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"Iba en el taxi hacia el aeropuerto de Carrasco y me iba sacando la pintura de las uñas”, contó Jacinto Cabrera (61 años) durante la charla con Referí, sobre aquel día de 1993 que quedó para siempre en el anecdotario personal y de la selección uruguaya. Los detalles de ese domingo que empezó pintando el comedor de su casa en Belvedere y terminó arriba de un avión hacia Alemania para jugar contra los campeones del mundo, son maravillosos.

Embed - El día que pintaba su casa terminó en un avión con la selección: la historia de Jacinto Cabrera

Pero también es maravillosa la vida de Jacinto, que empezó a trabajar a los 10 años limpiando tornillos, que en una escala en Montevideo, cuando iba a trabajar de albañil en Punta del Este, se probó en Progreso y quedó.

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Su relación con el expresidente Tabaré Vázquez, con Pistola Marsicano, al que ayudaba a despachar en el bar de la sede de Progreso. Cómo se casó con la hija del panadero del barrio, el debut en Nacional con gol clásico y el curioso contrato que arregló con José Pedro Damiani para jugar en Peñarol.

Una anécdota tras otra, hasta su presente paradisíaco, alejado del fútbol, frente a una playa, dedicado al ocio. Y a pintar, porque el sol que adorna el frente de la casa donde vive, es obra suya.

La difícil pero feliz niñez de Jacinto Cabrera

La madre de Jacinto era limpiadora y el padre mecánico. Se divorciaron cuál él tenía tres años y la mamá quedó a cargo de los nueve hijos. La pelota, la cañada que quedaba cerca de la casa y los amigos del barrio en Mercedes, eran la felicidad de aquellos niños en medio de tanta humildad.

La mamá trabajaba 12 horas por día y las hermanas mayores, que no tenías más de 13 años, quedaban a cargo de los hermanos menores: “La vida que tuvimos fue muy complicada, pero antes era otra vida; uno tenía respeto hacia las personas mayores, la gente se ayudaba una a otra. Entonces la pasaba mal, pero entre todo lo malo, era una convivencia muy buena con los vecinos, porque cuando uno no tenía, el otro le daba una mano y así íbamos creciendo”, recordó.

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Jacinto Cabrera en Nacional, frente a Danubio, en 1986

Jacinto Cabrera en Nacional, frente a Danubio, en 1986

El baby fútbol en el club El Puente, hermano menor del Club Atlético Con Los Mismos Colores, fue también un escape para aquellos niños. Eran buenos jugando a la pelota y casi siempre salían campeones. Jacinto debutó en el equipo de Primera a los 12 años.

Dos años antes había empezado a trabajar para ayudar en la casa. Limpió tornillos en la tornillería de los Barcia; trabajó en una zapatería ubicada en Colón y Rodó, siempre en la ciudad de Mercedes, y por último fue repartidor de una farmacia.

“Mi madre y mis hermanos me enseñaron de chico a trabajar. Nosotros agarrábamos la pala y el escardillo o la asada y salíamos a hacer veredas, limpiando canaletas; nos daban un mango y era para comer”, contó.

A los 12, cuando empezó en Primera, lo ayudó Claro Cabrera, un 9 de Mercedes que había jugado en Peñarol y se fue a retirar a su ciudad. “Tuve la fortuna de estar al lado de él, me ayudó un montón de cosas, siendo yo un pibe”. Un niño acostumbrado a enfrentarse con hombres: “No valía llorar ni cobrar faltas, era lo que venía”.

De albañil a futbolista de Progreso

Cuando estaba por cumplir 17 años, Jacinto se subió a un camión junto a sus hermanos; iban todos a trabajar de albañiles en Punta del Este durante la temporada de verano. La primera parada fue en el Mercado Modelo, en Montevideo. Los hermanos siguieron viaje al Este, pero Jacinto se quedó unos días en Montevideo.

