Nacional dio un golpe de autoridad este domingo en el inicio de la temporada 2025 con el triunfo que logró ante Peñarol por 2-1 en el Estadio Centenario, recibió el primer título oficial del año, la Supercopa Uruguaya, y extendió su racha en clásicos a ocho partidos.
Nacional le ganó por segunda vez a Peñarol en seis días, Martín Lasarte comenzó a hacer sombras sobre la aureola de Diego Aguirre y los tricolores empezaron a aplanar a aquel extraordinario equipo aurinegro de 2024.
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El inicio de la temporada dejó dos aspectos bien claros:
1) Nacional no es aquel equipo del inicio de 2024, que regaló medio año y que dio un hándicap enorme a Diego Aguirre. Esta temporada se perfila para comenzar a escribir una historia asociada al éxito. De todas formas (y aquí está el punto débil de los tricolores), tiene aún muchos aspectos para corregir, el primero y más importante: Lasarte no contemplar sin hacer nada la forma en que el equipo se le apagó en el inicio del segundo tiempo, Peñarol lo llevó a una situación límite y el entrenador no reaccionó de ninguna forma, y cuando lo hizo ya había recibido el primer gol del rival;
2) Peñarol tomó malas decisiones en el mercado de pases, desarmó su columna vertebral, no la reforzó y eso lo expone al entrenador a administrar en cancha un equipo desbalanceado, con un Leonardo Fernández que carga una mochila exageradamente pesada (después que el club compró su ficha en una cifra obscena para el fútbol uruguayo de US$ 7.000.000). Este domingo, el ahora número 10, volvió a fallar futbolísticamente, igual que en el clásico de la Serie Río de la Plata.
Las dos caras de Nacional en un mismo partido y la inexplicable actitud de los hinchas de Peñarol
En este contexto, la Supercopa dejó para Nacional la sensación de comenzar a transitar por un camino nuevo, con un equipo equilibrado.
Nacional tiene en el arco al mejor golero del fútbol uruguayo, Luis Mejía, a un zaguero de nivel internacional (Sebastián Coates) y a un volante que se perfila para ser el mejor del año (Christian Oliva). Ganó este domingo por las tres atajadas del panameño, por el gran trabajo que realizó el capitán y porque Oliva fue el equilibrio que necesitaba el mediocampo. Con el arco en cero y la seguridad de que es difícil convertir a los tricolores, el resto va fluyendo solo.
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Este domingo fue Recoba quien abrió el camino en dos situaciones, un penal y un gol, pero seguramente será el chileno Eduardo Vargas cuando salte al campo en el inicio del Apertura, el que asumirá el rol protagónico en la ofensiva junto al venezolano Rómulo Oltero.
Los tricolores están construyendo sobre terreno fértil con un plantel que tiene lo mejor de 2024 (mantiene el 70% del equipo titular) y con refuerzos que llegaron para hacer la diferencia.
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Incluso con todo eso, y con la ventaja de un 2-0 en el marcador, Nacional pasó mal en el inicio del segundo tiempo del clásico porque Lasarte no pudo administrar su equipo como para llevar el partido a un lugar más seguro.
En desventaja y jugado, por el resultado adverso, Aguirre salió a dar vuelta el segundo con Diego García, que jugó en un nivel superlativo.
A medida que Peñarol tomó el control del partido y puso en aprietos a los tricolores, sorprendió que el entrenador de Nacional no reaccionara con decisiones que permitieran reordenar su propuesta futbolística.
Hasta el descuento de Peñarol a los 71 minutos, Nacional abusó del pelotazo para salir del ahogo al que lo llevó el aurinegro. Retrocedió demasiado en el campo, se defendió con uñas y dientes y fue combativo dentro del campo, pero no tomó acciones para evitar quedar acorralado y fue incapaz de tener el balón para transitar el partido en otro nivel.
Nacional se fue hundiendo en su propia inoperancia, en un escenario en el que resistió por el carácter de los futbolistas, y cayó en la trampa del pelotazo.
Ese segundo tiempo hizo sonar las alarmas de Nacional. Cuando Lasarte reaccionó, Peñarol ya tenía el control del partido y pudo empatar de no mediar una atajada de Mejía, un cierre perfecto de Báez y la incalificable actitud de los hinchas de Peñarol que lanzaron fuegos artificiales a la cancha y obligaron al árbitro a parar el partido.
Los hinchas todavía no entendieron que también pueden perder los partidos. ¿A quién se le ocurrió lanzar desde la tribuna de Peñarol un elemento de pirotecnia, que picó al lado de los jugadores dentro del área grande de la Ámsterdam, que obligó al árbitro a detener el partido durante cinco minutos en plena arremetida del equipo de Aguirre, con la que incomodaba a Nacional? ¿A quién? Porque en partidos donde las diferencias se reducen a detalles, esas irresponsabilidades de los hinchas terminan siendo definitivas.
Luego de la detención se desvirtuó la arremetida de Peñarol.
Los tricolores recurrieron a hacer correr el reloj para que el tiempo les resolviera lo que no podían dentro del campo y, finalmente, la inexplicable reacción de Herazo con Rodrigo Pérez terminó de desvirtuar el clásico en el final con un pico de violencia que acabó con cuatro jugadores expulsados.
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Ganó Nacional, pero asfixiado porque en la cancha los jugadores no pudieron encontrar el camino para encauzar la presión de Peñarol y el entrenador se demoró en los cambios.
Perdió Peñarol y esta derrota por un lado le deja a Aguirre un mal sabor de boca, porque sabe que el plantel le quedó rengo, pero también que hayan sonado las alarmas a una semana del cierre del período de pases le permite dar un giro para intentar rearmar a un equipo que quedó dormido en 2024.
Fue un clásico de alto voltaje, como fue analizado en la previa, y lo que está claro que este 2025 será diferente, con los dos grandes cabeza a cabeza y, por lo que empiezan a mostrar, una leve venta a favor de los tricolores.