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22 de diciembre 2024 - 17:01hs

A todo eso se le suman deberes y compromisos sociales como las compras navideñas y las cenas con amigos, compañeros de trabajo o familiares. Ignacio vive estresado y agotado en esos días previos a las vacaciones, lo que incrementa la probabilidad de que cometa errores en el trabajo.

¿Qué ocurre en nuestro cerebro que nos hace más propensos a equivocarnos durante este periodo?

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La multitarea hace estragos

La vida moderna ya es un caldo de cultivo para la multitarea o multitasking, pero en la temporada navideña este fenómeno se exacerba. Intentamos cuadrar reuniones, ultimar regalos, planificar menús y organizar viajes, todo al mismo tiempo. Este intento de “llegar a todo” activa el proceso conocido como cambio de contexto, en el que el cerebro alterna rápidamente entre tareas diferentes.

Sin embargo, este cambio constante tiene un costo significativo: consume energía mental, reduce la eficiencia y aumenta la probabilidad de cometer errores.

Estudios en neurociencia han demostrado que la multitarea puede reducir la productividad hasta en un 40 % y afectar negativamente nuestra capacidad para tomar decisiones. Esto ocurre porque el cerebro no está diseñado para manejar varias labores complejas de manera simultánea: cada cambio de enfoque requiere un reajuste mental que consume recursos cognitivos.

Durante los días previos a las fiestas, esa fragmentación de la atención es especialmente perjudicial, ya que el cerebro también está lidiando con la anticipación de eventos sociales y las expectativas que conllevan.

Sobrecarga cognitiva y su impacto en el rendimiento

La sobrecarga cognitiva es un estado en el que la cantidad de información que procesamos supera nuestra capacidad mental para gestionarla de manera efectiva. Durante este estado, las funciones ejecutivas del cerebro, como la planificación, la resolución de problemas y la memoria de trabajo, se ven gravemente afectadas.

A medida que se va acercando la Navidad, el estrés generado por los compromisos sociales y laborales llega al organismo, liberando hormonas como el cortisol y la adrenalina. Aunque útiles en situaciones de emergencia, estas hormonas pueden volverse perjudiciales cuando el estrés es prolongado. En el contexto laboral, esto se traduce en una mayor reactividad y una menor capacidad para reflexionar, lo que aumenta la propensión a cometer errores y tomar decisiones impulsivas.

Cómo afecta el estrés a la atención y la memoria

Uno de los efectos más evidentes del estrés prenavideño es el deterioro de la atención. Es un recurso limitado, y cuando intentamos dividirla entre múltiples tareas, se reduce la cantidad de información que podemos procesar y retener. Esto a su vez impacta en la memoria de trabajo, directamente vinculada con la atención y fundamental para realizar actividades que requieren concentración y toma de decisiones.

Por ejemplo, en los días previos a una cena de empresa, es común intentar gestionar simultáneamente las tareas laborales y los preparativos para el evento. Ese exceso de demandas no solo deteriora la calidad del trabajo, sino también nuestra capacidad para recordar detalles importantes.

Además, el estado de hiperalerta generado por el estrés y la ansiedad afecta los procesos de consolidación de la memoria, impidiendo que la información relevante pase de la memoria a corto plazo a la de largo plazo.

El sesgo de negatividad y las emociones navideñas

El cerebro se desarrolló para dar prioridad al procesamiento de la información relacionada con amenazas o preocupaciones. Es un fenómeno conocido como sesgo de negatividad que tiende a intensificarse en situaciones de estrés crónico o ansiedad, según indican numerosas investigaciones. Este sesgo puede generar una percepción distorsionada de la realidad, inclinando nuestra atención hacia problemas o situaciones que nos generan inseguridad.

En el contexto navideño, puede traducirse en emociones negativas como tristeza, enojo o desesperanza, exacerbadas por la presión de “quedar bien” en eventos sociales o cumplir con las expectativas de otros. Estas emociones, a su vez, pueden llevar a conductas de evitación o huida, alimentando un círculo vicioso que dificulta la superación del estrés o la ansiedad y eleva la probabilidad de tomar malas decisiones en todos los contextos, especialmente en el laboral.

Estrategias para conservar la calma

Aunque la época navideña trae consigo muchas demandas y consecuencias cognitivas, es posible adoptar estrategias para gestionar el estrés y la ansiedad y reducir así la probabilidad de errores en el trabajo:

  • Planificación y priorización: Establezca una lista de tareas y priorice las más importantes. Delegar responsabilidades también puede ser de gran ayuda.

  • Técnicas de mindfulness: Practicar la atención plena puede ayudarnos a enfocar la mente en el presente, reduciendo la ansiedad y mejorando la concentración.

  • Desconexión digital: Limite las notificaciones y dedique momentos del día a desconectarse de dispositivos electrónicos.

  • Tiempos de descanso: Incorporar pausas regulares durante el día puede prevenir la sobrecarga cognitiva y mejorar el rendimiento general.

  • Autocuidado: Dormir lo suficiente, mantener una alimentación equilibrada y realizar ejercicio físico son fundamentales para mantener una armonía mental y emocional.

La clave está en reconocer nuestros límites y no exigirnos más de lo que podemos manejar siendo asertivos y organizando nuestras prioridades de manera consciente y realista. Con una buena gestión del tiempo y estrategias para aliviar el estrés, es posible afrontar las demandas de la temporada navideña sin comprometer la calidad del trabajo ni el bienestar emocional.

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The Conversation

María J. García-Rubio es profesora de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Internacional de Valencia, codirectora de la Cátedra VIU-NED de Neurociencia global y cambio social y Miembro del Grupo de Investigación Psicología y Calidad de vida (PsiCal), de la Universidad Internacional de Valencia. Sandra Hoyos es doctora en Psicología y profesora del Departamento de Neurociencia y Aprendizaje de la Universidad Católica de Uruguay.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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