein y su equipo, junto al sherpa del G20 Federico Pinedo, negociaron una redacción que permita a la Argentina sumarse a los acuerdos sin contradecir la agenda promercado del actual gobierno. En este contexto, se busca un “wording” que permita un consenso, particularmente en los temas medioambientales, pero que mantenga la postura crítica de Milei hacia lo que considera una “narrativa progresista”. Ante la consulta de El Observador a uno de los representantes argentinos acerca de si esta decisión abría la puerta para alcanzar un documento final de consenso en el G20, la fuente no lo descartó. “Estamos trabajando aún”, explicó. “Adherimos, pero con fundamentos propios".
Un esquema flexible y una posición diferenciada
La postura diferenciada de Argentina en este contexto no implica un cambio en las opiniones personales de Milei respecto al rol del Estado en la reducción de las desigualdades sociales. Para el presidente, el combate contra el hambre y la pobreza es un objetivo central, pero considera que las políticas de mercado son las únicas capaces de ofrecer soluciones sostenibles.
De este modo, el acuerdo no implica un alineamiento total entre Milei y Lula. Por ejemplo, el presidente argentino mantiene también diferencias con su par brasileño en temas como la guerra en Ucrania y los conflictos en Medio Oriente. Según fuentes oficiales, la adhesión a la Alianza Global no conlleva compromisos adicionales en estas áreas, dejando a cada país la libertad de posicionarse según su criterio.
Con esta decisión, la Argentina no solo busca formar parte de un proyecto multilateral relevante, sino también reafirmar su autonomía ideológica en el marco de la diplomacia global. Aunque su adhesión marca una apertura al consenso en el G20, la postura de Milei sigue enfatizando su rechazo a lo que considera una “agenda woke” y a políticas que percibe como contrarias a los principios del libre mercado.