Una de sus hermanas, que había llegado con 14 años a la capital para trabajar de empleada doméstica, se había instalado en Playa Penino, cerca de Playa Pascual. La idea de Jacinto era quedarse con ella hasta su cumpleaños, el 17 de diciembre, y después reunirse con sus hermanos a trabajar. Llevaba consigo el permiso de menor, firmado por su mamá.

Pero un fin de semana lo invitaron a jugar al fútbol en Playa Penino. Pidió prestado un par de championes, porque solo tenía uno y no los quería usar para jugar. Un periodista de la zona le prestó el calzado y justo lo vio en acción un dirigente de Progreso que había ido a pasar el fin de semana a su casa de playa. “Dodera me vio y me preguntó si quería practicar en Progreso. Le dije que si me pagaba el pasaje de ida y vuelta, no tenía problema”.

20250221 Entrevisata a Jacinto Cabrera, ex jugador de fútbol.

Se presentó a la prueba, dijo que jugaba de 9, aunque no era muy alto. En el primer tiempo no lo llamaron y se puso nervioso. “Si no me vas a poner decime, así me voy”, presionó al técnico. Entró y marcó cuatro goles. Hay que ficharlo. Antes de viajar Jacinto había tenido una diferencia con el presidente de Con Los Mismos Colores y a raíz de eso fue declarado en rebeldía.

Finalmente, Progreso compró el pase de aquel delantero que estaba de paso en Montevideo porque se iba a trabajar de albañil en Punta del Este, pagando con 22 pelotas de fútbol, 12 pares de zapatos y un juego de camisetas. El presidente de la institución de la Teja era Tabaré Vázquez y su mano derecha Daniel “Pistola” Marsicano.

“De Pistola (Marsicano) tengo los mejores recuerdos, un personaje maravilloso, un corazón que pocos tienen, de querer ayudar a todos. Y Tabaré (Vázquez) también, muy humilde, uno después se da cuenta lo que grande que era. Uno más ahí adentro, estricto con el cigarrillo, no dejaba fumar a nadie. Estando él no se podía fumar. Un tipo humano”. “De Pistola (Marsicano) tengo los mejores recuerdos, un personaje maravilloso, un corazón que pocos tienen, de querer ayudar a todos. Y Tabaré (Vázquez) también, muy humilde, uno después se da cuenta lo que grande que era. Uno más ahí adentro, estricto con el cigarrillo, no dejaba fumar a nadie. Estando él no se podía fumar. Un tipo humano”.

La sede del club en Carlos María Ramírez fue su hogar durante los siguientes dos años. Los dirigentes le dejaron la sala de reuniones para dormir. Al tiempo llegaron otros jugadores a vivir con él: “Nerlis Bueno que era de Artigas, Juan Brito, la Galga Fernando Ferreira, el Quique Olivera. Después fuimos a la concentración de Progreso”.

Jacinto estaba loco de la vida porque ayudaba a Pistola Marsicano en la cantina. El club les daba 5 kilos de carne para todo el mes y para completar el menú, iban a pedir verduras y frutas a la feria. “A nadie le gustaba ir a pedir, pero yo iba porque tenía rostro, ya había perdido la vergüenza de chiquito”, admitió. El delantero se encargaba también de cocinar.

Bizcochos, leche, bracafé y novia

El primer contrato que firmó fue por $ 1.500 mensuales. “No daba para nada”.

La colaboración del panadero del barrio también fue clave. Alejandro Castro, que llegó a ser tesorero de Progreso, ayudaba con mercadería al club y a comedores. Un día le pidió a Jacinto que pasara por la panadería a levantar los bizcochos, la leche y el bracafé para el desayuno. “Ahí la quedó, no sabía en la que se metía”, bromeó el exfutbolista.

Es que ahí conoció a Laura, la hija del panadero, su pareja de toda la vida. “Éramos unos niños, 18 y 19 años. A los 21 tuvimos el primero de nuestros tres hijos”.

