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29 de abril 2025 - 10:20hs

La guerra comercial entre Estados Unidos y China ha dejado de ser una amenaza diplomática abstracta para transformarse en un golpe concreto al tejido industrial del país asiático. En ciudades clave como Shenzhen, Dongguan o Hangzhou, donde se concentran muchas de las empresas proveedoras de Shein, Temu y otros gigantes del comercio electrónico, las líneas de producción están paradas, los turnos reducidos y las fábricas se enfrentan a un futuro incierto.

Las causas de este freno son claras: los aranceles impuestos por la administración de Donald Trump, que alcanzan el 145% para buena parte de los productos chinos, han disuadido a muchos compradores estadounidenses de mantener sus pedidos.

"Los pedidos de exportación desaparecieron, así que hemos detenido temporalmente", explicó una trabajadora de 28 años en una fábrica de plásticos de Fujian, citada por el Financial Times. El impacto es transversal: desde enchufes hasta ropa, pasando por electrodomésticos y kit médicos.

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Esta situación se agrava por el peso que tienen Estados Unidos en el comercio exterior de China. Solo en el último año, el 15% de las exportaciones chinas tuvo como destino al país norteamericano. Con esos pedidos en retroceso, las consecuencias se sienten con fuerza en fábricas que dependen casi por completo de ese mercado.

Fábricas cerradas, trabajadores suspendidos y mercados en vilo

Las imágenes de líneas de ensamblaje vacías en plataformas como Douyin se multiplican. Muchas plantas han suspendido la producción por una o dos semanas, recortado horas extra y eliminado turnos de fin de semana. En Dongguan, la empresa DeHong Electrical Produc ofreció un mes de permiso con salario mínimo a su plantilla, mientras que Hangzhou Stellarmed, dedicada a ki de endoscopia, invitó directamente a sus empleados a buscar otros trabajos.

"No sabemos cuánto durará esto", confesó Shi, propietaria de una fábrica afectada. "Solo podemos esperar, no hay nada que podamos hacer".

La incertidumbre es compartida por los empleadores. Wang Xin, directora de la Asociación de Comercio Electrónico Transfronterizo de Shenzhen, explicó que muchas empresas están "extremadamente ansiosas" y han solicitado a sus proveedores que retrasen entregas o detengan la producción de forma temporal.

Shein y Temu: los grandes perdedores de la guerra arancelaria

Entre las más afectadas se encuentran las plataformas de comercio electrónico como Shein y Temu, que han basado su éxito en un modelo de producción rápida y a bajo costo, dependiente de fábricas chinas. La interrupción de la cadena de suministro y la caída de pedidos desde Estados Unidos -su principal mercado- golpean de lleno su rentabilidad y capacidad de entrega.

La tensión política también ha influido. Pekín respondió a los aranceles con un recargo del 125% sobre productos estadounidenses, aunque ya evalúa levantar o reducir estas medidas para sectores sensibles, como los equipos médicos y componentes aeronáuticos.

Sin embargo, no hay señales de una resolución definitiva. "La reestructuración del sector manufacturero chino será un proceso a largo plazo y los trabajadores serán los sacrificados", advirtió Han Dongfang, fundador del China Labour Bulletin.

¿Camino a la tregua o nueva era del desacoplamiento?

Aunque Donald Trump ha insinuado su voluntad de diálogo con Xi Jinping, hasta ahora no ha habido contactos formales. El gesto de excluir a ciertos productos electrónicos de los aranceles podría ser una señal de distensión, pero aún no hay garantías de que se revierta el daño causado.

"Condenados a entenderse", señalan desde los mercados, pero lo cierto es que el comercio bilateral sigue siendo enorme: en 2024, EE.UU. importó bienes chinos por 420.000 millones de dólares y exportó por 144.000 millones. La guerra comercial ha afectado solo a una parte de ese flujo. Los servicios y plataformas tecnológicas, como TikTok, siguen siendo campo de batalla para futuras negociaciones.

El futuro de Shein, Temu y cientos de fábricas chinas depende, en gran medida, de cómo se reconfiguren las reglas de juego entre las dos mayores economías del mundo. Por ahora, las luces se apagan en los talleres de China, a la espera de un acuerdo que devuelva el pulso a la producción

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