20250221 Entrevisata a Jacinto Cabrera, ex jugador de fútbol.

Julio César Abbadie fue el técnico que lo subió a Primera división con 18 años. “Una seriedad tenía, siempre lo veías de traje y corbata, una facha. Cuando lo veías así echabas para atrás porque estaba en otro nivel, era un técnico destacado por la forma de ser. Agarró una época mala del fútbol y no tuvo la habilidad o la suerte de poder triunfar. Pero era un técnico maravilloso”, contó.

Progreso llevaba mucha gente a la cancha, aunque deportivamente no le iba tan bien. El Pardo Abbadie dejó su lugar de técnico a Hugo Arturaola y a fines de 1979, Progreso le ganó de visitante a River con un gol en los descuentos de Jacinto Cabrera. “Liverpool, que jugaba contra Huracán Buceo, estaba festejando que se quedaba en Primera. Yo hice el gol y fue un estallido de alegría, se metió todo el mundo a la cancha”. Progreso se salvó y bajó Liverpool.

En 1985 Jacinto viajó a Paraguay con la selección sub 19 a jugar unos partidos amistosos, pero quedó afuera del Sudamericano. En 1984 fue segundo goleador del Campeonato Uruguayo, detrás de José Ignacio Villarreal, quien se coronó campeón con Central Español. Surgió entonces el interés de Nacional.

Gol clásico, patada de Trasante y a España

A comienzos de 1986 participó de una gira con su nuevo equipo y jugó su primer clásico como jugador de Nacional el 19 de marzo por la Copa Montevideo. El tricolor ganó 1-0 con gol de Jacinto Cabrera en el último minuto: “Hice el gol y el Caballo Trasante me pegó una patada. Era duro, pero él me decía que yo era más duro”.

En agosto de 1985 Jacinto había jugado un clásico por la Copa de Oro de los grandes, donde se permitía la alineación de futbolistas de otros equipos.

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Gol clásico de Cabrera con la camiseta de Nacional

Gol clásico de Cabrera con la camiseta de Nacional

A mediados de ese año, Nacional hizo una gira por Europa y en un partido contra Real Valladolid, Cabrera marcó un gol y jugó muy bien. Lo vio Ramón Martínez, gerente deportivo del club español, y lo contrató. Martínez fue después gerente general por más de 20 años de Real Madrid y uno de los encargados de llevar a Federico Valverde.

“Yo tenía 21 años. Llegar al fútbol europeo era lo máximo. Jugué con Eusebio que jugó en Barcelona; con los dos hermanos Hierro, uno jugó en Barcelona y otro en Real Madrid; con Fenoy, un golero argentino. Tuve de técnicos al chileno Cantatore, y a Xavier Azkargorta”.

Jacinto solía bromear con el Vasco: “Yo le decía, vos sos muy buen técnico, pero de básquetbol. Porque él era técnico de básquetbol antes de ser técnico de fútbol”.

El siguiente destino, después de dos temporadas en Valladolid, fue Salamanca, en la Segunda división, hasta que regresó a Uruguay.

20250221 Entrevisata a Jacinto Cabrera, ex jugador de fútbol.

“Yo extrañaba muchísimo, nunca me adapté a vivir en España. Extrañaba un montón. Escuchaba una canción de acá, del Sabalero, de quien fuera y se me caían las lágrimas, lo más maricón que había. Mi señora me preguntaba que me pasaba. ¿Qué extrañaba? Todo, estar con la gente, charlar, encuentros de asado, del vecino que se para a hablar. Allá subías en el ascensor y ni buenos días. A mi me saludaban porque era el ídolo de la ciudad. Pero después hablabas con otros extranjeros y te contaban que ni los saludaban”.

El contrato que "firmó" con el contador Damiani

En 1990 regresó al país y José Pedro Damiani, entonces presidente de Peñarol, lo llamó directamente para contratarlo. “No me pesó haber jugado en Nacional porque todo lo que es trabajo, es trabajo. Tengo eso en mi mente que no hay un equipo u otro. Los hinchas a veces lo toman diferente. Para mi es un trabajo”, manifestó.

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Cabrera en Salamanca; el tercero de los parados, desde la izquierda

Cabrera en Salamanca; el tercero de los parados, desde la izquierda

Lo citó en el Banco República, donde Damiani era parte del Directorio, y acordaron el contrato de una manera poco usual: “El escritorio de él era más grande que mi casa. Le dije lo que quería ganar. El tipo me dio la mano y me dijo, ‘ya firmó contrato. Mi palabra es esta, la mano’”.

Pero cuando tuvo que firmar el contrato para la AUF, el salario que figuraba en los papeles era menor al que había acordado con Damiani. “¿Qué pasó. Se confundieron los números? Llamé enseguida a Damiani y me dijo: ‘ya le di la mano, quedese tranquilo. Los 1° de cada mes pase por el banco y su plata va a estar”.

Dicho y hecho. El primer día de cada mes, Jacinto pasaba por la oficina de Damiani en el Banco República y cobraba el monto acordado con él. “Después me quedaba horas charlando con él, de la vida, de todo. Yo le preguntaba una cantidad de cosas que quería saber de él. El me comentó muchas cosas, me aclaró otras. Era un fuera de serie”.

En el tramo final de su carrera, Cabrera jugó en Progreso, Liverpool, Cerro y Fénix.

Los años finales de su carrera

En 1995 llegó a Cerro, para la Copa Libertadores, y fue autor del gol con que el albiceleste le ganó 1-0 a Independiente en el estadio Luis Tróccoli. Pese a todo, no fue un buen año económicamente para el club, y tomó la decisión de retirarse.

El último año en Cerro no nos pagaban, estuvimos siete meses sin cobrar, y los muchachos estaban pasando mal. Yo tenía un mango y trataba de ayudar a todos pero no podía con todos. Esto no da para más porque los pocos ahorros de Europa se me iban a ir. Entonces ese año decidí no jugar más”.

20250221 Entrevisata a Jacinto Cabrera, ex jugador de fútbol.

Pero al año siguiente un amigo, técnico de Fénix, le pidió una mano: que jugara unos meses más para armarle el grupo y ese sí fue su último año en el fútbol profesional.

No quiso hacer el curso de entrenador y se alejó completamente del fútbol. Tuvo un reparto, una panadería y desde hace 12 años vive frente a la playa en Los Titanes. “Voy a pescar, me ocupo de las plantas, paso con mis nietas, con mis hijos. Me siento un privilegiado, con una familia divina. Cero estrés, porque uno está hoy, pero no sabe si va a estar mañana”.

Le dijo no al "doctor" Borrás

Jacinto Cabrera jugó varios amistosos con la selección uruguaya antes del Mundial de México 1986. Cuando el técnico Omar Borrás estaba armando la lista para la Copa del Mundo, lo llamó a España, donde había llegado para jugar en Real Valladolid.

“Me llamó el doctor Borrás, yo le decía doctor, para decirme si quería estar en la nómina para el Mundial del 86. Le dije que no y le expliqué mi situación: recién había llegado a España y era la única manera de poder agarrar un mango para solventar el futuro de mi familia y no me iba a arriesgar, estando ya en Europa, a viajar para ver si iba al Mundial. Aparte, tenía unos fenómenos adelante: el Pato Aguilera, Ruben Sosa, Francescoli, Ruben Paz. Tenía que luchar contra esa gente para poder estar en los 22”, contó.

Cuando dejó de pintar la casa y se fue a Alemania

Cuando estaba en Liverpool, en 1993, sucedió el hecho que marcó su carrera deportiva. Si bien jugó en los dos grandes de Uruguay, en España y en la selección, lo que quedó en la memoria del futbolero fue aquella anécdota que derivó en un apodo: El Pintor Cabrera.

La historia cuenta que la AUF pactó en 1992 dos partidos amistosos con la selección de Alemania, campeona del mundo en Italia 1990. El primero se disputó el 20 de diciembre de 1992 en el estadio Centenario y Uruguay perdió 4-1. La revancha en Alemania quedó para después de las Eliminatorias para el Mundial de 1994.

Lamentablemente Uruguay quedó afuera de la Copa del Mundo y sin técnico en setiembre de 1993. La selección era un hierro caliente, pero había que que cumplir con el partido frente a Alemania un mes después. El técnico elegido para sustituir a Ildo Maneiro fue Roberto Fleitas, que tuvo que armar un plantel de apuro.

El viaje desde Montevideo a Karlsruhe se programó para el domingo 10 de octubre. Ese día, Jacinto Cabrera, que no estaba entre los convocados a la selección, se puso a pintar el comedor de su casa en Belvedere, a pedido de su señora. “Saqué las cortinas y se veía todo desde la calle, porque tenía un ventanal muy grande, de 6 metros por 2 metros. Un vecino que pasó para la feria me dijo: ‘Ya era hora que te dedicaras a eso, porque para el fútbol ya no estás’. Yo estaba jugando en Liverpool y le dije tenés razón, si tenés un trabajito voy por tu casa porque estoy en la lona”.

Un rato después, entre las 10:30 y 10:45 horas, recibió un llamado telefónico; era el Pistola Marsicano. “Me dice 'estoy en el aeropuerto, ¿querés ir a Alemania?' Le dije, si me pagás el pasaje voy a la China, yo no tengo problemas, contigo a la Luna, porque éramos muy buenos compañeros”.

Entonces Marsicano le contó que se había lesionado Walter Pelletti, que jugaba en Huracán de Argentina, y que Fleitas lo convocaba a él.

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Jacinto Cabrera, el séptimo desde la izquierda, con Uruguay en la Copa Kirin 1985

Jacinto Cabrera, el séptimo desde la izquierda, con Uruguay en la Copa Kirin 1985

“Si, como no. Decime cuándo tengo que ir a practicar”, le preguntó Jacinto y Marsicano le respondió: “No, tenés que venir ahora porque el vuelo sale a la 1 de la tarde”.

Cabrera llamó a su señora, le contó que se iba a Alemania con la selección y lógicamente, ella no le creyó nada: “No seas bobo, no digas estupideces”, le respondió la esposa, que estaba trabajando en la panadería.

No había tiempo de más explicaciones: “Colgué, dejé todo, me bañé, me puse pantalón, saco, busqué los documentos y salí. Llamé a un amigo que era taxista en Belvedere, y le dije que me tenía que llevar como pedo al aeropuerto porque me está esperando la selección”.

Trayectoria: Con los Mismos Colores, Mercedes; Progreso, Nacional, Real Valladolid, Salamanca, Peñarol, Progreso, Liverpool, Cerro y Fénix. Jugó 5 partidos con la selección mayor. Trayectoria: Con los Mismos Colores, Mercedes; Progreso, Nacional, Real Valladolid, Salamanca, Peñarol, Progreso, Liverpool, Cerro y Fénix. Jugó 5 partidos con la selección mayor.

El taxista hizo antes un viaje a La Teja y pasó luego a buscar al futbolista: “Íbamos como chijetazo, llegamos 12:30, al borde. Aparte yo iba conversando con el taxista y me iba sacando la pintura de las uñas”.

José Puente y Julio Albino lo vieron llegar al aeropuerto y pensaron que los había ido a despedir.

Cabrera viajó con la delegación y tres días después fue titular en el Wildparkstadion, de Karlsruhe. En Alemania jugaron, entre otros, Andreas Kopke, Lotthar Matthaus, Stefan Effenberg, Guido Buchwald, Andreas Moller, Jurgen Klinsmann entre otros.

Uruguay perdió 5-0 y al final del partido se acercó Matthaus y le pidió la camiseta a Jacinto Cabrera: “Le dije que no, es la última que voy a usar, la llevo para mis hijos. Pero te voy a conseguir una. No le di la mia, le conseguí otra, se la llevé al vestuario y se la entregué en mano. No sé si la tendrán mis hijos, no sé dónde andará”.

Cuando regresó a Montevideo, terminó de pintar el comedor.

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Jacinto Cabrera Nacional Peñarol selección uruguaya José Pedro Damiani

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